martes, 15 de julio de 2014

Temas vocacionales


Frecuentemente he pensado, en los últimos años, acerca del trayecto de mi vida desde la perspectiva vocacional. Este tema surge, en buena parte, como consecuencia de encontrarme a estas alturas de la vida con una precariedad económica que limita mis oportunidades y me crea un sentimiento de incertidumbre acerca de los años finales. Hasta ahora he tenido la suerte de no tener enfermedades que obliguen a grandes gastos, pero ¿si ocurren en el futuro? Y ello me preocupa. Dicha precariedad se hizo evidente cuando con la crisis del 2008/2009,  perdí alrededor del 40% de mis ahorros que, sin ser cuantiosos, me permitían vivir con tranquilidad.  Los intereses de los depósitos complementaban el monto mediocre de mi prematura jubilación, obligada por la Universidad intervenida por la dictadura militar. Todo ello aporta un cierto desencanto y dudas sobre mis habilidades para desenvolverme en las condiciones del medio social nacional. Dudas que, sin embargo, no son de reciente data. Ya en mi adultez pensé que mi personalidad se habría adecuado mejor a una sociedad más desarrollada, más meritocrática y menos clasista y de no tan poderosas “ trenzas de amistades” que la chilena. Acá las redes de compadrazgo social y político tienen primacía, para el progreso personal. Nuestra sociedad está organizada de un modo marcadamente estratificado, donde el lugar de residencia, la educación, el acceso a la salud, el empleo, el ocio, el prestigio social están correlacionados con la clase social de pertenencia. Todas las variedades de commercium, comensalidad y connubium se realizan al interior de cada estrato social, como en las sociedades de castas. Las palabras de Enrique Lihn, el poeta indócil, me interpretan:

“No me avengo ni con los partidos ni con las iglesias, ni   con las mafias, ni con las camarillas”

En tanto yo, ingenuamente, viví muchos años bajo la consigna de que “el trabajo todo lo vence”, labor omnia vincit. Y esa fue mi prioridad. Con ello descuidé las incorporación en redes que me aseguraran puestos de trabajo e ingresos compatibles con mi productibilidad intelectual y con una tranquilidad en los años finales.

Imbricados con los aspectos vocacionales, aparecen los rasgos de mi personalidad. Y con éstos la estructura familiar, la vida sin hogar en la mayor parte de la infancia y juventud. La ausencia del padre, quizás, factor decisivo.

En los primeros diez años de escolaridad ningún interés se había manifestado claramente, salvo el del estudio y el de los juegos vinculados no con el ejercicio físico sino con el intelectual. No era jugador de football ni nada parecido, sino de ajedrez. En los años terminales de la secundaria se manifestó un interés por el liderazgo de grupos y las cuestiones sociales. Por ello mis maestros me orientaron a los estudios de leyes, consejo que no seguí. Fue en el Instituto Pedagógico donde experimenté emocionalmente la vivencia de lo social/político. Participación en desfile contra la Ley de Defensa de la Democracia dictada en el gobierno de Gabriel González Videla, que ilegalizaba al Partido Comunista y que,  además, perseguía al movimiento sindical afín al mismo. Al interior del sindicalismo obrero, minero e industrial, era mayoritario en el país junto al Partido Socialista su aliado a veces, y su contrincante, otras. Mi participación a las concurridas celebraciones del Primero de Mayo, eran desde el punto de vista emocional, como las experiencias vividas en las ceremonias religiosas importantes de la infancia. En ambas había una comunión con algo superior, que rebasaba los límites de mi individualidad. Me sentía inmerso, envuelto, arropado por un ser superior que superaba con mucho los límites de mi persona y de todas las otras que estaban presentes y así, unánimemente, éramos también superiores.
  
Es así como se conjugó el sentimiento de solidaridad con una comunidad, con la inclinación intelectual. El aspecto social se asociaba, en aquél entonces, con la sensibilidad sobre la pobreza, los desfavorecidos y explotados en este mundo, que  en la época se expresaba como la clase obrera. Solidaridad, en especial, con esa condición social y, en consecuencia, con los que compartían ese sentimiento. Sin que fuese muy claro en ese momento empecé a situarme políticamente cercano a las ideas socialistas. Al comienzo me parecía que ello se manifestaba de un modo más auténtico en el ideario comunista en Chile por su lucha por la libertad frente a la persecución política, por su cercanía con los sindicatos y con los pobladores, por su oposición al imperialismo norteamericano que intervenía en América Latina en contra de gobiernos progresistas, como el de Arbenz, en Guatemala, y el apoyo a Gabriel González Videla, en Chile. Elegido éste con los votos comunistas se volvió en su contra. Sobretodo me impactó que Pablo Neruda fuera esencial en su elección, como jefe de propaganda de su candidatura, ocasión en que escribió el poema “El pueblo te llama Gabriel”. Y luego lo persiguiera con saña e ilegalizara al Partido Comunista. Neruda escribió, entonces, el poema “El pueblo te llama traidor”.

Todo ello creó un movimiento de agitación estudiantil que se expresaba en una intensa discusión política e intelectual, estudio del marxismo y creación artística, sobre todo en el terreno de la poesía y el teatro, y la lectura de la novelística latinoamericana. Así lo viví en el Instituto Pedagógico donde estudiaba Filosofía. Sin embargo, el mismo tema de mi memoria para obtener el título de Profesor de Filosofía, el movimiento de reforma universitaria en Chile, indicaba que mi vocación, a esa altura de mi vida, se inclinaba más por lo social que por lo filosófico.
La inclinación por lo social corrientemente incita a los jóvenes de nuestro país al compromiso político y, más aún, a la vida política. En mi caso me llevó a participar en grupos juveniles universitarios, aunque nunca a involucrarme orgánicamente en un partido político. Participaba, me agradaba, tenía amistades todo teñido de afinidades intelectuales o literarias. El grupo de poetas, de asistentes al teatro, de lectores de obras literarias, de compañeros de filosofía tenía más peso en la conversación diaria. Todos con idearios izquierdistas, algo vagos, ensueños juveniles, sentimientos más que certezas ideológicas. Mis compañeros y amigos judíos soñaban con un Israel socialista; por ello se fueron a vivir una dura experiencia de trabajo y sacrificio en los kibutz lo que sólo algunos soportaron y persistieron. Otros muchos volvieron al más suave capitalismo subdesarrollado.

Mi alejamiento de las ideas políticas y del grupo juvenil comunista, con cuyos integrantes me vinculaba, se consolidó cuando tuve conocimiento del informe que Nikita Jruschop pronunció  el 25 de febrero de 1956, en el XX Congreso de Partido Comunista Soviético, en sesión secreta, acerca de los crímenes de José Stalin. Fue una enorme desilusión, quizás, la primera en mi vida aún juvenil. Desde entonces nunca quise integrar como militante, a un grupo, partido o secta alguna política u otra. Cuando he tenido alguna participación en actividades políticas lo he hecho como un independiente simpatizante del Partido Socialista. Al día de hoy me declaro con ideas de izquierda, en cuanto favorecen la justicia social, la libertad individual, el orden institucional democrático, la igualdad. Y más que adherir a un partido, adhiero a los partidos y líderes que mejor encarnen esos ideales. Claro que, con los años, he agregado cuotas de escepticismo al accionar político de mi país. Desafortunadamente ya no creo en ningún paraíso ni en este ni en el otro mundo. Es decir, ya no creo en “las grandes narraciones”. En el siglo pasado la mayor parte de ellas terminaron en grandes tragedias, en dictaduras personalistas o de pequeños comités. Pero me mantengo como un ciudadano que cumple con sus deberes cívicos y que tiene fe en la acción del hombre para mejorar su destino, “en la medida de lo posible”, que es menos que lo que predican muchos apóstoles que concursan a cargos públicos.
  
Después de la experiencia filosófica (su estudio y su docencia) mi vocación tomó su curso definitivo: la investigación social. Estudio de la Sociología primero. Luego investigaciones, publicaciones, seminarios, docencia universitaria en Chile y en el extranjero, promoción de actividades, asesorías, conferencias en Universidades,  dirección de organizaciones, actividades colegiadas de la profesión, columnas en diarios, etc.

