lunes, 14 de octubre de 2013

Las desigualdades, el tema clave del nuevo ciclo político chileno.


 Habiendo alcanzado Chile niveles de desarrollo económico y social que le han permitido dejar atrás numerosos rasgos de país subdesarrollado ha iniciado el S. XXI con la aspiración de alcanzar niveles superiores de desarrollo. Los temas acuciantes de la miseria y la pobreza, el analfabetismo, el hambre, la mortalidad infantil, la inflación galopante, el alto desempleo han sido, en gran parte, superados.

El modelo económico y político de estos últimos treinta años ha cumplido lo suyo. Los problemas a los que nos enfrentamos los chilenos en la segunda década del nuevo siglo son otros. Por ello es cada vez más claro que para superarlos el país requiere de nuevas herramientas políticas y nuevas estrategias de desarrollo.


En efecto, según informa el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) la pobreza en Chile bajó del 38.4% en 1990 al 14.4% en 2011, y la extrema pobreza (indigencia) del 12.8% al 2.8%. Es que el país ha experimentado en los últimos treinta años notables avances sociales en diferentes áreas.

Es así como a las relevantes estadísticas sobre disminución de la pobreza hay que agregar en salud la reducción de la mortalidad infantil. Según la ONU la disminución fue de 16 menores de 1 año por cada 1000 niños en 1990, a 8 en el 2012. Además se destaca la importante elevación de la esperanza de vida: de 70,7 años en 1980 a 78,3 años en el 2013, según Informe de la OCDE. Ambas estadísticas favorecen a toda la población. En materia de enfermedades la atención en la Red Pública y el decisivo Plan “Auge”, vigente desde Julio de 2005, han traído notables beneficios a tanto a los sectores más desfavorecidos como a la numerosa clase media.
En educación la enorme expansión de la cobertura escolar ha cambiado el contenido de la demanda, desde la incorporación al sistema a una educación de calidad. Basta señalar que la cobertura escolar de los jóvenes de 18 a 24 años pasó del 14.4% en el año 1990 al 54,6% en el 2012, según datos del Ministerio de Educación. Un salto espectacular, que se sustenta en una cobertura cercana al 100% de las edades menores. En vivienda los gobiernos se han esforzado por un sistemático avance en materia de vivienda sociales.
En el aspecto político, todas las personas mayores de 18 años pueden participar, a voluntad, en la elección de las autoridades políticas. Cuando en el 2006 asumió la Presidencia de la República una mujer, Michelle Bachelet Jeria, se envió un mensaje democratizador a la sociedad y se estimularon las tendencias a una mayor igualdad entre hombres y mujeres en los distintos órdenes de la vida social, familiar, laboral y, principalmente, político.
Ya la participación laboral femenina venía en ascenso. Pasó del 36,6% en el año 2003 al 47,5% en el 2012, según el último Estudio Económico para América Latina de la CEPAL. Es un avance espectacular, el segundo mayor después de Colombia, para un país que tradicionalmente ha tenido una tasa muy baja al respecto. En 1970 la participación femenina alcanzaba apenas al 21% y aún hoy es la más baja del continente, cuyo promedio es del 60%.
En suma, Chile ha avanzado mucho en proveer a los ciudadanos la igualdad en el estatus civil, primero en el ámbito de los derechos políticos y, luego, en el de los sociales.
El modelo económico y político de estos últimos treinta años ha cumplido lo suyo. Los problemas a los que nos enfrentamos los chilenos en la segunda década del nuevo siglo son otros. Por ello es cada vez más claro que para superarlos el país requiere de nuevas herramientas políticas y nuevas estrategias de desarrollo.

