domingo, 18 de mayo de 2014

Yo soy lo que he sido


 I.- Reflexiones preliminares

Empiezo a escribir este relato autobiográfico a los 81 años de mi edad, en el año 2013. En la etapa final de la vida poco nuevo se puede agregar a lo ya vivido, salvo el sentimiento que se experimenta al mirar el tiempo transcurrido con sus variados y multicolores sucesos. Una mirada gruesa ya que los detalles finos se aparcaron en una zona algo oscura de la memoria. Y el pasado no es más que el presente ausente. Escribir una autobiografía a estas alturas de la vida y sin haber tomado la precaución de llevar un diario de vida es limitante. Sin embargo, habiendo ya vivido y escrito un buen poco en la adultez, no se puede decir que inicio esta iniciativa ab nihilo, desde la nada.

Al comienzo del libro autobiográfico De Senectute, Norberto Bobbio, el filósofo del derecho turinense, escribe: “Leo en el Diario Italiano 1840-41 de John Ruskin, con fecha 28 de diciembre de 1840: “Es muy fastidioso llevar un diario, aunque también una delicia haberlo llevado”. Durante toda mi vida siempre eludí ese fastidio. Pero ahora que soy viejo no puedo disfrutar de la `gran delicia‘ de utilizarlo” (Taurus; 1996; p.7). Pues bien a mí me pasó lo mismo que al famoso profesor de Turín: que no hice anotaciones sobre lo que vivía y siento que ahora me faltan. Ello aunque supe de varias personas que sí llevaban su diario de vida, con especial celo y disciplina. El que fuera mi profesor de Introducción a la Filosofía, Luis Oyarzún Peña, escribió el Diario más importante de la literatura chilena. Un estudioso de los “géneros referenciales” (la carta, la crónica urbana y el diario íntimo) anota que Oyarzún tuvo “Una constancia sin paralelo en la producción diarística latinoamericana…y que, en Europa, sólo podría comparársela con la continuidad y constancia de Amiel” (Leonidas Morales T.; Crítica de la vida cotidiana chilena; Santiago: Editorial Cuarto Propio; 2012; p. 127). Bueno, yo no lo hice y ahora sufro las consecuencias de ese descuido. Dificulto, sin embargo, que esta actividad tenga actualmente los cultores que tuvo tiempo atrás. Al parecer tampoco los diarios de viajes se cultivan como antes, a pesar del aumento exponencial de los viajeros. Diarios de vida y diarios de viajes no se avienen, al parecer, a esta época en que el tránsito es veloz y la cantidad de lo mirado (y fotografiado) más importante que su contemplación.

De modo que debo depender del presente tanto para mirar el largo pasado como el corto futuro. ¿Existe un futuro a esta edad, en esta sociedad, en esta familia?; ¿cómo definir ese futuro? Para mí existiría un tal futuro si ocurriesen sucesos diferentes a los actos repetitivos en los que consiste la vida cotidiana del adulto mayor. Quizás surjan renovadas vivencias psicológicas las que, según algunos, van apareciendo en el proceso de pensar y repensar la vida que le tocó vivir al que emprende la iniciativa de escribir sobre su propia vida. Al comprometerme con esta empresa mi vida se anima al mismo tiempo que se inquieta por saber que es corto el tiempo que queda para terminar este grato e inquietante empeño. En ese sentido creo que aunque la realidad va acotando y achicando y escaseando las oportunidades de vida del viejo, su subjetividad puede depararle un futuro a costa precisamente de reflexionar sobre su pasado. En todo caso un futuro imaginario de corto plazo, con el horizonte cercano. Creo, por tanto, en la existencia de un futuro para esta edad, a veces dramático e inquietante; la más de las veces repetitivo y vulgar.

Es preciso, sin embargo, tener presente que al mirar lo que fue el curso de la vida desde el hoy es correr el riesgo de ser víctima del sesgo de la selectividad de la memoria, que elige y desecha según sus propias leyes, independiente de la voluntad del yo. Todo el relato de lo acontecido tiene , por tanto, más que la certeza de su realidad pasada, la certeza de su actual vivencia. El escritor irlandés contemporáneo John Banville afirma que “la imaginación es otro nombre para la memoria” y que “Madam Memory es una gran y sutil disimuladora” (Entrevista publicada en El Mercurio; Santiago: 8 de diciembre, 2013, p. E 13). Si es que está en lo cierto habría que irse con precauciones en este empeño.
Si la percepción de mi pasado depende de mi memoria actual, ¿cómo se constituyen y relacionan pasado subjetivo y memoria presente? En este respecto me parece apropiado, como contexto amplio, lo expresado por San Agustín:
“Lo que ahora se me aparece claro y evidente es que ni el futuro ni el pasado `son’. Impropiamente, pues, decimos: los tiempos son tres: pretérito, presente y futuro. Con mayor propiedad se diría acaso: los tiempos son tres: presente del pasado, presente del presente, presente del futuro. Estas tres modalidades están en el alma; en otra parte no las veo.” (San Agustín; Confesiones; Madrid: Aguilar, S. A. de Ediciones, 1952. Traducción de Lorenzo Riber; pp. 593-594).

A estas alturas de la vida puedo decir con propiedad que soy el que he sido y que ese es mi presente del pasado, según la visión del Obispo de Hipona. Antes yo decía “yo soy el que soy”, dado que mi nombre es Manuel, que viene del hebreo y significa “Dios está con nosotros”. La Biblia dice que Dios le dijo a Moisés: “yo soy el que soy”, que sería otra forma de expresar su identidad. Pero hoy esa expresión ha perdido, para mí, substancia porque quien soy hoy día, en esta edad provecta, es el recuerdo que guardo en algún lugar de la conciencia (alma) de aquello que fui.

Ya a esta edad el asunto del vivir es algo netamente personal. La sociedad lo olvidó, las amistades de entonces, si acaso, están sobreviviendo por caminos diversos y privados. En cuanto a la familia consanguínea los mayores ya se fueron; otros, los de la misma generación, padecen los mismos rigores de la edad que uno. En cuanto a los hijos –los jóvenes, crecidos en una época que endiosó el dinero y los bienes materiales- tienen una concepción de las relaciones interpersonales, incluyendo las familiares que difícilmente se compatibilizan con las necesidades de sus padres ancianos. El adulto mayor es privatizado por la sociedad, y su vida tiene sentido más allá de si mismo, es decir, de sus recuerdos y de lo que uno haga con ellos, sólo si lo acompaña un sentimiento amoroso de pareja, de familia, de identidad de grupo, por pequeño que sea.

Aunque también podría decir desde un sentimiento nostálgico/realista, que a veces invade mi espíritu, soy apenas el tiempo que me queda. Sin embargo, elimino esta perspectiva ya que la naturaleza de este esfuerzo autobiográfico consiste en examinar el trayecto ya recorrido y no lo poco que falta por recorrer. Y el esforzarme por prolongar lo que me queda al máximo posible lo considero una responsabilidad indeclinable. El primer deber del adulto mayor es, pues, vivir (aunque cueste) y no echarse a morir, aunque eso sea más cómodo.
En el juego del presente con el pasado acojo la afirmación de Javier Cercas, escritor español, cuando dice: “el pasado es una dimensión del presente, no algo que está fuera, archivado. Sin el pasado no comprendes lo que sucede ahora, porque el pasado no pasa nunca”. (Entrevista en El Mercurio: 5 mayo 2013; p. E 13). Sí, nuestro pasado es irrenunciable e irremediable aunque esquivo para la conciencia, nuestra memoria. Y en estos días algo del pasado se me impone con fuerza a fuer de balances en horas insomnes. Sobretodo pienso y repienso sobre lo que no resultó, sobre lo que podría haber sido mejor; sobre las oportunidades perdidas. Es mi pensamiento espontáneo. Cuando es deliberado entonces pienso, además, en los éxitos, las satisfacciones, los aportes realizados.