En sociología existe una variedad de especialidades: sociología urbana, sociología rural, sociología política, sociología organizacional, sociología del trabajo, metodología de la investigación social, sociología de las religiones, etc. En principio, tanto por  inclinación personal como por circunstancias de mi adscripción laboral en la Escuela de Economía, derivé a la Sociología del Trabajo, en la denominación francesa o Sociología Industrial, en la norteamericana. Mi primera participación en una investigación empírica de carácter nacional fue un estudio de opinión de dirigentes de sindicatos industriales chilenos. Una encuesta a 231 dirigentes de sindicatos de empresas, la primera en Chile de esa magnitud. Dichas entidades que se denominaban, de acuerdo al Código Laboral, sindicatos industriales eran las organizaciones de la base sindical más numerosas y poderosas del país. A sus presidentes se les aplicó un cuestionario con cerca de 200 preguntas. La investigación fue dirigida por el Profesor Henry A. Landsberger de la Universidad de Cornell. Yo ayudé a redactar el cuestionario, dirigí el trabajo de campo, y realicé numerosas encuestas en Santiago, Valparaíso y Concepción. Todo ello en el marco de mi trabajo como investigador del Instituto de Administración (INSORA), de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad de Chile. Este estudio constituye hasta el día de hoy (junio del 2014) la investigación empírica sindical más amplia que se haya realizado en el país.
Para informar de los resultados de esta encuesta se realizaron  varias  publicaciones de análisis. En algunas de ellas  fui coautor y, en otras, autor. Además me correspondió dar varias entrevistas en la prensa chilena. La investigación tuvo bastante resonancia e interesó, incluso, al Presidente de la República don Eduardo Frei Montalva  a quién hube de enviarle un libro, escrito por mí y publicado por el Instituto de Administración. El Presidente me envió una conceptuosa carta de agradecimientos, misiva que tendría, inesperadamente, sorpresiva importancia en un momento crucial, septiembre de 1973.
Sobre esta investigación publiqué en la revista Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Chile dos artículos bajo el título “Acerca de los sindicatos industriales chilenos” I en el número 80-81, 1963. Y, con el mismo título, el II en el número 82, en 1964. Además, el Instituto de Administración publicó el libro El sindicato industrial: anhelos, métodos de lucha, relaciones con la empresa. Una primera edición en 1965 y una segunda en 1966. Otros materiales fueron publicados en colaboración con el Dr. Henry Landsberger en la Revista Industrial and Labor Relations Review; abril 1964, de la Universidad de Cornell. Fue traducido y publicado en castellano por el Instituto de Administración.
Esta investigación me instaló como especialista en el movimiento sindical chileno. Muchos colegas chilenos y extranjeros (argentinos mexicanos, ingleses, norteamericanos) me percibieron como tal. Fue así como recibí a estudiosos de esos países que solicitaban entrevistas cuando venían a Chile y recibí invitaciones a seminarios en sus países. Era un tema de moda en la época. Aunque yo estaba interesado en el tema no estaba totalmente convencido de ese fuera el único contenido de mi trabajo intelectual. En verdad nunca dejé de pensar y escribir sobre otros asuntos: la idea de Universidad, su misión y destino; los aspectos sociales del desarrollo económico; la integración latinoamericana. La fuerza de trabajo a  nivel nacional: participación en ella de las mujeres, diferencias en las remuneraciones, el empleo en sus variados aspectos, el sector informal de la economía. El tema de la participación social me interesó primero vinculado con las políticas públicas y la organización del Estado con fines de la planificación económica y social. A raíz de este interés, expuesto en algunos trabajos menores, me contactó la Oficina de la OIT en Santiago, dirigida en la fecha por el Sr. José Luis Bustamante, connotado diplomático peruano, quién me propuso la realización de una pequeña investigación que terminara en un artículo que publicaría la Revista Internacional del Trabajo, de la OIT, Ginebra, en varios idiomas. En  el respectivo contrato se especificada el tema: participación de las organizaciones empresariales y sindicales en la planificación económica y social de Chile. Realicé el trabajo incorporando toda la información empírica relevante tanto la referente a la organización del Estado como a la de los gremios empresariales y a los órganos sindicales. Incorporé, además, los resultados pertinentes de encuestas realizadas por el INSORA a ejecutivos de empresas (que replicaban la sindical) e información económica general relativa al tema. El texto del estudio fue publicado en Ginebra en tres idiomas: Manuel Barrera; “Participación de las organizaciones profesionales en la planificación económica y social de Chile”; Revista Internacional del Trabajo; Ginebra: VOL. 76, Núm.2 Agosto de l967; pp. 169-194.

Este trabajo fue bien apreciado, recibí numerosas muestras de ello. Fue mi primer contrato con la OIT, lo que se haría frecuente en el futuro. Nunca es suficiente insistirle a los estudiantes universitarios y a los jóvenes profesionales que las primeras responsabilidades laborales tienen una gran importancia en la imagen personal que se proyecte en el ámbito del trabajo. Constaté la positiva apreciación que se tenía en la sede central de la OIT de esa pequeña investigación en un casual encuentro que tuve en Arica con un alto funcionario de esa organización.
  
No recuerdo exactamente de que se trataba pero en la ciudad “de la eterna primavera”, Arica, la más septentrional de Chile, se realizó una reunión que convocó a académicos y a funcionarios internacionales. Sí recuerdo que visitamos la comunidad de un pueblo del altiplano, SOCOROMA, de origen precolombino, ubicado en la comuna de Putre a 3.060 metros sobre el nivel del mar, donde nos prepararon un “curanto en hoyo”, en la misma plaza del pueblo. En medio de ella hicieron un hoyo en la tierra de alrededor de un metro de diámetro y medio metro de profundidad. Costumbre ancestral en la América indígena. Con carbón y leña calientan las piedras, que deben ser lo más redondas posible u ovaladas. Cuando las piedras están al rojo retiran los restos de carbón y leña para poner el comestible sobre las piedras.  Ahí se hizo el cocimiento  de los ingredientes: carnes diversas, papas, variadas hierbas, bastante vino. Los habitantes de Socoroma (del aimara “chukuruma”) son todos de dicha etnia. Los funcionarios internacionales estaban felices tomando fotos de todo el procedimiento y del resultado final: las exquisitas carnes con  hierbas del lugar. En la misma plaza se instalaron mesas donde fue despachado el curanto en hoyo.
Gabriela Mistral en su “Elogio a las piedras” escribe:

 “Las piedras arrodilladas, las piedras incorporadas, las piedras que cabalgan; una que descansaba de 
espaldas, como un guerrero llagado, y me mostró 
una llaga cargada de silencio, tapada como de una 
cera de su puro silencio”

 El último día de la reunión en Arica se realizó un almuerzo de despedida. En la ocasión me senté al frente de un experto de la OIT con el cual entablamos una amable conversación. En medio de ella me pregunta por mi nombre, al oírlo me dice si yo soy el autor del artículo al que me he referido más arriba. A mi respuesta me dice que tiene interés en conversar conmigo en Santiago y me pasa su tarjeta de visita con la dirección de la oficina en que está instalado. Regreso a la capital con un dolor a la columna, que me molestaba en esa época. Sin  deseo de ir más allá de los lugares habituales, no tomo ninguna iniciativa para visitar a este señor. En suma, dejo pasar una eventual oportunidad que en ese entonces no sabía de qué podría tratarse. Era una época en que yo tenía una alta satisfacción con mi trabajo en la Universidad de Chile y en que su Rector, Juan Gómez Millas, me había convencido que el trabajo internacional era menos grato que el universitario. En el futuro no pude arrepentirme más de mi dejación y falta de interés. Este experto venía a Chile a instalar un programa de la OIT sobre empleo para América Latina y El Caribe que tendría una gran repercusión, el PREALC. Además esta nueva entidad asumiría las funciones de la  Oficina de la OIT para Chile, realizaría numerosas investigaciones para la región, asesoraría a muchos gobiernos en el tema; levantaría temas nuevos como el del sector informal de la economía y el empleo, el trabajo femenino, la inversión y la equidad, etc. El PREALC realizó numerosas publicaciones que elevaría el nivel intelectual del trabajo de la OIT en la región. Formaba parte del Programa Mundial del Empleo. Varios académicos de la Facultad de Economía así como alumnos que habían sido de su programa de postgrado ESCOLATINA, en especial argentinos, trabajaron ahí. A este postgrado vinieron a estudiar tres jóvenes desde la ciudad de Rosario del vecino país: Tokman, Geller, García. Los tres siguieron después cursos doctorales en Estados Unidos. Los tres volvieron a Chile y trabajaron en PREALC. Víctor Tokman, casado con chilena, se quedó a vivir en Chile, uno de sus hijos fue Ministro de Estado, una hija ha accedido también a altos cargos. Víctor Tokman fue por muchos años Director del PREALC, luego, Director de la Oficina Regional de la OIT para las Américas en Lima. Retirado de la OIT fue asesor del Presidente Lagos en La Moneda. Todos economistas.

Este episodio da cuenta de cómo mi visión de las cosas se conformaba con el trabajo universitario y no tenía  ni interés ni habilidad para explorar otras posibilidades, que tuvieran ventajas económicas y/o de status. Y esta pauta de reacción, el dejar pasar oportunidades de progreso económico, se repitió en el futuro varias veces.
   
Yo realizaría, después de salir de la Universidad de Chile varias consultorías en PREALC algunas de las cuales dieron lugar a publicaciones y otras fueron insumos para el trabajo de la organización. Una idea de la importancia del PREALC la da el hecho de que Ricardo Lagos Escobar, que sería Presidente de Chile, fue durante varios años subdirector de este programa. Por otro lado, las diferencias salariales, las condiciones de trabajo, incluyendo las garantías diplomáticas de los funcionarios internacionales, sus pensiones, etc. son largamente mejores que las de los académicos en puestos nacionales. Para no hablar de los desvinculados por la dictadura, como fue mi caso.

Otra temática que abordé en esa época fue la de la minería del cobre, especialmente la vida en los campamentos mineros, la orientación política de los sindicatos y trabajadores. Incluso la OIT, sede Ginebra, me encomendó la realización de un estudio más amplio para su “World Employment Programme Research” el Working Paper titulado La evolución de la producción, de la fuerza de trabajo y de los procesos productivos en la minería del cobre en Chile, publicado también en Inglés; Ginebra: 1990, cuando ya hacía tiempo que había salido de la Universidad de Chile. Aunque el estudio más importante lo había realizado antes en el Instituto de Economía: Manuel Barrera; El conflicto obrero en el enclave cuprífero; Santiago: Instituto de Economía y Planificación; 1973; 109 pp. Hacía referencia a la condición de masa aislada de los trabajadores del cobre que vivían y trabajaban en “ciudades de compañía”, los campamentos mineros. Analizaba también a la protesta obrera contra las empresas extranjeras: La “Chile Exploration Co”. , en Antofagasta; la “Andes Copper Co”., en Atacama y la “Braden Copper Co”., en la provincia de O’Higgins. Todas norteamericanas. Dicha protesta logra, a través del tiempo, su gran objetivo, el mejoramiento de las remuneraciones y de las condiciones de trabajo. Este estudio lo publicó también la Revista Mexicana de Sociología, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, en su número de abril-junio de 1978.

Pero las primeras imágenes que se forman sobre un investigador son persistentes. Es así como en una ocasión me encontré en la Universidad de Oxford, en el St. Antony’s College, con el sociólogo argentino Torcuato di Tella (actual embajador de Argentina en Italia) quién me preguntó ¿ché y vos conocés a todos los líderes sindicales chilenos?. Claro, esa pregunta en Argentina es muy válida por el rol político nacional que juegan esos líderes y porque su número no es de miles como en Chile donde existen los sindicatos de empresas y, ahora, de distintos RUT (Rol Único Tributario) dentro de cada empresa, lo que multiplica en número de pequeñas organizaciones sindicales. Yo conocí a algunos dirigentes de las centrales nacionales, trabajé con otros tres o cuatro dirigentes de federaciones en el Centro de Estudios Sociales (CES) que dirigía y creé; después en Ginebra compartía con delegaciones que iban una vez al año a la Conferencia de la OIT en el mes de junio, en especial con sus dirigentes nacionales como Arturo Martínez, Presidente de la CUT; Diego Olivares, también dirigente de la Central. Antes tuve algunas conversaciones con Manuel Bustos, a quién fui a ver durante su relegación en la provincia chilena, en tiempos de Pinochet, también con la dirigente María Rozas (Manuel y María fueron diputados, ahora fallecidos) pero nunca tuve programas de trabajo con ellos ni relaciones de amistad. Una razón simple, yo no era militante de partido, ni estaba interesado en el devenir sindical del día a día. Y ellos eran muy celosos de ambos aspectos. Ambos del Partido Democracia Cristiana.
De modo que me vocación se perfiló por un interés amplio. Tan es así que a continuación de mi participación en esa investigación sobre dirigentes sindicales y relaciones laborales en las empresas no interrumpí mis reflexiones y escritos sobre la Universidad chilena que publicaba en el “boletín de la universidad de chile”, primero, donde mi amigo el poeta Jorge Teillier, ayudaba al Director Enrique Bello en su edición. A modo de ejemplo: ahí colaboré, entre otros, con los artículos “Problemas sociales en la minería: visión universitaria” (junio de 1966) y con “El problema de la administración de los institutos académicos” (julio de 1966); “La universidad latinoamericana y la integración”, también en 1966. Más tarde, cuando tanto Enrique como Jorge se trasladaron a la edición de la Revista de Educación, órgano oficial del ministerio respectivo, publiqué en ella, varios artículos continuando con los temas sobre la universidad y la integración latinoamericana, el movimiento de reforma universitaria, sobre la evolución de la educación superior en el país. Más tarde continué con esta preocupación por en otros medios. Es así, por ejemplo, que cuando la Revista Mensaje, fundada por el sacerdote jesuita Alberto Hurtado hoy santo de la Iglesia Católica, publicó el número aniversario de sus 25 años me fue solicitado un artículo sobre la universidad: “Algunas contradicciones en el actual desarrollo de la Universidad chilena” Vol. XX, septiembre-octubre 1971; números 202 y 203.

En la fecha de esta publicación se había cumplido ya un año desde la elección del Gobierno de la Unidad Popular y, por tanto, se asistía a una situación política signada por la voluntad de cambios impulsados tanto por el gobierno, como por sectores numerosos  de la sociedad. Por su parte, las universidades se habían encaminado en un proceso de reformas desde fines de la década inmediatamente anterior. Por ello al iniciar el artículo escribía:

          “Las universidades chilenas viven hoy…una inquietud     profunda vinculada con el rol que desempeñarán en la sociedad nacional que transita hacia otro tipo de organización. Muchos son los universitarios que dudan acerca de si las mudanzas solicitadas años atrás con calor y vehemencia son realmente suficientes para definir dicho papel”.
 Se  reflexiona acerca de cómo la Universidad puede organizar la docencia para enfrentar la incorporación de numerosos contingentes de jóvenes que empezaban a acceder a los estudios superiores. Acerca de la necesidad de multiplicar los estudios de postgrado que recién comenzaban. También, con mayor extensión, el tipo de relaciones de la Universidad con la sociedad en una situación de cambios económicos y sociales. La reforma había puesto el acento en la organización interna y la participación de la comunidad de profesores y estudiantes en su gobierno. Pero las modalidades de la relación con el sistema productivo no se habían mencionado. Las relaciones entre los conceptos de participación, de autonomía, la noción de “engagement” popularizada por Sartre,  la de eficiencia y calidad del trabajo intelectual, son algunos de los temas que no bien resueltos pueden entrar en contradicción. También el artículo pone el acento en el necesario énfasis que, en la época, era necesario poner en el despliegue de la investigación científica, en un país donde el único lugar en que se realizaba era la Universidad. El último párrafo del artículo decía:

“Las transformaciones económicas y sociales que vive    nuestro país tienen potencialidades para el más alto desarrollo de las universidades. Que ellas se actualicen depende de muchos factores, algunos de los cuales son la forma concreta cómo se vaya configurando el proceso de masificación con su repercusión en la calidad del trabajo académico, la concreción que tenga el compromiso de estas entidades con los esfuerzos nacionales de reorientar el destino del país y su impacto en la difícil y a la vez indispensable autonomía, y el modo cómo participación y eficiencia se conviertan de procesos contradictorios en una unidad superior”. Ibid.; p. 459.

Ya en 1969 había reunido varios artículos sobre el tema de la Universidad en un libro publicado por el Instituto de Administración: La Universidad Chilena: Una Reflexión Permanente; Santiago: INSORA. El tema me apasionaba desde mis estudios de Filosofía, por lo que mi tesis para obtener el título de profesor fue sobre el movimiento de reforma universitaria que reunía a estudiantes y profesores progresistas que luchaban contra las prácticas, las concepciones y los fines de la Universidad tradicional: elitista, conservadora y ritualista. Sobretodo me interesaba promover la investigación científica en la única institución que en las sociedades latinoamericanas estaba en condiciones de realizarla. Y en el campo de las ciencias sociales para mí era prioritario el estudio de la realidad social en cada uno de nuestros países, realizado con metodología científica que fuera más allá de las intuiciones de los grandes ensayistas de la primera mitad del siglo XX como el argentino José Ingenieros, (El hombre mediocre, 1913); el peruano José Carlos Mariátegui (7 ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, 1928); el colombiano Germán Arciniegas (El estudiante de la Mesa Redonda, 1932; Entre la libertad y el miedo, 1952); el cubano José Martí (S. XIX, Nuestra América, 1891; Poesía completa, dos tomos, edición cubana de 1985); el uruguayo Enrique Rodó (Ariel, 1900); el chileno Alberto Edwards Vives (La Fronda Aristocrática, 1928) y otros. Todos ellos de gran influencia entre los universitarios reformistas y, en general, entre los intelectuales progresistas ya que vinculaban su quehacer teórico con la realidad política, cultural y social de sus países y del continente.

Pensaba, además, que las universidades eran un buen vehículo para promover el anhelo de integración que empezaba a surgir en el continente justamente como consecuencia de los escritos de esos pensadores. Era necesario, sin embargo, vincular de un modo más estrecho la ciencia social con el desarrollo económico y social.

El interés intelectual por la universidad se vio violentamente interrumpido por mi jubilación prematura y obligada de la Universidad de Chile, primero, y la masiva exoneración del Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación (PIIE), de la Pontificia Universidad Católica de Chile, después. Ambos eventos directamente conectados con la intervención militar de las universidades chilenas, sobre los cuales me referiré en otro apartado de esta autobiografía. De ahí en más había que sobrevivir y para ello adaptarse a las posibilidades de financiamiento de diversas agencias. En todo caso traté y logré compatibilizar esas posibilidades con mi vocación. Claro que todo se puso en movimiento y nada podía atenerse a una suerte de inflexibilidad intelectual.

Siendo el chileno Felipe Herrera Lane, primer Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, creó una institución ad hoc para el estudio y la promoción en el continente de las tendencias unitarias, el  Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL), con sede en Buenos Aires. El ex Secretario General de FLACSO, Gustavo Lagos Matus, también chileno, fue nombrado Director. Habiendo yo egresado de  FLACSO y escrito acerca de las tendencias integracionistas, que se veían en la época con un optimismo que, por desgracia, resultó frustrado fui fácilmente detectado para realizar un breve trabajo de investigación en esa institución, durante tres meses, si recuerdo bien. El compromiso asumido por mí fue escribir un texto de fácil comprensión para utilizarlo como material didáctico del Ministerio de Educación. Así fue como viajé solo, sin familia a Buenos Aires, donde me alojé en un Hotel a media cuadra de la Plaza de Mayo, donde se ubica la Casa Rosada cerca, además, de la muy importante calle Florida, en la época una de las más elegantes de la ciudad. A mitad de la estada hice un breve viajé a Santiago para compartir con mi familia. En ese Hotel se organizaban bailables los días sábados, donde no era necesario concurrir con pareja ya que, me imaginaba, se podía encontrarla allí. Yo sólo observé desde la puerta del salón, sin indagar sobre las normas de esa entretenida convivencia.
Es sabida la admiración de los chilenos por la carne argentina, la vacuna, por supuesto. Tomé la costumbre de comer de tarde un bife con un gran tomate, en un restaurante de calle Florida. 
La oficina de INTAL: amplia, bien instalada, con completa biblioteca sobre el tema, se ubicaba en la calle Cerrito, lateral de la Avenida 9 de Julio, una de las más anchas del mundo. Me llamó la atención que entre el personal de servicio había un encargado exclusivamente para servir café. Así los profesionales no salían a tomar café en las atractivas cafeterías del centro, un deporte sobresaliente de los porteños. Uno de los profesionales destacados del INTAL era el cientista político Natalio Botana, argentino, de una familia muy conocida en los círculos políticos y periodísticos de  Buenos Aires; sobrino del periodista uruguayo Natalio Botana. Publicó, posteriormente, gran cantidad de trabajos académicos sobre política y colaboraciones periodísticas, por todo lo cual la ciudad de Buenos Aires lo nombró ciudadano ilustre.
El director de INTAL vivía en un espléndido departamento en Buenos Aires no tan elegante como el que ocupara, por algunos años, Felipe Herrera en Copacabana, Río de Janeiro, siendo Presidente de no sé qué organismo internacional de los tantos que dirigió. Otro departamento ostentoso que me tocó conocer fue el del embajador de Chile ante las Naciones Unidas, en la Quinta Avenida, Nueva York, ocupado por Carlos Martínez Sotomayor a quién en Chile le decían por sobrenombre “chicharrita”. Todos ellos políticos de izquierda o de centro izquierda; todos ellos gente de gran inteligencia social y habilidad política. Estos tres personajes nombrados fueron, con distintos presidentes, ministros de Estado en Chile. En materia de altos cargos en organismos internacionales en América Latina se han destacado dos nacionalidades: argentinos y chilenos, más el uruguayo Enrique Iglesias, que se ha movido desde siempre por innumerables posiciones de privilegio.
Al volver a Santiago le dí la redacción final al librito Algunos Aspectos no Económicos de la Integración Latinoamericana; Santiago: Instituto de Administración, Universidad de Chile; 1969, 86 pp.  Al año siguiente publiqué en la Revista de Educación el artículo “Dimensión económica, política y sociológica de la integración latinoamericana”; Santiago: marzo-abril de 1970, números 24/25; pp.84-93. Con este artículo sucedió algo inesperado, la Fundación Ottocar Rosarios de Buenos Aires decidió otorgar el Premio América Latina 1970 al mencionado artículo y a la Revista que lo publicó. Es así como en noviembre del 1970 el embajador de Chile en Argentina, Hernán Videla Lira, ofició al Ministro de Relaciones Exteriores de mi país que aquélla institución me otorgaba una medalla de oro y un diploma por tal artículo. La Revista también obtuvo un “Diploma de Honor” y lo publicó en su número 30 de septiembre 1970. Todo sumamente formal y oficial.
Este interés por la integración se enmarcaba en la inquietud por la situación de subdesarrollo del continente. Se la estimaba como el paso necesario para salir de la periferia económica y acercarse a la situación material, social y económica de los países centrales. A la fecha existían dos esquemas de integración en el continente: La Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y el Mercado Común Centroamericano (MCCA). Ambos demostraron ser, posteriormente, esquemas precarios. También existía una iniciativa más restrictiva, subregional, el Pacto Andino del cual formó parte Chile desde 1969  hasta 1976, cuando se retiró por incompatibilidad con la política económica neoliberal del régimen militar. Durante el gobierno de la Unidad Popular (1970/1973) el embajador chileno frente al Pacto fue el abogado Juan Somavía, quién ocuparía desde entonces numerosos importantes cargos internacionales. Uno de ellos, Director General de la OIT. Cuando yo fui representante de Chile ante esta organización él estaba ejerciendo ese cargo. De vuelta al país, el gobierno de la Presidenta Bachelet lo ha nombrado, en el 2014, Director de la Academia Diplomática de Chile. El gobierno militar nombró como embajador con la misión de retirar al país del Pacto a mi compañero becado en la Universidad de Cornell, Adelio Pipino, quién posteriormente fue a Chicago a perfeccionar sus estudios de economía. En los últimos años,  después de un largo periodo, nos hemos reencontrado con Adelio, alrededor de una tasa de café acá en Las Condes.

El proceso de integración en esos años necesitaba un decisión política robusta y no la tuvo. La superación del subdesarrollo es, aún, una tarea pendiente. Unos países están más adelantados que otros y todos ahora concuerdan acerca de  que grados de integración económica se logran a través de un largo y extremadamente difícil proceso de graduales modificaciones de la realidad continental.
Ya en los primeros años de la década de los 70’s el giro de las preocupaciones intelectuales derivó hacia los acontecimientos políticos que ocurren con el acceso de la Unidad Popular al Poder Ejecutivo en Chile. El planteamiento de Salvador Allende de una revolución socialista a través de procesos democráticos atrajo la atención no sólo de los profesionales de las ciencias sociales en el país sino en el subcontinente y más allá, Europa y Norteamérica. Si la preocupación por la integración implicaba una actitud centrífuga respecto del país, los acontecimientos políticos obligaron a una mirada centrípeta. A partir de entonces dejé aparcado definitivamente el tema de la integración latinoamericana.
El sindicalismo me interesó en esta época sólo en el contexto del desarrollo social y económico del país, no de su papel al interior de las empresas, sino de su rol macrosocial. La empresa y, en general, las organizaciones de trabajo, y las interacciones al interior de ellas también quedaron fuera de mi interés intelectual. Lo que escribían mis colegas, especialmente los chilenos de la diáspora post golpe, sobre este tema (taylorismo, fordismo) que seguía vigente en América Latina, más bien me causaban aburrimiento y poco interés. En una palabra, el sindicalismo como el movimiento estudiantil, en cuanto movimientos sociales, que promueven mayores cuotas de participación social y, por tanto, de democratización fueron de mayor interés que los mecanismos de interacción al interior de sus organizaciones.

Por otro lado, hay que señalar que la economía capitalista venía experimentando  una mutación enorme al punto que, al día de hoy, la clase obrera ha dejado de ser la mayoritaria en la fuerza de trabajo, que la minería y la industria cuentan por porcentajes menores de trabajadores y que las reivindicaciones sociales que movilizan a la población son las propias de la clase media. La idea marxista de que la clase obrera sería el futuro de la humanidad no tiene ni credibilidad ni creyentes. Ya no existen los partidos obreros. Los partidos socialistas y comunistas están dirigidos por profesionales universitarios de clase media y, en muchos casos, cuentan con líderes provenientes de la clase alta, como el Partido Socialista de Chile. Nadie habla de la clase obrera o de la clase campesina como los desposeídos de la sociedad sino simplemente de los pobre y los extremadamente pobres.
En Europa en las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2014 los obreros al abandonado, en España, Francia y otros países, a la socialdemocracia y muchos al votado a los populismos de derecha. Los partidos socialistas están en Europa, pero los obreros que hacen huelgas están en China. Los trabajadores explotados por el capitalismo residen en el este, en Asia, adonde se fueron las fábricas con el proceso de deslocalización.

De este modo se fue gestando en mí una preocupación por los procesos mayores en el desarrollo de la democracia y el crecimiento económico. Fue así como la relación entre  tecnología y fuerza de trabajo, la participación popular, las políticas públicas, el empleo/desempleo, el sector informal de la economía y la pobreza  fueron los temas que empezaron a tener prioridad en mi preocupación tanto a nivel de investigaciones como en la promoción y organización de proyectos e investigadores.

Después de la caída del muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría el proceso de globalización tomó un renovado impulso, favorecido por las nuevas tecnologías de las comunicaciones y la información, las TICs. Adelantadas en este proceso fueron las empresas transnacionales, que lo comandaron. A partir de entonces muchos de los temas arriba mencionados empezaron a ponerse en el contexto del proceso de globalización.

En el concepto de globalización conviene distinguir dos significaciones. Por un lado, la globalización económica, que es, sin duda, una arista esencial del fenómeno total. Ella ha tenido como instrumento fundamental en su despliegue a las empresas multinacionales (ET). Por otro lado, la globalización en su sentido amplio, cultural y social. Ella está fuertemente ligada a la expansión de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs). Comportamientos políticos, actitudes sociales y problemáticas psicológicas, forman parte de la mundialización tomada en este sentido. Ambos procesos –el económico y el cultural- se retroalimentan. Los dos están entroncados con fenómenos políticos, sociales y tecnológicos y, desde ahí, impactan al hombre común.

El actual proceso de globalización económica y el notable desarrollo de las TICs, aunque tienen una estrecha relación, son fenómenos independientes, difieren por su origen. Estas tecnologías reconocen sus inicios con anterioridad a los acontecimientos sociales y políticos que abrieron las posibilidades de la constitución de un mercado global. El principal de ellos fue la caída de los “socialismos reales” los que separaban económica y geográficamente al mercado capitalista del socialista. Por otro lado, la expansión de las TICs es transversal, va más allá de los confines del llamado “mercado global”, que en realidad deja fuera porciones significativas de la geografía mundial. Al interior de las sociedades excluye a amplios sectores; algunos porque se ubican en zonas apartadas de los centros urbanos y, los más, por ser simplemente irrelevantes para la economía moderna. Son los excluidos que quedan fuera de la globalización, en especial de sus aspectos económicos. En realidad las unidades económicas, sociales y culturales no se articulan en el nuevo sistema económico y tecnológico por países sino por redes. Las ciudades principales son las residencias más habituales de las unidades que se incorporan a estas redes.

El interés por definir el proceso de globalización se materializó en un artículo escrito como aporte a la Comisión que la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Ginebra, organizó para discutir este fenómeno en el marco de sus propias preocupaciones. Fue entregado a ella y, luego, publicado por la revista DIPLOMACIA, de la Academia Diplomática de Chile: “En el camino hacia una nueva época: la noción de globalización”; Santiago: núm. 96; Octubre-diciembre 2003; pp. 16-37. La biblioteca de la OIT en Ginebra, lo señaló como artículo destacado.

Había que ilustrar con datos la afirmación de que la globalización económica es un fenómeno de oportunidades y también de riesgos. Proceso liderado por las empresas transnacionales al carecer de un  gobierno global puede provocar graves daños a amplios sectores sociales. Y que estos daños pueden ocurrir no sólo en las sociedades más atrasadas sino también en las desarrolladas, sede de esas empresas. Uno de esos daños es el de la desaparición de industrias, y con ellas de empleos, en amplias regiones del mundo desarrollado. Entre otros países afectados por el fenómeno de las deslocalizaciones, un aspecto del reordenamiento de la economía mundial provocado por la constitución del mercado global, se encuentran España, Francia y Alemania. Es el traslado de actividades económicas y de empleos de unos países a otros. Para constatar este fenómeno en esos países recogí información de algunos periódicos europeos, en especial el francés Le Monde, el español El País y la revista alemana Deutschland, foro de política, cultura y economía, más algunos informes de la OIT.

La investigación realizada sugiere que la globalización y los sistemas laborales elaborados en los últimos decenios no son compatibles. Estos sistemas otorgaban contratos de trabajo de duración indefinida, que suponían una cierta seguridad en el empleo y un seguro de desempleo adecuado; promovían la organización sindical y la negociación colectiva; se preocupaban por la seguridad y salud laborales; confiaban en los salarios y otras retribuciones laborales como eficientes y justos distribuidores del ingreso nacional; creían en la satisfacción de los trabajadores con su tarea. Estos sistemas, entre los cuales el que emanaba del Estado de Bienestar Europeo era uno ejemplar. Hoy día luchan por preservar algunas de sus características ya que están siendo horadados por prácticas empresariales, como el traslado de empresas a lugares de menores costos laborales, las fusiones y adquisiciones de empresas, la externalización de funciones, las desregulaciones, la flexibilización, entre otras. Dichas prácticas se consideran indispensables para mantener la competitividad de las empresas en la economía global.
A menos que se tomen medidas parar encarar seriamente el tema de la gobernabilidad de la globalización esta nueva revolución, la del capitalismo global, traerá la mortandad para muchos empleos en el mundo desarrollado, de muchas esperanzas de un vida mejor, de muchas certezas acerca de los justo y humano en el mundo del trabajo. En suma, la globalización es, sobre todo, riesgos que si no se controlan, se convierten en serios peligros para las personas, las comunidades locales y los países.  El estudio realizado dio lugar al artículo, “Las deslocalizaciones: el  nuevo fantasma que recorre Europa”; DIPLOMACIA; Santiago: Julio-Septiembre 2004;  Número 99; pp. 5-26.