Las desigualdades y las formas de atenuarlas es el núcleo decisivo de este nuevo ciclo. En ello coinciden amplios sectores de la vida nacional: partidos políticos y Obispos de la Iglesia Católica, gremios empresariales y centrales sindicales; entidades internacionales y las más variados organizaciones nacionales. La dificultad surge respecto del decisivo tema de cómo conseguir el propósito de disminuir la brecha que separa a los que tienen más de los que tienen menos. Los actores políticos hasta la fecha han puesto el foco en la educación como herramienta clave. Apuestan a una educación de calidad como el mecanismo fundamental (la mayor de las veces, único) para construir un país más igualitario. Junto a esta última expresión el liderazgo político suele usar el término de “un país más inclusivo”. Inclusivo significaría una mayor incorporación al mercado de bienes y servicios, a las decisiones políticas, al empleo de calidad. Ello, lógicamente, facilitaría el hacer de Chile un país con menores desigualdades. Más igualitario y más inclusivo, dos conceptos complementarios para reseñar la meta futura: un país más democrático con un desarrollo más equitativo.
Como siempre que para problemas complejos se enuncian soluciones unilaterales surge la pregunta de si es suficiente la receta prescripta para eliminar el mal diagnosticado.¿Podrá una reforma educacional exitosa que provea una educación de calidad para todos, eliminar las desigualdades?
Algunos (hoy por hoy la mayoría de las voces políticas) aparecen creyendo que sí. Se desprende lo anterior de la ausencia de propuestas comprehensivas para transformar la sociedad desde una profundamente desigual en otra más igualitaria.

Dada las numerosas y la muy variadas realidades en que las desigualdades social/económicas suelen expresarse en diferente sociedades, es conveniente indicar que el ideal de “la igualdad en todo” es uno muy difícil de alcanzar. En la historia de la humanidad se ha probado que, aparte de grupos pequeños, los esfuerzos por eliminar las desigualdades han sido inútiles cuando no contraproducentes. El ideal igualitario en las sociedades modernas procura solamente atenuarlas. Actualmente nadie (casi) plantea “la igualdad de todos en todo”. Se reconoce que los seres humanos comparten una base común, la de la especie, pero que cada persona tiene, además, características singulares que lo identifican como individuo. La agrupación social a la que pertenece cada persona debe respetar tanto la base común como la individualidad. Una meta maximalista sería especialmente utópica, sobretodo  en una sociedad como la nuestra que está organizada de un modo marcadamente estratificado, donde el lugar de residencia, la educación, el acceso a la salud, el empleo, el ocio, el prestigio social están correlacionados con la clase social de pertenencia. Todas las variedades de commercium, comensalidad y connubium se realizan al interior de cada estrato social, como en las sociedades de castas. Apostar a que con la educación se logra esta meta es sobrevalorar el peso de la educación en el conjunto de realidades sociales. Sin duda que con una educación de calidad para todos se haría un gran avance…en varias generaciones más. La educación rinde frutos en el largo plazo. Es por ello que los sectores conservadores la han considerado desde siempre como el instrumento idóneo (único)  para el cambio y el progreso sociales. Por el  momento el statu quo queda intacto. Sería muy conveniente evitar simplificaciones; las de la "progresía" tanto como las de la "regresía". 
Hay que decir, sin embargo, que una educación de calidad para todo el universo social, es una condición necesaria para atenuar las desigualdades, aunque no suficiente.


Hasta la fecha los sectores políticos de derecha e izquierda no han definido qué entienden por una política contra las desigualdades. Se han usado algunas metáforas como “emparejar la cancha”. También se ha aludido a la igualdad como “la igualdad de oportunidades”. Ambas expresiones dan la impresión que se está pensando, como resultado final, en el individuo que se enfrenta a las contingencias de la vida y que puede hacerlo en las mismas condiciones que los otros individuos. Casi en el vacío social. No se han enunciado las políticas que lograrán ese resultado.


Tendremos que esperar a que las diferentes orientaciones políticas y los intelectuales involucrados avancen a una definición más precisa acerca de una política que tienda a combatir las desigualdades. En cuanto a los hechos reales se ha avanzado, en los últimos gobiernos, en un aspecto importante aunque limitado, que consiste en combatir los abusos de las grandes empresas, que en nuestro medio han detentado un poder desigual al de los consumidores. Hoy en día éstos ostentan más que ayer una mayor capacidad para defenderse de esos abusos. No obstante, los mecanismos y su eficiencia no están plenamente asegurados. Sin embargo, cada vez se denuncian más de ellos.


