El distanciamiento
de las elites. Las elites, tengan su soporte
en el poder económico; en el poder y las relaciones políticas; en los vínculos
familiares, de amistad y asistencia mutua; conforman en Chile otra sociedad,
distante y distinta a la sociedad conformada por el hombre común. Viven en
barrios segregados, sus hijos van a colegios especiales. A vía de ejemplo se
puede señalar al Saint George’s College de la Congregación de Santa Cruz (C.S.C.)
de los Estados Unidos. Como dice Wikipedia “es uno de los colegios más exclusivos
de la clase alta en Santiago de Chile”. De la actual
élite política fueron alumnos de este selecto colegio José Miguel Insulza,
Secretario General de la OEA, varias veces ministro durante los gobiernos de la
Concertación, del Partido Socialista (PS). Carlos Larraín, senador y presidente
del Partido Renovación Nacional (RN), actualmente en el gobierno. Andrés
Allamand (RN), Ministro de Defensa del actual gobierno, ex senador. Ignacio
Walker, senador y presidente del Partido Demócrata Cristiano (DC), ex Canciller
de la Concertación. Patricio Melero, presidente de la Cámara de Diputados del
Partido UDI, del actual gobierno. Hernán Larraín y Jovino Novoa, ambos
senadores, de la UDI. Claudio Orrego (DC), actual alcalde y mencionado como eventual
presidenciable. Marco Enríquez-Ominami, ex candidato presidencial,
independiente de izquierda, ex diputado socialista. También estudiaron aquí
Mariana Aylwin (DC), Ministra de Educación en el gobierno de Ricardo Lagos, Eduardo
Aninat (DC), ministro de Hacienda en el gobierno de Eduardo Frei; Edmundo Pérez
Yoma (CD), Ministro del Interior, en el gobierno de M. Bachelet, el diputado
Carlos Montes (PS) que ejerce como tal desde 1990 hasta hoy. Varios otros
ministros y políticos de la Concertación y del gobierno militar y muy
destacados grandes empresarios. (Véase un listado en Wikipedia). No es raro, entonces,
que varios de ellos sean adalides de la política de los consensos, aún en el
corsé de la institucionalidad heredada del régimen militar.
La vía más importante que determina la pertenencia a la
élite política es, naturalmente, la familia. En un reportaje el diario “La
Tercera” detectó los treinta clanes familiares más numerosos del Parlamento.
Ahí señala, por ejemplo, que la familia Larraín ha tenido desde el 1900 al
2006, 54 parlamentarios y 91 años presentes en el Congreso. La familia
Errázuriz 36 parlamentarios y 89 años de permanencia. La familia Valdés 31 y 87.
Los Vicuña 31 y 74 años. La familia Larraín tuvo más actividad política aún en
el S.XIX, que en el XX. “El 58% de los actuales herederos de dinastías militan
en la Alianza y el 42% en la Concertación” Los hermanos Walker Prieto,
actualmente parlamentarios (dos senadores y un diputado) son los más
“dinásticos” ya que integran cuatro clanes: Los Walker, Prieto, Concha y Vial.
(La Tercera; Santiago: 4 de mayo de 2008, pp. 16-17)
El estilo de
vida de la élite tiende a imitar al de los ricos de los países desarrollados.
Adoptan modas, valores y bienes según su percepción de la elite internacional.
Si pudiésemos medir el poder social, político, económico y cultural es obvio
que la transición chilena no significó que los sectores pro dictadura de la élite
(gran mayoría) perdieran su poder. Su ausencia del Gobierno la compensaron con
su presencia en el Parlamento y en las grandes empresas, incluyendo
Universidades creadas por ellos. Estas personas y los estratos sociales
correspondientes quedaron, y siguen estando, fuertemente asentados en la
sociedad, en la economía, en la institucionalidad política y en los medios de
comunicación. A su vez, desplazada la élite de la Concertación del gobierno,
sus prohombres se han ido a los directorios de grandes empresas y a otros altos
cargos del sector privado, o de organismos internacionales.
No es raro,
entonces, que la sociedad chilena siga siendo una de las más conservadoras de
la región y corra el riesgo de ser comparada con culturas fundamentalistas ajenas
a la tradición racionalista del mundo occidental. Una de las últimas leyes
dejadas como herencia por Pinochet fue la prohibición del aborto terapéutico. Aún está vigente. “Prácticamente todos los países de América tienen leyes sobre
el aborto terapéutico que datan, algunas, del año 1870.” (Mirta Roses,
Directora de la OPS; El Mercurio, 18 noviembre, 2006). Por otro lado, está comprobado que son
hijos que nacen bajo las leyes que sancionan el aborto los que, de mayores,
pasan a practicar la delincuencia como forma de vida, convirtiéndose en
drogadictos y delincuentes y, muchas veces, en asesinos. (Véase al respecto el
análisis de Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner; Freakonomics; Barcelona: 2006).
En cuanto al
conservadurismo valórico no se ha producido un cambio significativo en la
cultura oficial. Todavía existe la necesidad, pero en muy pocos la voluntad, de
luchar por una sociedad civil culturalmente más libre, menos sometida a los
valores tradicionales de los grupos dominantes en nuestra cultura. La laicidad
es un valor de la modernización que no ha penetrado en Chile. El proceso de
separación de la Iglesia y el Estado que comenzó en la tercera década del Siglo
XX no se ha completado. Lo anterior se ve reflejado claramente en la mentalidad
de muchos políticos. Actúan en la vida pública, al interior de las
instituciones políticas del Estado, de acuerdo a sus convicciones religiosas en
desmedro de una realidad social con vidas humanas en peligro o situaciones
riesgosas para grandes sectores de población. No distinguen sus creencias de
las políticas del Estado. El dominio cultural del conservadurismo persiste por
la no renovación de la élite dirigente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario