Este re-ver el pasado ha traído serias consecuencias
políticas. En efecto, ahora se aprecia de un modo diferente la perfomance de los anteriores gobiernos
democráticos y de la combinación de partidos que gobernó. Esa renovada
apreciación, una re-visión, resulta ser más negativa de lo que la Concertación y la opinión
pensaban sobre la correspondiente gestión gubernamental. Al problema generado por
la derrota en la elección presidencial ahora se suma esta evaluación a posteriori de su trayectoria. Para
muchos líderes de la coalición esta nueva mirada resulta novedosa e impensada.
Sin embargo, analistas cercanos a la coalición visualizaron a tiempo sus
falencias políticas.[i] La mayor de todas: los sistemas
político y económico siguieron siendo, en lo esencial, los heredados de la
dictadura. A partir de esta visión retrospectiva el juicio es, al presente, más
exigente tanto para el actual gobierno como para las empresas, para el conjunto
de la institucionalidad política y, en general, para el funcionamiento de la sociedad.
Los entes especializados del Estado y los partidos políticos han experimentado
lo que los sociólogos llaman una pérdida de status. Aunque no sólo ellos.
Lo que es un notorio avance de la conciencia nacional
constituye algo trágico para el gobierno de derecha, no sólo por lo inesperado
de la situación sino también porque tal proceso es muy opuesto a su férrea
ideología economicista, conservadora y autoritaria. Han sido los jóvenes
estudiantes los que pusieron el explosivo. En efecto, salieron a las calles a
pedir educación de calidad: universal, gratuita, equitativa como un derecho y
no como un bien de consumo. El gobierno ha sido incapaz de solucionar el
conflicto que ya cumple seis meses y que cuenta con el apoyo de la mayoría del
país. Según la encuesta de la Corporación Latinobarómetro, (ausculta la opinión
pública latinoamericana) la confianza en el gobierno chileno marcaba 58% en
2010 y marca 29% en 2011. La imagen de progreso en el país, un 55% en 2010 y un
29% en el 2011. La satisfacción con la democracia un 56% en 2010 y un 32% en
2011. Todos estos indicadores están bajo del promedio de la región. La
Corporación atribuye a los estudiantes la causa de estas caídas. Su directora
agregó: ”las reformas efectuadas, las políticas sociales, no han logrado
cambiar el lugar de cada cual en la sociedad…”[ii] El autor de este
artículo piensa que al parecer el pueblo chileno perdió este año su inocencia.
A partir de las numerosas movilizaciones ciudadanas del
2011 (no sólo estudiantiles) el reclamo y la conciencia social se expandieron
a tal punto que el mismo modelo neoliberal de desarrollo, exitoso en la
acumulación de capital y en el crecimiento económico, es puesto en cuestión.
Este modelo, implantado por el gobierno militar, posibilitó un explosivo
crecimiento de la clase media, al punto de que la tradicional clase obrera chilena
ha perdido protagonismo social y político, incluso sindical. Una parte
numerosa de la clase media ha debido vivir en condiciones de “proletarización”:
empleos precarios (inestables y mal remunerados), endeudada, sin claros
horizontes de progreso y movilidad para sí y sus hijos. Es justamente la clase
media la que está a la vanguardia del movimiento social que ha surgido poderoso
este año y que concita una adhesión casi unánime de la sociedad. Ella avanza en
el proceso de pasar de una clase en sí (klasse
an sich) a una clase para sí (klasse
für sich).
No es extraño, entonces, que las reivindicaciones actuales
se diferencien de las tradicionales. Se lucha por una educación de calidad, por
la preservación del medio ambiente, por los derechos de las minorías étnicas y
sexuales. Otra innovación de crucial importancia es que ya no se acude a la
protección de la institucionalidad política, más bien se percibe un
distanciamiento de ella: el gobierno, los partidos políticos, el Congreso
Nacional, la Iglesia aparecen devaluados en la apreciación de la opinión
pública. Tampoco el movimiento sindical encabeza la protesta, como aconteció
históricamente en el país. Lo hacen los nuevos movimientos sociales y las
organizaciones estudiantiles.
Esta expansión de la conciencia social empieza a
cuestionar los abusos masivos y reiterados que venían cometiendo impunemente
grandes empresas financieras, de servicios y comerciales a los clientes y
usuarios. Entre estas empresas se incluyen a Universidades privadas (surgidas
en 1981) que hacen de su actividad educativa una con fines de lucro, por ley
prohibido. (Curiosidad: se venden y compran Universidades a precios de
mercado). De paso se descubre que los órganos fiscalizadores del Estado no
realizan su función con eficiencia y transparencia.
El consumismo: el dinero y los bienes materiales como valor cardinal de la
vida social; la desigualdad existente entre la élite y el ciudadano
común: gran distancia económica (apropiación de la riqueza), política
(apropiación del poder) y social (apropiación del prestigio); la
concentración de la riqueza (monopolios y oligopolios) y del poder político
(derecha, centro e izquierda) en pocas familias, también están siendo
cuestionados. Lo mismo ocurre respecto de la falta de transparencia en el
conjunto de la institucionalidad política y económica.
¿Qué sucedió en el pasado reciente, anterior a las
movilizaciones del 2011, que se ha producido este repentino e inesperado renacer
de la conciencia social? Es un interrogante que amerita una respuesta bien
pensada.
[i] .- Véase Manuel Barrera; Hacia un nuevo pacto político y social.
Escrito y circulado en abril de 2007 y publicado en septiembre de 2008.
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