Como dice Joaquín Estefanía (en Babelia, suplemento literario de El País, diario español): “Ese sistema llamémoslo capitalismo del S. XXI, nueva economía, globalización o como queramos llamar al marco de referencia de nuestra época, no conduce al final feliz neoliberal, ni al fin de la historia, sino a la “jaula del riesgo”, entendida como una creciente acumulación de creciente incertidumbre y complejidad imprevisibles”.

Los dos artículos publicados en la revista de la Academia Diplomática de Chile los escribí en Ginebra al margen de mis obligaciones laborales como diplomático. Por iniciativa personal, sin que nadie me los solicitara. Las lecturas realizadas para ello, la búsqueda de informaciones, su sistematización, la redacción de los “papers” las hice, entonces, por mi vocación personal. Estaba genuinamente interesado en estos temas. Mi estada en Europa significó abrirme hacia ellos. También redacté otros artículos publicados por  la revista de la Dirección del Trabajo del Gobierno de Chile, Boletín Oficial. Los temas se referían a los típicos que interesan a dicha Dirección, en especial el del empleo. En esos artículos también se deja ver un enfoque más amplio que el nacional. Por ejemplo, el título de uno es “¿Qué nos depara el futuro en materia de empleo?” El título de otro: “¿El empleo/desempleo principal (des)articulador social?”. Otro: “La globalización trae consigo un fenómeno fundamental que es la competitividad”

¿Por qué recargar las tareas del puesto el trabajo con actividades  adicionales que requieren tanta concentración como el estudiar un tema determinado y escribir un artículo con el nivel adecuado para su publicación en revistas especializadas? No tengo otra respuesta que lo hice por el placer de hacerlo. En este sentido comparto con el dramaturgo y compositor inglés Noël Coward que “el trabajo es más divertido que la diversión”.

En el 2005 regresé a Chile sin tener un empleo. Aquejado por molestias de salud, una diarrea de larga duración, la llamada “chilitis”, me concentré en buscar un departamento donde vivir con mi esposa, con calefacción central como requisito básico. Luego de adquirir uno en Las Condes procuro obtener la residencia definitiva para Emilia que nació en la Unión Soviética y que al término de ésta quedó como ciudadana de Kazhasjtan, donde vivía, aunque yo la conocí residiendo en Praga, República Checa, adonde había emigrado junto a su hija. Ella y toda su familia son de etnia y cultura rusas, la vida en Kazhasjtan se les había hecho imposible. Su madre y hermano emigraron a Israel, facilitado por el origen judío del padre ya fallecido en esa época. Emilia tramitó y  obtuvo el RUN chileno y la permanencia definitiva. Las preocupaciones por los problemas de salud se acentuaron cuando, repentinamente, comienzo a padecer de una alergia a las fragancias y los minerales que, aminorada, dura hasta hoy, (junio del 2014). A  consecuencias de todo ello no pude buscar un trabajo regular.  
Mi entretención intelectual se volcó al quehacer con el computador y a la participación activa en Internet. Es así como aprendí a llevar una serie de tres blogs. Uno  de temas políticos y socio-económicos, otro sobre tecnología y humanidades y un tercero que guarda los artículos largos que se inician en los dos anteriores, que denomino “bibliotecamanuel”. A la vez he publicado breves cooperaciones en dos sitios: uno, con base en Chile llamado “elquintopoder”, ligado a la Fundación Democracia y Desarrollo, presidida por Ricardo Lagos Escobar. Otro, con base en Costa Rica, llamado “Con Nuestra América”, que dirige un antiguo amigo, académico costarricense, que dirigía un programa de postgrado en la Universidad de Heredia en el cual yo desarrollé un curso, para postgraduados, sobre el tema de la globalización en los inicios de este fenómeno. Su nombre, Rafael Cuevas Molina.

Además, me entretengo en Twitter haciendo casi diariamente algunos breves comentarios, tal como permiten los 140 caracteres.

El contenido de mis preocupaciones se derivan de los títulos de las colaboraciones en los sitios de los dos amigos mencionados.  A continuación se exponen los títulos de los temas tratados en artículos de aproximadamente dos carillas y media y, bajo ellos, los links respectivos a cada uno. Estos links son para el sitio “elquintopoder”. Estos artículos, en algunos casos un poco más amplios, se publicaron en la Revista Online Con Nuestra América. Además en esta revista se publicó un artículo más largo, en octubre del 2013, denominado “Las desigualdades, el tema clave del nuevo ciclo político chileno”. Véase Las desigualdades, el tema clave.  Trabajo que he seguido desarrollando hasta contar ahora con 23 páginas, en la medida que la redacción de la autobiografía, el quehacer cotidiano, las lecturas de diarios de papel y digitales, de libros, y las preocupaciones familiares (que no me dan paz aún a esta edad) me lo permiten.

1.- Globalización y nuevas tecnologías
Globalización y TICs

2.- Las nuevas tecnologías y su impacto en la sociabilidad
Nuevas tecnología y sociabilidad

3.- Una sociedad docente para una educación de calidad
Sociedad docente y educación

4.- El malestar social y las movilizaciones sociales
Malestar social y movilizaciones

5.- La realidad virtual y las TICs 
La realidad virtual

6.- La Concertación de Partidos por la Democracia en la encrucijada 
La concertación en la encrucijada

7.- La Concertación: política económica y desigualdad social
Concertación y desigualdades

8.- Chile 2011: el despertar de la conciencia ciudadana 
Despertar ciudadano

9.- La difícil renovación de la élite política 
No renovación 

10.- (Des)empleo juvenil: ¿Un problema laboral o educacional? 
/Desempleo juvenil

11.- ¿Es posible el pleno empleo?
Pleno empleo

12.- Estado, sociedad y personas: relaciones trastocadas
Estado, sociedad y personas

Desde joven procuré leer toda la literatura que me permitían el tiempo, el dinero y el acceso a las obras mayores. Autores europeos como: Thomas Mann, Franz Kafka, León Tolstoi, Fiodor Dostoyevski,  Vladímir Nabokov, Milan Kundera, , Antoine de Saint Exupery, Robert Louis Stevenson,  Hermann Hesse, Virginia Woolf, Tomasi di Lampedusa, Catherine Millet,  Irène Némitovsky, Marguerite Yourcenar, Jane Austen, Alain Fournier, Leonardo Sciascia; Gustave Flaubert; Pierre Micho. De Turquía: Orhan Pamuk. Norteamericanos: Herman Melville, Howard Fast, John Steinbeck, Ernest Hemingway. Los latinoamericanos: Rómulo Gallegos, Julio Cortázar, Ernesto Sábato, Jorge Amado, Gabriel García Márquez, Fernando Vallejo, Mario Vargas Llosa, Germán Arciniegas, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, José Lezama Lima, Ricardo Piglia, Cabrera Infante y otros. Los chilenos: Baldomero Lillo, Manuel Rojas, Joaquín Edwards Bello, Oscar Castro, José Santos González  Vera, Roberto Bolaño, Baltazar Castro, Pedro Lemebel y otros.  Obviamente no leí todas las obras de estos autores ni siquiera la mayoría de ellas. Conservo aún algunos de los libros comprados, otros los he perdido sea por préstamos o por robos. Algunos me acompañaron durante la adolescencia o la primera adultez y después los dejé de leer, como a los grandes escritores rusos del siglo XIX. Otros los he conocido con mi estada en Europa ya en la madurez. Ahora en la vejez y en Chile, y sin poder de compra,   leo poca literatura, salvo cuando descubro un libro o autor de interés como me ha sucedido con “Vivir para Contarla” de G. García Márquez, que trata sobre la infancia y la juventud del autor y su entronque que sus posteriores geniales novelas  y con Irène Némitovsky, autora de libros imprescindibles. 