La experiencia en otros países en desarrollo indica que la lucha por la igualdad se ha focalizado en las “igualdades básicas”: comida, salud, educación. Fue, por ejemplo, la exitosa política del Presidente Lula en Brasil: programas contra el hambre, medicamentos para todos, ningún niño sin educación. Se trata de posibilitar la satisfacción de necesidades básicas a todos de un modo lo más igual posible, partiendo del entendido de que los seres humanos somos, obviamente, más iguales en las necesidades que en cualquier otro aspecto. El modelo es el de una sociedad de prestaciones universales garantizadas.


En Chile los gobiernos de la Concertación intentaron, desde 1990, la estrategia económica del “crecimiento con equidad”, la que mejoró notablemente la situación de la población. No obstante, ella no logró disminuir las desigualdades entre pobres y ricos. Por el contrario, a pesar de políticas sociales exitosas, ellas aumentaron. En este sentido el mercado le ha ganado al Estado. Se obtuvo éxito en batallas contra la pobreza, aunque no todos los prometidos. Por ejemplo, el Presidente Frei prometió al inicio de su mandato eliminar la extrema pobreza, o indigencia, y al término del mismo se contabilizaba un mayor número de extremadamente pobres que seis años atrás, cuando inició su gobierno. Al día de hoy ella aún persiste, aunque aminorada. En efecto, según la última encuesta CASEN, tomada en el 2011, el total de indigentes era de 472 mil personas, es decir, del 2,8% de la población. Ello demuestra lo difícil que es el logro de este ideal cuando las cifras han disminuido. Obviamente, las desigualdades que se detectan actualmente serían mayores sin dichos avances. Y esas desigualdades afectarían a una mayor amplitud de campos.

Es frecuente que en el debate político y en los mensajes de los mass media el tema general de la dicotomía igualdad/desigualdad derive al subtema específico de la desigualdad de ingresos en la sociedad nacional. Ello por varias razones. Una de ellas es, obviamente, por la importancia que para las oportunidades de vida de los individuos y las familias tiene el ingreso. Otra razón es porque la mayor parte de la investigación socioeconómica  actual acerca de las desigualdades se refiere al mencionado subtema.  En los últimos años en Chile se ha puesto de relieve la desigualdad educacional que se correlaciona con el status económico de las familias. Todo apunta, entonces, a la priorización del estudio y las propuestas de acción sobre la diferencias de ingreso. En lo que sigue se hará mención a varios de los últimos estudios acerca de esta realidad.

La desigualdad de ingresos, y su exageración, es una característica del vigente capitalismo transnacional y globalizado tendencia que está lejos de disminuir en los últimos años. En los Estados Unidos, por ejemplo, ella aumentó con la actual crisis. En efecto, según el Servicio de Impuestos Internos norteamericano el 1% más rico se quedó con el 19,3% del total de los ingresos en 2012, su porcentaje más alto en ocho décadas. En cuanto al 10% más rico llegó al porcentaje récord (48,2%) de los ingresos totales ese año. (Paul Wiseman; El Mercurio; 13 septiembre 2013; p. A 8.)

El fenómeno del aumento de las desigualdades en los ingresos es universal. Ello concita la atención en numerosos países que tienen diferentes sistemas políticos: en China, Europa, USA, América Latina. Sería absurdo proponer en todos ellos un cambio educacional para enfrentarlo. Una iniciativa de gran interés  ha surgido en Suiza: propone que al interior de una empresa u organización ningún ejecutivo pueda ganar más de doce veces lo que gane el empleado que menos gane en esa organización. Es la propuesta 1:12 de David Roth, un joven activista del movimiento contra las diferencias salariales. Hoy en Suiza la desigualdad salarial supera con holgura el 100 a 1. Esta propuesta, que ya ha sido aprobada en varios cantones, será puesta en votación de los ciudadanos en el referéndum que se realizará el 22 de noviembre del presente año. (Véase El Mercurio; 1 septiembre 2013; p. B 2). Es la modalidad que existe en la democracia suiza para aprobar las principales leyes del país.

