miércoles, 15 de octubre de 2008

La relación entre psicoanálisis y sociologia


exto de Christopher Lasch; “La cultura del narcisismo”; Barcelona: Editorial Andrés Bello; 1999; pp.56-57.


El psicoanálisis trata con individuos, no con grupos. Los intentos de extrapolar los hallazgos clínicos al comportamiento colectivo topan siempre con una dificultad: los grupos tienen vida propia. La mentalidad colectiva, si es que existe algo así, refleja la necesidad del grupo como un todo, no las necesidades psicológicas de cada individuo, que, de hecho, han de quedar subordinadas a las exigencias de la vida colectiva. Aun así, es la sujeción de los individuos al grupo lo que, mediante un estudio de sus repercusiones psicológicas, promete aclarar la teoría psicoanalítica. Como efectúa un análisis intensivo de los casos individuales, que se apoya en evidencia clínica antes que en impresiones dictadas por el sentido común, el psicoanálisis nos dice algo acerca de los procesos internos de la sociedad en sí, por el acto mismo de volver la espalda a la sociedad y sumergirse en el inconsciente individual.

Cada sociedad reproduce su cultura -sus normas, sus supuestos, sus formas de organizar la experiencia- en el individuo, en la forma de la personalidad. Como dijera Durkheim, la personalidad es el individuo socializado. El proceso de socialización, realizado por la familia y secundariamente por la escuela, a más de otros organismos de formación del carácter, modifica la naturaleza humana para conformarla a las normas sociales predominantes. Cada sociedad intenta resolver a su manera las crisis universales de la niñez –el trauma de la separación de la madre, el temor al abandono, el dolor de competir con otros por el amor materno-, y la forma como trata estos hechos psicológicos genera un tipo característico de personalidad, una modalidad característica de deformación psicológica, mediante la cual el individuo acata la privación instintiva y se somete a los requerimientos de la vida social. La insistencia de Freud en la continuidad existente entre la salud y enfermedad psíquicas hace posible que consideremos las neurosis y las psicosis en algún sentido como expresiones de una cultura determinada. “La psicosis”, ha dicho Jules Henry, “es el resultado final de todo lo que anda mal en la cultura”.

Cuando mejor sirve el psicoanálisis para aclarar la relación entre sociedad e individuo, entre cultura y personalidad, es precisamente cuando se limita a un examen minucioso de los individuos. Cuando más nos dice de nuestra sociedad es cuando menos se lo propone. El estudiante interesado en la sociedad puede ignorar, sin correr grandes riesgos, la extrapolación que hace Freud de los principios psicoanalíticos a la antropología, la historia y la biografía, pero sus indagaciones clínicas constituyen un reservorio de ideas indispensables una vez que se ha entendido que la mente inconsciente es la naturaleza modificada por la cultura, la imposición de la civilización sobre el instinto.

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