Este intento autobiográfico comenzó cuando meses atrás terminé de escribir un relato sobre mi trayectoria escolar, como un homenaje a mi querida madre. Ello me dio la idea y el ímpetu de esta tarea más ambiciosa. He pensado que ese podría ser el segundo capítulo seguido, luego, por la trayectoria profesional en la cual he estado trabajando paralelamente a éste, que aunque escrito después del segundo, sería el primero en el texto final
Al finalizar el relato Mi trayectoria escolar: desde la escuela rural adelante, 64 páginas de mi MacBook, lo publiqué en uno de mis blogs. Enlace (link) al texto: http://bibliotecamanuel.blogspot.com/2013/03/mi-trayectoria-escolar-desde-la-escuela.html

Parecía cómodo, más rápido, menos pesado y menos dramático que, luego de la escolar, continuara y terminara con la redacción de mi trayectoria laboral. Sin embargo, he desestimado ese atajo ya que con ello eludiría el contexto vital en que dicha trayectoria se dio. De modo que me propongo enfrentar el intento de una autobiografía donde la formación educacional y lo laboral serán parte importante, pero no el todo. Ya de aquél relato escolar algún amigo, no muy advertido, coligió que se trataba de una autobiografía incompleta. Al término de los recuerdos escolares dejé de escribir. Retomar este empeño me costó dudas, primero, esfuerzo, después. ¿Por qué? Simplemente, porque abordar la empresa de un autobiografía a estas alturas de la vida se hace cuesta arriba a cualquier sujeto normal ( o casi) por más que en su vida activa profesional haya escrito libros, artículos en revistas científicas y columnas en periódicos.

Sólo en pensar en el intento autobiográfico comenzaron a removerse emociones muy profundas para lo cual había que estar más preparado emocionalmente que para relatar la trayectoria escolar que, en general, tocaba aspectos más objetivos de la experiencia vital. Y, al parecer, yo desde el punto de vista emocional me encontraba sin las fortalezas que tenía cuando acontecieron los eventos principales de una vida asaz accidentada tanto en lo familiar como en lo sentimental, económico y laboral.

Mientras más viejo más débil y más expuesto a las dificultades del diario vivir. La autobiografía es territorio subjetivo. Mi experiencia como redactor de libros y artículos científicos se refiere más bien al campo de lo objetivo, que es una meta que un cientista social debe tratar de alcanzar aunque frecuentemente no lo logre. El está más propenso que el investigador de las ciencias duras a contaminarse con los valores, preconcepciones e ideologías de su medio social y de su inserción personal en la cultura de ese medio y en la misma estructura social. La autobiografía requiere de un esfuerzo de profundización en la memoria. No existe el auxilio de las bibliografías sobre las materias a enfocar. Nadie ha escrito la autobiografía de uno, nadie más que uno podría hacerlo. Cosa distinta es escribir la biografía de otro. Ese es un desafío tanto de penetración psicológica, como de investigación y de habilidad literaria. No tiene la densidad emocional que tiene la autobiografía que es la biografía de si mismo.

Bueno sería poder guiarse en el relato autobiográfico por la máxima de Don Miguel de Unamuno: “piensa el sentimiento, siente el pensamiento”. Desde la partida confieso que será imposible rescatar desde el fondo de la memoria el sentimiento que tenía cuando ocurrieron las cosas que empezaron a ocurrir en la adolescencia y que continuaron en la adultez y, luego. en la madurez. ¿ Por el otro lado, cómo recordar lo que pensaba, si es que lo hacía, cuando el sentimiento de soledad me embargaba en el internado de la infancia? Sin embargo, siento la obligación de tratar de imaginarme lo uno y lo otro ahora cuando describa el curso de los acontecimientos. Si tenga éxito sólo se sabrá al final de este atrevido y, al comienzo de estas letras, vacilante intento. Sin embargo, por ahora tengo el propósito de poner, como diría un español, el hilo en la aguja.