La iniciativa de David Roth tiene como marco a las organizaciones de trabajo. Naturalmente que en países, como el nuestro, en que existe una gran heterogeneidad estructural en la economía, las diferencias entre empresas pueden ser grandes. De modo que un arreglo al interior de ellas deja subsistentes grandes desigualdades en el marco del conjunto de la economía. ¿Pero podría operarse de otro modo? ¿Cuál, cuáles otras posibilidades de acción?

En nuestro país aumentaron, en los últimos treinta años las diferencias salariales que ocurren entre los distintos sectores económicos y al interior de ellos. Véanse las disparidades existentes entre y dentro de la minería, el comercio, la construcción, la agricultura, el servicio público. Y de modo transversal las diferencias entre el empleo formal y el precario; entre trabajadores directos y subcontratados. Al interior de las empresas la brecha entre los altos ejecutivos y el resto se ensanchó. Respecto de la situación de los trabajadores, de sus condiciones de trabajo y de vida, los gobiernos democráticos hicieron grandes esfuerzos, en especial respecto de la legislación correspondiente. Sin embargo, como saben los expertos, es difícil señalar cuánto impacto tiene la ley laboral en el mundo real. En Chile se ha confiado demasiado en la legislación en perjuicio de la realidad. En el orden laboral el problema no es la falta de leyes; es el escaso cumplimiento de la ley existente.

Al evaluar las políticas sociales es necesario averiguar por qué, a pesar de ellas, la distribución del ingreso es tan regresiva ahora como en 1990. En este periodo de la historia económica del país  el capitalismo chileno experimentó una importante acumulación de capital. El PIB total en 1990 fue de US$ 32.982 millones y en 2013, según proyección, sería de US$ 333.454 millones, ambas cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI). Ello fue facilitado por la estabilidad política general y la económica, en particular. Esa acumulación le ha permitido al gran empresariado realizar fuertes inversiones no sólo en el país sino también en el exterior. En efecto, entre 1990 y diciembre de 2012, la inversión directa en el exterior alcanzó a los US$ 71.111 millones, según la  DIRECON, del Ministerio de Relaciones Exteriores. Acumulación e inversiones que han grandemente  usufructuado de un fuerza de trabajo disciplinada, endeudada (en tanto consumidores) y, frecuentemente, angustiada. El Producto Interno Bruto (PIB) per cápita es de más difícil cálculo. Desde luego requiere de la existencia de un dato duro, que ha sido evasivo para el país:  la cantidad de habitantes. Como es sabido el Censo del 2012 resultó fallado. A la fecha sólo se cuenta con estimaciones asumidas por instituciones nacionales e internacionales. EL FMI estima que el PIB per cápita en Chile, en 2013, sería de US$ 19.474 y la población la calcula en 17,5 millones de personas Mensualmente el PIB per cápita sería de US$ 1.623. Al precio de 502 pesos cada dólar ello equivale a  $ 814.746. Ahora bien el salario mínimo en el 2012/2013 fue de $ 191.000 y según la Fundación SOL, especializada en estudios laborales, habría sido percibido por unos 800 mil trabajadores. No se encuentran datos confiables acerca del total de personas que cobran menos del mínimo. Pero ¡que de haberlas, las hay!  Los estudios hablan de diferencias salariales entre hombres y mujeres, entre sectores de la economía, entre provincias, entre niveles educacionales, entre categorías ocupacionales. Los propietarios de grandes empresas, sus ejecutivos, los miembros de los directorios, los asesores económicos y los consultores legales, profesionales exitosos (por el lado económico) de las ingenierías, la medicina, la abogacía, la arquitectura, la publicidad,  los llamados  “rostros” de la TV, todos ellos  forman el núcleo básico de los que concentran la parte del león del ingreso en el país. El PIB per cápita es un promedio y los promedios, como es sabido, suelen esconder el lado oscuro de la realidad. Así, por ejemplo, si usted y yo estamos en un restaurante y yo me como un pollo y usted ninguno la estadística que da cuenta de los promedios dirá que hemos comido medio pollo cada uno. Usted queda con hambre y defraudado, y yo satisfecho. Por ello es muy importante la realización de estudios más refinados que den cuenta del  reparto de la riqueza en la sociedad. ¿Cuánto del ingreso nacional se lleva el 1% más rico? ¿Cuánto el 10%? Lo más frecuente en Chile es que en los mass media sólo se den referencias acerca de los quintiles.