Buscando orientación para escribir esta autobiografía hice dos intentos. Uno, me inscribí en un curso de uno de los centros de Adultos Mayores de la Municipalidad de Las Condes, llamado precisamente “Autobiografía”.  A cargo de una escritora. Asistí solo a una sesión. La estrategia de la profesora era simple: cada vez daba un tema sobre el cual los participantes debían escribir, en casa, unas páginas. En clase se leía lo escrito. Breve comentarios de los compañeros.

En la sesión a que yo asistí me aburrí soberanamente. Indagué con alumnos antiguos los que me dijeron que siempre se hacía lo mismo y que al final ellos lograban “soltar la mano”. Concluí que no era lo que necesitaba. Dos,  adquirí algunos libros que me podrían ayudar. De autores chilenos he comprado y leído últimamente dos libros que no siendo propiamente autobiografías tratan sobre diarios de vida, cartas,  trayectorias de algunos personajes literarios o intelectuales  destacados.  Se trata de Deudas intelectuales del profesor de Filosofía del Derecho y columnista de buena escritura Agustín Squella; Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales; 2013. El otro es Crítica de la vida cotidiana chilena del doctor en Filosofía con mención en Literatura Leonidas Morales; Santiago: Editorial Cuarto Propio; 2012. Morales apunta a cinco personajes de la literatura chilena, con un original análisis. De una autora inglesa he leído con agrado una autobiografía parcial, es decir, de partes de su vida. Se trata de Jeanette Winterson y su libro ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?; Buenos Aires: Random House Mondadori S. A.; 2012. Traducción de Álvaro Abella Villar. Muy interesante y ameno. También la atractiva obra de Ohhan Pamuk, Estambul. Ciudad y recuerdos; Barcelona: Mondadori, 2006. Traducción de Rafael Carpintero. Se incorpora a este grupo ya que no es sólo un relato acerca de la ciudad fantástica, sino que es también uno acerca de muchos momentos y experiencia vitales significativos del autor. Sin embargo, es un relato sobre la familia y “su” ciudad. Y yo no he tenido una familia tan extensa y tan omnipresente en mi vida como la suya. Tampoco una ciudad que fuese, como  Estambul, de tan poderoso atractivo.

Otro autor al que he pedido ayuda en este intento es un filósofo político que aprecio y del cual me solazo en la lectura de varios de sus libros. Se trata del maestro de Turín, también  filósofo del derecho Norberto Bobbio. Su Autobiografía; Buenos Aires: Taurus; 1998. Traducción de Esther Benítez. Es una autobiografía centrada en sus intereses teóricos y en su acción política. Su libro De senectute; (Madrid: Taurus;1997. Traducción de Esther Benítez) me animó a referirme sin complejos a la vejez, un tema no académico, sobre el cual hay que hablar o escribir directamente como viejo. 

Llegué a la conclusión que yo debía seguir mi propio camino que es uno menos literario, menos analítico, más descriptivo, más apegado a los recuerdos y menos a la imaginación, poniendo el acento en la formación escolar, la trayectoria profesional y los interese intelectuales. Aunque sin desconocer los acontecimientos familiares.

También he vuelto, sin motivo práctico alguno, a leer algunos libros. El más importante de ellos es, por supuesto, El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra. En esto estoy con Vladimir Nabokov cuando afirma que “un buen lector, un lector activo y creativo es un relector”. También, cómo no, de Gustave Flaubert, Madame Bovary. 

Sin embargo, tuve con la poesía una relación psicológica más poderosa, duradera y fuerte que la que tuve con la novela. En los momentos de gozo tanto como en los depresivos me acompañé de poemas, muchos de los cuales conocí de memoria. Siempre colgaban de las murallas de las casas en que viví cuadros con poemas. Leía poemas para los momentos de alegría (García Lorca, el joven Neruda); poemas para las penurias (el Neruda de las “Residencias”; César Vallejo “Los Heraldos Negros”); poemas para los momentos de paz (Fray Luis de León). De su Oda a la vida retirada:

¡Qué descansada vida/ la que huye del mundanal ruido,/ y sigue la escondida senda,/ por donde han ido/los pocos sabios que en el mundo han sido!

También de Rubén Darío, en especial “Los motivos del lobo” dedicado a San Francisco de Asís, para los recuerdos de la infancia en el seminario franciscano:

  “El barón que tiene corazón de lis,
alma de querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con un rudo y torvo animal”

Para las nostalgias y los recuerdos del terruño (Jorge Teillier; Gabriela Mistral); para las conquistas adolescentes (Gustavo Adolfo Bécquer; Neruda); para el arte de la rima (Lezama Lima); para la inspiración rebelde (José Martí); para la fortaleza vital (Walt Whitman); para la añoranza del campo (Miguel Hernández); también antipoemas (Nicanor Parra); para exagerar lo real (Pablo de Rokha); para conocer el arte y la filosofía bengalí (Rabindranath Tagore). 

Otra poesía que mucho frecuenté, estando en la Universidad, fue la del poeta turco Nazim Hikmet, de quién tenía un libro que perdí. Yo creo que por préstamo a mi hermana, de cuyo departamento desapareció. De este autor recuerdo un poema  romántico que gustaba a mis compañeras del Pedagógico y que dice:

“Nuestros días más hermosos aún no los hemos vivido. Y lo mejor de todo aquello que tengo que decirte todavía no lo he dicho”.

Una dama amorosa y franco parlante me regaló años atrás de Charles Baudelaire su famoso Les Fleurs du Mal, cuyos poemas no he logrado apreciar poéticamente y no sólo por el francés sino por el tipo de poesía que constato ajena a mi sensibilidad. Otro caso que me llama la atención es el de Así hablaba Zaratustra de Federico Nietzsche que yo leí, de joven, no como prosa sino como poesía y que, como tal, me atrajo enormemente.  Tal fue  así que descuarticé el libro en sus partes físicas y las fui leyendo a lo largo del tiempo que pasaba en las micros que me llevaban de casa a la Universidad y de vuelta a casa. La mayor de las veces parado, con una mano afirmando el pedazo de libro y con la otra afirmándome fuertemente para defenderme de los vaivenes de los destartalados vehículos. 
    
De todos estos poetas, y otros que se escapan, el que más me acompañó tanto en la juventud como en la madurez fue Pablo Neruda. Obviamente no toda su variada poesía, pero sí muchos poemas escritos en las distintas etapas de su evolución poética.

Actualmente leo más filosofía política y libros de tesis sociológica que novelas y  poemas, aunque conservo un buen número ellos tanto de los autores mencionados como de otros. Y de repente los hojeo y, en ocasiones, los releo. 

Con menos intensidad aunque con mucha devoción seguí la cartelera teatral y cinematográfica santiaguina de joven y de adulto. Ambas, desde que volví de Europa en el 2005, han desaparecido de mi interés. La primera porque durante el gobierno militar el teatro universitario decayó y las obras más concurridas eran de contenido más local que universal. Además poco a poco se hizo más difícil la concurrencia al cine con la llegada de las grandes distribuidoras ya que la mala calidad de las películas se hizo insoportable y la concurrencia mutó a  las salas de un  lugar de sosiego a uno de privilegio para el consumo de grandes cantidades de “cabritas” todo lo cual transformó el espectáculo de uno artístico a uno de mitad rumiante y mitad de ruidos de altos decibeles. Además, en el país actualmente no existe crítica de cine que de una orientación acerca de la cartelera. Nadie clasifica las películas según su calidad en tanto obras artísticas. Sólo aparece en la prensa una clasificación religiosa. Las pocas películas de calidad que se proyectan en estas multisalas duran escasos días lo que plantea una dificultad adicional.