II.- Aterrizo en San Felipe

En términos civiles tengo una definición objetiva que consta en los documentos oficiales del Estado chileno. Mi nombre es Manuel Jesús Barrera Romero. El acontecimiento más importante de mi vida, el nacimiento, ocurrió el 25 de mayo de 1932, según esos documentos, aunque en la familia dicen que ocurrió el 25 de marzo de ese año y que alguien se equivocó al escribir el mes o que fui inscrito con una pequeña tardanza y la familia trató de evitar una multa. El lugar de nacimiento y primera crianza fue El Almendral, pequeña aldea rural contigua a la ciudad de San Felipe, a la sazón capital de la provincia de Aconcagua. En El Almendral dos recintos eran lo más importante de la aldea: el cementerio que, en la fecha y por muchos años después, era el único que existía en muchos kilómetros a la redonda y la hermosa iglesia franciscana, construida en maderas nobles y adobe. Es muy admirada por sus santas pinturas, en azules pálidos, rosados y amarillos que imitan piedra mármol. El diseño de la torre y el frontis pertenece al arquitecto italiano Eduardo Provasol. Fue declarada Monumento Nacional en el año 1972. Su belleza se conserva hasta hoy como lo hemos comprobado en nuestras visitas de los años 2013 y 2014. La pintura de las imágenes imita el contorno y los pliegues de las esculturas.

El cementerio, sito en esa aldea, era en verdad el camposanto de la ciudad de San Felipe. En mi infancia lo administraba la única hermana de mi madre, la tía Ana. Había heredado ese cargo de su marido, al quedar viuda. Se daba la especial circunstancia de que donde vivíamos era una casa quinta con una viña, que en su parte posterior, colindaba con parte del cementerio, aunque la casa principal en la parte anterior no lo hacía. La tía Ana tuvo tres hijos, mis únicos primos, todos los cuales están al día de hoy vivos, dos de ellos, Lila y Manuel (llamado Quico por la familia) con más de 90 años. La tercera, Lucy, más próxima a mi edad y a la de mi hermana Eliana, fue nuestra compañera de juegos en la infancia. Lila y Quico eran como hermanos mayores a quienes había que respetar, en una época en que tal cosa, el respeto, existía en el seno de las familias.

La vida infantil transcurrió, pues, en esos dos recintos. La casona en que vivíamos mi madre, mi hermana y yo con una quinta incluida, seguida de una viña de mediana extensión para los parámetros del valle del Aconcagua. Al frente de la casa, atravesando la calle estaba la bodega de la viña donde se procesaba el vino, producto de las uvas propias y de otras adquiridas de otros viñedos. Ahí se encontraban enormes vasijas que hacían las delicias de nuestros juegos. Como ocurre con frecuencia en las bodegas se decía que un trabajador se había caído al interior de una de ellas y se había encontrado mucho tiempo después ahogado en vino, lo que para algunos era la mejor manera de morir. Las uvas se molían con un máquina primitiva para el standard tecnológico actual. Esta trituradora las arrojaba a una plataforma contigua adonde entraban descalzos varios trabajadores para terminar la tarea de extraer, con una especie de danza pueblerina, todo el preciado jugo que se convertiría, posteriormente, en el delicioso vino. De vez en cuando, pasados ya los meses de cosecha, marzo y abril, se auscultaba cómo iba el proceso de transformación del jugo de uva en vino para lo cual de los toneles se extraía con una manguera muestras del mosto. Era un momento excepcional toda vez que nos era permitido también dar nuestro juicio. Con todo, desperdiciando esta experiencia, ninguno de nosotros se transformó en catador profesional, aunque habituales (incluso, en ocasiones, entusiastas) consumidores.