Investigadores de la Fundación SOL calcularon el ingreso mensual del 1% más rico, con datos de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) del año 2009. Hay que considerar que esta encuesta subestima un tanto los ingresos provenientes de las rentas del capital. Ellos escriben:
“El ingreso mensual promedio del percentil 100 (1% hogares más rico) es $7.843.061. Son cerca de 45 mil hogares que sin duda viven en otro Chile. En 1990 la diferencia entre el ingreso autónomo de estos hogares y el 10% más pobre era 84 veces. En 2009 la brecha aumentó a 123 veces (un 46%). El ingreso autónomo promedio por persona en este grupo es de $3,8 millones, mientras que en el 10% más pobre es de $14 mil, una diferencia de 260 veces, que en 1990 era de 158 veces (es decir, un aumento de 65%)” (Gonzalo Durán y Marco Kremerman; “Desigualdad en Chile: el problema es el 1% más rico”; Columna en El Mostrador, periódico online, 2 de abril de 2012).

Por su parte el Servicio de Impuestos Internos (SII)  entregó información sobre la Operación Renta 2013, correspondiente a los ingresos percibidos por las personas en el año calendario 2012, distribuidos en tramos de ingreso. El más alto tiene un ingreso mensual de $6.131.000, donde se encontraban 28.211 contribuyentes. En el extremo opuesto un 78,7%, más de 7 millones, declararon ingresos menores a los 543 mil pesos. Según estos antecedentes es posible señalar que el 93% de los contribuyentes declara ingresos mensuales inferiores a un millón 200 mil pesos.

También el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) entregó los resultados de la Encuesta de Presupuesto Familiar, EPF 2012, estudio que detalla los ingresos y gastos de los hogares con un cobertura representativa del 70% de la población urbana de Chile. En un alta proporción los hogares tienen bajos ingresos. El promedio de las rentas mensuales es de $885 mil, con un  50% de la población con ingresos inferiores a $558 mil; la concentración, a su vez, es alta por lo que la distancia entre los ingresos altos y bajos es grande. Es así como el 20% de los hogares de bajos ingresos perciben menos de $260 mil. La encuesta constata, además, que en más de la mitad de los hogares los gastos superan a los ingresos, lo que podría interpretarse como un extendido endeudamiento; y que  los hogares con jefatura femenina perciben, en promedio, ingresos 33% inferiores al de aquellos cuyo jefe es un hombre. (Véase Hugo Lavados; “Ingresos y gastos en Chile: bajos y concentrados”; Santiago: El Mercurio; 4 de octubre de 2013, p. A 2).

Investigadores de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile han publicado una investigación con mayor sofisticación metodológica en la han utilizado  datos oficiales del Servicio de Impuestos Internos  sobre ingresos declarados por las personas naturales. Aprecian esta información como superior a la provenientes de encuestas a hogares, como la CASEN. Sus cálculos indican que la información de la Casen subestima la desigualdad de ingresos en Chile por razones provenientes del instrumento mismo.

El foco central de la atención de este estudio está puesto en el ingreso de los  “súper ricos”, los del 1%, 0.1% y 0.01%  más rico de la población, que es donde realmente se concentraría el ingreso. Es lógico que sea en este nivel donde ello acontezca. Sin embargo, lo importante es conocer la cuantía de esa concentración, tanto en relación al resto de la población del país como en relación a lo que sucede al respecto en otros países, sobretodo en aquellos de mayor nivel de desarrollo. Los autores despejan, con sus cálculos, las dos preocupaciones.