Tanto por razones académicas como por la obligación de recolectar fondos institucionales me tocó, en la mayor parte de mi vida profesional, viajar por las Américas y por Europa. De modo que estuve en todos los países de América  del Sur y en los tres de  América del Norte. En algunos del Caribe y en la mayoría de América Central. En todos los países de Europa Occidental y en algunas de Europa del Este. En todas partes procuré hacerme un  tiempo para visitar los museos de arte y los antropológicos. Guardo emocionantes recuerdos de Los Museos del Vaticano, incluyendo la Capilla Sixtina. Los Museos de Florencia: la Galería Uffizi, el principal; La Galería de la Academia, donde se encuentra  el David de Miguel Ángel y el Museo de Botticelli. En Turín: Museo de Arte Contemporáneo de Turín, que está ubicado en el Castillo de Rivoli (Castello di Rivoli) una de las Residencias de la casa real de Saboya, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En Madrid: el Museo del Prado (Velazquez, Picasso especialmente). En Estados Unidos he visitado  la Galería Nacional de Arte de Washington (Dalí, Matisse); el Museo de Arte Moderno, el Metropolitano, el Guggenheim  todos de Nueva York. El J. Paul Getty, de Los Ángeles. En Londres: Museo Británico y la National Gallery. En San Petersburgo: el Museo del Hermitage y el Museo Ruso. En Barcelona el Museo Picasso. El Museo de Dalí, de Figueras; la Casa Museo de Dalí, al lado del hermoso  pueblo Cadaqués, todo pintado de blanco. El Museo Pergamón, de Berlín. El Museo Antropológico de Ciudad de México; el Museo Antropológico, de Lima; el Museo del Oro de Bogotá; el Museo de la Fundación Guayasamín, de Quito. También visité museos en Zurich, Ginebra, Lucerna y Basilea en Suiza. El Museo de Bellas Artes de Santiago de Chile.

En todas las ciudades en que estuve, si tenía tiempo, visitaba las principales Iglesias, donde también de encuentra mucho arte. En Roma, Florencia y Praga se levantan muchas iglesias que guardan valiosos tesoros artísticos. También las grandes catedrales de París (Notre Dame), Londres (Saint Paul's Cathedral), Sevilla(Santa María de la Sede, popularmente “La Giralda”), Milán (Duomo di Milano) así como los templos ortodoxos de San Petersburgo (el principal, la Catedral de San Isaac)  me causaron gran impresión. 
    
Los grandes palacios son también depositarios de arte en sus variadas manifestaciones. En Occidente el más famoso es, sin duda, Versalles (Château de Versailles) mandado a construir por Luis XIV en el siglo XVII. Admirado tanto por sus jardines como el lujo interior de los edificios que lo conforman. Quizás sólo comparable con el conjunto “Tsarskoye Selo”, que incluye las residencias imperiales de Catalina la Grande y Alejandro I y los grandes parques alrededor. Situado en las afueras de San Petersburgo tienen 300 años de historia. Cuando uno visita estos palacios queda realmente atónito por su belleza y su riqueza. Naturalmente hay en Europa y Asia numerosos palacios, antiguas residencias de las respectivas noblezas de los diversos países, pero de los que yo he conocido estos dos conjuntos son los más grandiosos. Versalles lo visité primero de joven y, luego, doce años atrás con Emilia. Con ella fuimos también a Tsarskoye Selo, beneficiándome con su conocimiento del ruso, su lengua materna. 

Si dispusiera actualmente de dinero viajaría a Estambul y a Berlín. Haría un recorrido por sus museos, palacios y los paisajes urbanos. Quisiera vivenciar las imágenes que me proveyó Orhan Pamuk con su “Estambul. Ciudad y recuerdos”, la alucinante ciudad euroasiática. Y a Berlín me gustaría volver ya que cuando fui, de joven, era una ciudad dividida y símbolo de la Guerra Fría. Ahora con la reunificación ha tenido un desarrollo más normal, más espontáneo y se está convirtiendo en la residencia de las nuevas corrientes artísticas con marcado carácter cosmopolita. Lo he disfrutado a través de la TV alemana, Deutsche Welle.

Es claro que  a la hora del recuento que mi vida se orientó, en lo profesional, por esta ruta vocacional: la del estudio y la lectura, la investigación social, la coordinación y dirección de profesionales que realizaban proyectos de investigación y de docencia. La lectura no se concentró sólo en las bibliografías sobre los temas de investigación o de las materias que enseñaba. Nunca dejé completamente de leer literatura, novelas y poesía. Nunca me desinteresé de las artes plásticas, como observador. Durante toda mi vida he trabajado y descansado escuchando música clásica. También, a veces, en el descanso música popular seleccionada. El arte, en sus distintas manifestaciones, ha sido mi vocación no profesional. Por desgracia, debido a mi “mal oído musical” no distingo fácilmente las distintas obras musicales ni a sus autores, salvo las más evidentes.

En materia de arte no he sido, pues, un actor sino un consumidor contemplativo. La excepción ha sido la fotografía que cultivé en los numerosos viajes realizados, pero también en la vida familiar. Solo agucé el ojo, en lo demás me apoyé en la tecnología de la máquina.  Quizás debido a esta práctica que vio desde pequeño mi hijo se convirtió, profesionalmente, en “director de fotografía” con especialidad en videos publicitarios. Estudió cine en Chile y se perfeccionó en el manejo de programas computacionales especializados en Barcelona. 
   
Tampoco  nunca dejé de leer la prensa de papel, antes y, ahora, también la digital que me informaban de las novedades políticas, económicas, sociales, artísticas del país, América Latina y el mundo.  

Curiosamente siempre me he interesado por la política, he trabajado con políticos, ha tenido amistades con algunos líderes de la izquierda chilena, he participado en organizaciones políticas de estudio (incluso dirigido una, en tiempos difíciles), asistido y participado en seminarios de partidos políticos, pero nunca he militado realmente en un partido, a pesar que recibido invitaciones para hacerlo. ¿Por qué? Pienso que porque no tengo vocación para tener el tipo de práctica de vida que realizan los políticos. Es decir, pensé que no podría invertir mi tiempo en las reuniones que requiere la vida del militante. Ella no se aviene con mi vocación, simplemente ahí me aburriría. Es una razón. La otra es que he juzgado que carezco de  habilidades políticas. Puedo dar opiniones sobre temas políticos, siempre que tenga tiempo para analizarlos, pero no puedo juzgar qué es conveniente o inconveniente para mi propia posición, sobretodo si ello requiere de una rápida reacción. Así como no tuve habilidades para jugar al football, tampoco para la práctica de la política. Tengo claro que desde siempre dejé pasar oportunidades de tener algún rol en la institucionalidad política estatal. Y eso hasta en los últimos años. El problema es que como estuve alrededor de entidades políticas en tiempos de dificultades mayores, como la del gobierno militar, fui sancionado como si hubiese sido un militante destacado. Ejemplo: elegido Salvador Allende presidente, dirigí una comisión que diseñó un programa educacional de corto plazo, con el equipo de Pedro Vuskovic. Después del golpe de Estado fui separado de la Universidad de Chile donde tenía un nombramiento en propiedad. A fines de la década de los setentas fui Director Ejecutivo por dos años del primer centro de estudios independientes de la izquierda (Centro de Estudios Económicos y Sociales VECTOR). Eran tiempos difíciles para las actividades de los opositores al gobierno militar. Con un Directorio compuesto por líderes políticos (un futuro Presidente de la República y  dos futuros ministros de Estado,  un ex senador, un ex Ministro de Salvador Allende, un  ex asesor del presidente Frei Montalva). La misión era poner en marcha estudios y actividades que justificaran los fondos donados por las fuentes de financiamiento, que eran órganos de gobiernos europeos que promovían la investigación científica. En este caso en el área de las ciencias sociales. Consolidada la institución, después de dos años en que se desarrollaron programas en economía, sindicalismo, educación, medios de comunicación, incluyendo seminarios y publicaciones, asumió como Director Ejecutivo Carlos Briones, el último Ministro de Interior del presidente Allende. Antes de que asumiera Ricardo Lagos me pidió quedarme algunas semanas adicionales en VECTOR para asesorar a Briones en el desempeño del cargo. 

En una ocasión uno de estos dirigentes me invitó a incorporarme al Partido Socialista. Mi respuesta fue que no convenía para el desempeño de mis funciones hacerlo dada la heterogeneidad política del directorio. Terminado el gobierno militar diez años más tarde, la coalición de centro izquierda accedió al gobierno por veinte años sin tener yo ninguna posición dentro del Estado. Los políticos en democracia se olvidaron de que en los tiempos difíciles hubo quienes asumieron responsabilidades riesgosas, aún sin tener la protección y el respaldo de aparatos partidarios.





    


   











  

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