El dueño de todo era el tío José Agustín, hermano de la madre de mi madre, nuestra abuela Rosario que se había ido a vivir a Punta Arenas. El tío José Agustín vivía con su esposa, la tía Luz, en San Felipe en una gran casa de tres patios, que poseía una hermosa puerta de entrada, orgullo de la calle Santo Domingo, la que en las vueltas de la vida, después del fallecimiento del matrimonio, quedó en manos del Obispado. Al lado de esta casa el tío tenía una bodega más grande que la del Almendral, que producía vino de uvas compradas en distintas viñas del valle del Aconcagua y de otras más alejadas. El matrimonio no tuvo hijos por lo cual adoptó como tal a la Raquelita, familiar de la tía Luz, que terminó su vida solterona. Sin adoptarla como hija llevaron a casa a otra familiar de la tía Luz, la Inesita, también solterona. Este tío era un personaje importante en San Felipe tanto por su actividad empresarial como por su participación en la vida de la comunidad. Es así como fue elegido regidor por el Partido Liberal que junto con el Conservador constituían la derecha, sector político predominante en la primera mitad del Siglo XX en Chile. Murió varios años antes que la tía Luz, la que heredó toda su fortuna. A la muerte de ésta la heredó la Raquelita. Como ninguna de ellas siguieron con los negocios dejaron el manejo de sus bienes en manos de abogados. A la muerte de Raquelita, los bienes que persistían pasaron a la Inesita y, luego, se perdió la pista. Esta fortuna, empezada en nuestra familia, se hizo humo en manos de tres mujeres de apellido Arancibia y, probablemente de los abogados. Siempre se aludió en las conversaciones sanfelipeñas al hecho de que notarios y abogados empezaban como profesionales de la ley y terminaban como latifundistas. Este año de 2013 murió Inesita, que pasó sus últimos años sin salir de una de las casas que había heredado.

De chicos tomamos nota que el tío José Agustín recibía dinero de su hermana para la educación de sus sobrinas, Blanca y Ana. Pero como estaba en un periodo de capitalización ese dinero lo invirtió en sus emprendimientos, como se diría ahora. Mi madre y mi tía aprendieron lo que aprendieron en casa, no en escuelas. La mayor parte de su tiempo en casa del tío lo empleaban en labores domésticas. Cuando nosotros vivimos en la viña de El Almendral ella debía procurarse el dinero para nuestra mantención. Eso fue insostenible con el tiempo por lo cual yo fui a un internado y mi madre y hermana se trasladaron a Santiago. La tía Luz apartó a todos los familiares de su esposo e integró a los suyos.

En suma, nosotros pasamos al debe. Una vez solicité ayuda económica para mi madre y tuve una respuesta poco original, aunque común en los ricos chilenos. Tenían que pagar muchos impuestos por las numerosas propiedades que habían acumulado, las famosas contribuciones que amargaban sus vidas. Sin embargo, años más tarde, cuando mi suegro era Ministro de Educación le conseguí un puesto de profesora a Inesita quién había estudiado pedagogía básica y se aburría en casa sin hacer nada. Mi prima Lucy, quién toda su vida estuvo vinculada a la ciudad de San Felipe, donde vive aún actualmente, fue la única que fue obsequiada con un valioso set de muebles antiguos de la vieja casona. Algo es algo.

La ciudad de San Felipe tiene pocos atractivos, actualmente menos que antes. Sus calles estrechas se han llenado de autos. El casco antiguo y central es de calles rectas con casas que no tienen antejardín de modo que las piezas comienzan en el límite con las veredas, el o los patios están al interior, donde se pueden cultivar preciosas flores y árboles frutales para deleite de sus moradores, que no se perciben desde el exterior. El que camina por sus calles sólo ve murallas, ventanas enrejadas y puertas. Es una visión lóbrega, sin la poesía que proveen las flores y el verdor de plantas y arbustos. La plaza de San Felipe, aunque contiene añosos árboles, está permanentemente rodeada de automóviles. A su alrededor se ubican la catedral, la municipalidad, la casa del obispo, el cuartel de bomberos, bancos y, cómo no en los últimos años, farmacias de las tres cadenas que monopolizan el mercado de medicamentos en el país. Esta parte de la ciudad que, antiguamente, era toda la ciudad está rodeada por cuatro alamedas que la delimitan. Pero con el tiempo la ciudad se ha extendido más allá de estos límites, al punto que en una de sus direcciones se ha juntado con la primitiva aldea, que fue independiente de ella, El Almendral.