Ellos dicen: “aun en base a una estimación conservadora del ingreso de los súper ricos, su participación en el ingreso personal total es extraordinariamente alta, llegando a más de 30% para el 1% mas rico, 17% para el 0,1% mas rico y más de 10% para el 0,01% mas rico en promedio durante el periodo 2004-2010” (Véase Ramón López, Eugenio Figueroa B. y Pablo Gutiérrez C; “La ‘parte del león’: nuevas estimaciones de la participación de los súper ricos en el ingreso de Chile”; Santiago: Departamento de Economía, Universidad de Chile; Serie Documentos de Trabajo; marzo de 2013; p.28)

Más adelante agregan:

“Las estimaciones obtenidas para Chile muestran que el país es por lejos el más concentrado entre todos los países para los cuales existen datos basados en declaraciones tributarias oficiales y estimaciones de las ganancias de capital de las que se apropian los estratos más ricos. El 1% más rico de Chile recibe 2,6 veces más ingresos como proporción del ingreso total del país que lo que en promedio recibe el 1% más rico en los 7 países para los cuales existen datos que incluyen ganancias de capital para el periodo considerado. Más aún, mientras que el 0,1% más rico en Chile se lleva cuatro veces más que el promedio de la muestra de países, el 0,01% más rico se apropia de casi 6 veces (5,8) la proporción de la que se apropia, los que pertenecen al 0,01% más ricos en los otros 6 países de la muestra.” ( Ibid.; p.29).

En la siguiente figura, donde se excluyen las ganancias de capital, se grafica  una comparación en la que  las cifras muestran que, en promedio del periodo, la participación de  estrato formado por el 1% de los más ricos en el ingreso total de Chile es alrededor del doble de la participación media que se verifica en los otros 17 países de la muestra. (Tomada de Ibid.; p.16)




Está claro que la cuantía del ingreso que se llevan los “super ricos” en Chile es muy alta en comparación  con el resto de la población chilena. Pero, además, y ello es lo importante de este estudio se comprueba que  la proporción del ingreso apropiado tanto por el 1% más rico como por el 0.1% y el 0.01% es mayor para Chile que para los seis países desarrollados con los cuales se hizo la comparación: Estados Unidos, Canadá, Alemania, Japón, España y Suecia. Ello se muestra en la Figura 6 de los investigadores para el 0.01% más rico, donde se incluyen las ganancias de capital para los años 2005 a 2010. (Ibid.; p.28)




Los ciudadanos que en Chile desean alcanzar el desarrollo han de saber que este viene acompañado con una disminución importante de las desigualdades en el ingreso. ¿Es una condición del desarrollo disminuir las inequidades?

Los autores calculan el coeficiente de Gini, incluyendo las utilidades no distribuidas en los ingresos, para los años 2005 a 2010. El coeficiente va desde 0.62, el año más bajo a 0.64, el año más alto; siendo el promedio de todo el periodo 0.63. De estos cálculos resulta que el coeficiente de Gini está más próximo a la “perfecta desigualdad” que el que habitualmente se menciona en los medios de comunicación. Como se sabe este coeficiente se utiliza habitualmente para medir la desigualdad de ingresos en la población. Los valores van del 0, que indica una  perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) a 1, que indica una perfecta  desigualdad(uno tiene todo el ingreso y el resto nada). El coeficiente de Gini puede utilizarse también para otras distribuciones desiguales.

Este tipo de investigaciones, que debieran profundizarse, dan cuenta de la desigualdad de ingresos en Chile, en la población total.  La desigualdad de ingresos entre hombres y mujeres ha recibido y recibe la atención de numerosas instituciones que se dedican a los temas de género, tanto en Chile como en América Latina.

Uno de los primeros estudios realizados al respecto en el marco de Naciones  Unidas, que se refería al continente en su conjunto,  fue publicado por el Programa Regional del Empleo para América Latina y el Caribe (PREALC), de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT). Se trata de la investigación realizada por el autor de estas líneas, en su calidad de consultor externo de esa institución. (Véase Manuel Barrera; Participación Laboral Femenina y Diferencias de Remuneraciones según sexo en América Latina; Santiago: PREALC; 1978; 132 páginas.) Ese mismo año PREALC publicó otro estudio realizado también por Manuel Barrera en colaboración con la economista sueca Kristina Goncalves: Participación laboral y condiciones salariales de la mujer en América Latina, Estados Unidos y Canadá. En esta investigación se contrastan los salarios de mujeres y hombres con muy amplia información estadística.