En los alrededores de San Felipe se puede disfrutar del aire de campo, de las plantaciones de árboles frutales, muchos viñedos, plantaciones de paltos en la falda de los cerros que anuncian pausadamente los macizos andinos, coloridas flores en los jardines y antejardines. Es que la belleza de San Felipe se encuentra en sus afueras, en las aldeas de sus alrededores, en los diferentes valles, los numerosos cerros, las impactantes y diversas perspectivas visuales de la cordillera de Los Andes. En verano, sus colores; en invierno el blanco de sus nieves.

Yo, ahora, pasados los ochenta voy con Emiliya (en ruso) Emilia, en español, mi esposa, gozoso en diversas direcciones, junto con los primos, la Lucy y su marido, el Raúl. Excursionamos hacia Panquehue donde probamos y compramos vino dulce y seco en una pequeña viña, fundada en el S. XIX, que conserva antigua cepas de viñedos, la “Sánchez de Loria”; visitamos los jardines de la fábrica de quesos “Los Hornos” y en su almacén de ventas tomamos un café acompañado de un sabroso pastel de manzanas, de quesillo o de yogurt. Hay también jugos de fruta, pan amasado, huevos, paltas, nueces y otros apetecidos productos de la zona. Al inicio de su hermosa y frondosa entrada hay un busto nada menos que de Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, homenaje que llena de alegría a partidarios suyos como mi amigo Julio Sáenz, a quién le he enviado una fotografía del artefacto. Obviamente exhiben y venden variedad de quesos. “Los Hornos” está ubicada a media cuadra de la carretera, en el arbolado camino interior que lleva hacia la viña Errázuriz, la mayor de la provincia. Yendo por este camino hacia la montaña vamos envueltos en arboledas en que no faltan los maitenes, el peumo, el arrayán, la patagua, el roble, y otros que hacen del camino una bóveda pintada de variados tonos de verde, donde apenas penetran algunos rayos solares.

Atravesado el verdoso túnel aparecen caseríos con jardines multicolores, en algunos lados, y en otros plantaciones frutales junto con hortalizas en las que el tomate es el favorito. El camino y el paisaje culminan con cerros plantados con las saludables, suaves y apetecidas paltas, ingrediente siempre presente en las mesas del Chile central, las que se han convertido en embajadoras del campo chileno en numerosos países del orbe. Inmediatamente antes de que comiencen las plantaciones de paltos, (pertenecientes a “los Bulnes”, según dicen los lugareños), en la falda de los cerros están modernas y espectaculares bodegas de viña Errázuriz. La entrada para los visitantes es precedida por amplios jardines desde los cuales se puede contemplar la precordillera y las plantaciones de paltos. En sus alrededores numerosas casitas con flores y frutales de los lugareños.

La viña “Sánchez de Loria” suele recibir turistas santiaguinos a los que gentilmente se les invita a degustar los diferentes tipos de vinos en cantidad muy medida. Nosotros también hemos participado en estas excursiones desde Santiago hacia Panquehue, en un bus completo de adultos mayores. Como Emilia no se sirve más que una porción, yo le sugiere que acepte las tres o cuatro que se ofrecen, ¡qué para eso anda conmigo! Ninguna porción debe quedar despreciada. Siempre que vamos a ver a los primos Lucy y Raúl vamos todos a estos paseos y nos hemos convertido en clientes habituales de don Felipe, quién nos trata con especial deferencia, incluso en materia de precios, ya que, en las ocasiones en que Emilia debe viajar a Praga, donde viven su únicas hija y nieta, le compramos una botella del mejor vino para llevarlo de regalo a su médico checo. También en Panquehue, aunque en otra entrada de la carretera que une Llay Llay con Los Andes y pasa por fuera de la ciudad de San Felipe, se puede visitar un recinto vacacional de la Caja de Compensación Los Andes, llamado Palomar. Es aquí adonde se dirigen esas excursiones de un día que parten y regresan al local de la Caja en Rosario Sur, Las Condes, a cuatro cuadra de nuestro departamento. Hermoso lugar, pletórico de árboles centenarios, de jardines con flores que habrían maravillado a los pintores impresionistas franceses y a Van Gogh, grandes prados, pequeña laguna con patos, piscinas al aire libre, pinchos para hacer asados que tanto aman los chilenos; piscinas de interior y al aire libre, cabañas para el veraneo de las familias afiliadas, hotel para los que los prefieran. Todo al pie de montes plagados de poderosas rocas. Y el campo, previo al recinto, de maravillas. Campos como el campo del valle del Aconcagua, que también a tal valle pertenecen estos.
Si salimos desde la ciudad de San Felipe en otra dirección vamos hacia Putaendo, aldea de casas tradicionales como la de todos estos poblados: coloridas, todas pegadas a la vecina de modo de formar una hilera continua. Su calle principal consiste en dos hileras de estas nostálgicas viviendas con pinturas siempre renovadas. Al final una pequeña plaza, presidida por la Iglesia principal.