La preocupación por las desigualdades debe abrirse a otras áreas. Ello ha ocurrido en los últimos años en Chile con la desigualdad en el campo de las orientaciones sexuales y, en menor medida, en el área de los pueblos indígenas y su relación con la sociedad mayor. Sin embargo, en varios otros aspectos se han realizado avances modestos tanto en el estudio como  en políticas públicas. Ello acontece en las áreas de las  relaciones laborales, la familia, el acceso a la salud,  a la educación y otros.
Dado que el tema es más amplio que el de las meras desigualdades de ingresos algunos países han creado reparticiones públicas que se preocupan de él. Es el caso, por ejemplo, del Estado italiano y su Ministero per le pari opportunité, el Ministerio para la Igualdad de Oportunidades, cuya estructura administrativa es el Dipartimento per le pari opportunité que asiste al Ministro en la preparación de las propuestas de leyes gubernamentales,  en las intervenciones de coordinación de los diversos organismos y en la representación ante los organismos internacionales. También en Suiza existe un organismo público de carácter estatal y cantonal encargado de la promoción de la igualdad. Como sucede en muchas otras democracias la Constitución federal suiza consagra la garantía de los derechos fundamentales y el derecho de igualdad entre los individuos. Ello es muy importante ya que el régimen político consagra el referéndum popular facultativo para la legislación, tanto a nivel federal como cantonal.

CONSIDERACIONES FINALES

1.- El tema general de las desigualdades en las sociedades nacionales modernas es un  tema amplio que dice relación con numerosos aspectos de la vida social. Actualmente en nuestro país el interés está puesto fundamentalmente sobre la distribución de la riqueza nacional y en el acceso a la educación y la salud.

2.- El interés por la igualdad en las democracias occidentales se remonta a la Revolución Francesa, la que puso en paralelo liberté con égalité. El tema general de la igualdad, en la perspectiva antropológica, filosófica y política, se remonta a los clásicos de la Grecia antigua. Reflexiones contemporáneas sobre la dicotomía igualdad/desigualdad pueden verse en Norberto Bobbio; Derecha e Izquierda. Razones y significados de una distinción política; Madrid: Taurus. 1996. Acerca de las relaciones entre igualdad y libertad se puede consultar Ralf Dahrendorf; Sociedad y Libertad; Madrid: Editorial Tecnos, 1966.  Ambos con extensas referencias bibliográficas.

3.- Un reciente estudio, con perspectiva histórica, sobre la tendencia del capitalismo desarrollado a la desigualdad, con una extensa base estadística, se encuentra en el libro de un economista francés. Véase; Thomas Piketty (en la foto); Capital in the Twenty-First Century; Harvard University Press; April 2014. Traducción del francés por Arthur Goldhammer. Título en la versión original: Le Capital au XXI siècle. El autor describe las grandes dinámicas que manejan la acumulación y distribución del capital desde fines del siglo 18 a la fecha, en 20 países.                        

Una conclusión, de carácter general de este trabajo de investigaciónn advierte que la “concentración extrema de los patrimonios amenaza los valores de la meritocracia y de la justicia social de las sociedades democráticas”. Otras palabras del autor: “Las desigualdades siempre han sido una fuente de preocupación, pero lo nuevo en este libro es que reuní una gran cantidad de datos históricos. Hasta hace poco, había relativamente pocas pruebas”.
Según el Premio Nobel y columnista de The New York Times, Paul Krugman, el libro de Piketty “revoluciona nuestra manera de abordar las disparidades económicas poniendo a los ricos en el centro del debate”. “Al anunciar la llegada de un ‘capitalismo patrimonial’, esta obra va a cambiar la manera en la que pensamos nuestra sociedad y la economía”, sostiene Krugman en New York Review of Books.

Las desigualdades están preocupando a numerosas sociedades en nuestros días. Sin duda una investigación histórica como ésta, que prueba no sólo su existencia sino también su amplitud, constituye una poderosa motivación para generar políticas públicas tendientes a disminuirlas. El autor aboga por aumentar fuertemente los impuestos a los ricos.

4.- En las reflexiones en torno la igualdad y la desigualdad como categorías antropológicas se observa una distinción en su tratamiento de parte de los autores que políticamente podrían adscribirse a un pensamiento de izquierda o de derecha. Los primeros tienden a pensar que los seres humanos son más iguales que desiguales, en tanto que los segundos se inclinan por considerar que ellos son más desiguales que iguales. De ahí derivan consideraciones más específicas acerca de la organización social y económica. Sin embargo, de esta discusión está claro que los seres humanos son iguales en algunos aspectos y desiguales en otros. También existe conciencia de que a fin de que prevalezcan los valores de libertad, bienestar y paz, es conveniente favorecer acciones que tiendan a generar condiciones sociales y económicas de mayor igualdad. Eso lo aprecian las sociedades más civilizadas, sin, por ello, desconocer la existencia de las individualidades que aportan cuotas de desigualdad.

5.- Los estudios presentados en este artículo coinciden en que en Chile existe hoy en día una cierta exageración en la desigualdad entre los “súper ricos” y el resto de la población. Ella aparece cuando se analiza  lo más alto de la distribución ya que dentro de la mayor parte de la población (en el 95% de ella o algo más) la inequidad tiende a disminuir ostensiblemente. Por tanto, existe un espacio para el desarrollo de políticas por parte del Estado tendientes a atenuar (no a eliminar) estas diferencias.

6.- En el momento actual conviene informarse y estudiar las diversas medidas que en diferentes países se están proponiendo o están ya en práctica a fin de disminuir esta tendencia natural del mercado, que acentúa las desigualdades económicas de lo cual se desprende aquello que llamamos “oportunidades de vida”. El mercado por sí mismo, en el actual esquema económico, sólo las exagera no las corrige. Y la globalización las ha expandido a una escala planetaria.


7.- En el contexto del actual esquema económico dominante hay quienes tienen una visión pesimista la que pudiere ser, en muchos contextos políticos, realista. Así, por ejemplo, el autor Jeremy Seabrook en The Race for Richess: the Human Costs of Wealth; Basingstoke: Marshall Pickering, 1988; pp.168-169 dice:
"Los pobres no viven en una cultura diferente de la de los ricos. Deben vivir en el mismo mundo creado para beneficio de los que tienen dinero. Y su pobreza es agravada tanto por el crecimiento económico como por la recesión y la falta de crecimiento." 
No es una visión muy popular para tiempos de elecciones, donde el optimismo tiene, obviamente, más crédito. Sin embargo, hay que tenerla en cuenta para calibrar con especial cuidado las dificultades que cualquier propuesta igualitaria encontrará en el camino.


8.- Una política más amplia destinada a enfrentar las desigualdades en los diferentes aspectos de la vida social, más allá de los ingresos, requiere de iniciativas complejas y permanentes, tanto del Estado como de la sociedad toda. Ello reforzaría los logros obtenidos en los últimos treinta años, a la vez que los ampliaría a diversos otros aspectos de la realidad social. Uno de ellos es el importante tema de los valores culturales elitistas y segregacionistas que impregnan la convivencia de las diferentes clases, estratos, y grupos de amistad y ayuda mutua que estructuran nuestra realidad social, política y económica.

Por otro lado, hay que señalar que todas las políticas sociales exitosas ayudan a este propósito, en especial aquellas destinadas a eliminar la pobreza y la pobreza extrema, así como las políticas específicas de educación, salud, vivienda, empleo.
9.- Los triunfos de Michelle Bachelet, como Presidenta, y de la coalición que la apoyará en el Parlamento, Nueva Mayoría, facilitará la aplicación de políticas tendientes a mejorar las instituciones democráticas con su proyecto de reforma constitucional. Asimismo, el programa de reformas educacionales tiene el propósito de generar mejores condiciones para evitar la extrema segregación socioeconómica actual en esta materia. Por otra parte, si ello se financia con mayores tributos para las empresas y con otras medidas que, en general, afectan a los grupos de mayores ingresos, entonces, se habrá adelantado en la difícil pero necesaria tarea de atenuar las desigualdades tanto del orden social como del económico.


Santiago, 2013
    



 

2 comentarios:

Manuel Barrera Romero. Sociólogo y Profesor de Filosofía dijo...

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