Los que viajamos desde San Felipe podemos reconfortarnos en encantadoras quintas de recreo donde se pueden comer las infaltables empanadas, tomar chicha y el rico chacolí. No faltan el pastel de choclo, las carnes de cerdo y vacuno y el vino con frutas. En sus alrededores hay numerosas parcelas que cultivan hortalizas, frutas y donde hacen mermeladas caseras. Sólo algunas familias venden estos productos a los visitantes. Nosotros somos clientes de la agradable y muy conocida Rocío, señora joven, muy gentil la que junto a su marido trabajan su parcela. Ellos y sus vecinos viven, en los últimos años, en continuo batallar por el agua que consumen acequias arriba abusivos propietarios, según dicen, de tierras mayores.

Hay quienes medio en broma, medio en serio simulando cierta gazmoñería a Putaendo no lo nombran así sino simplemente “endo”. Vive en Putaendo un ex – profesor de la Universidad Católica de Valparaíso, Bernardo Parra. El ha tratado de crear un centro cultural, que incluye una biblioteca, a la cual he contribuido con algunos libros. Mujeres de Putaendo tuvieron un momento de gloria cuando un equipo de investigadoras universitarias en el campo de la antropología (Ximena Aranda y otras) descubrieron a tejedoras de la región que hacían un artístico trabajo. Sus bellos tejidos a hilo llegaron hasta Nueva York. Hubo varias publicaciones como resultado de los estudios de ese equipo. Ximena estudiaba en el Instituto Pedagógico en la época en que también lo hice, donde compartíamos inquietudes políticas y sociales.

Hoy, 11 de septiembre de 2013 cuando escribo esto, se cumplen 40 años del golpe de Estado que las fuerzas armadas chilenas dieron en contra del gobierno de Salvador Allende y su coalición política, la Unidad Popular. El bombardeo de La Moneda y la muerte del Presidente están en la TV. Ello perturba mi ánimo con los tristes recuerdos y distraen mi atención de este escrito. Durante varios días el país ha estado recordando y reflexionando, discutiendo y agitándose, solicitando peticiones de perdón, realizándolas algunos y negándose otros a darlas. El día 12 se hará el balance de las ceremonias, las protestas, las luchas callejeras, los detenidos, los daños. Y así ocurrió, lo escrito ayer se confirmó hoy en la mañana:

Diario La Tercera del día 12 de septiembre 2013:
“Balance de Gobierno tras el 11 de septiembre:
264 detenidos y 42 carabineros lesionados en el país
De acuerdo al ministro del Interior Andrés Chadwick, tres buses de Transantiago y siete automóviles fueron quemados. De los carabineros lesionados, seis se encuentran hospitalizados con lesiones graves provocadas por armas de fuego y por uso de ácido”.

El golpe de Estado y la dictadura militar consiguiente significaron para mi el mayor quiebre de mi quehacer profesional y de mi inserción en la sociedad chilena. Ello significó una reorientación en materia laboral y una clausura de mis planes vitales en cuanto al trabajo, su localización, los roles desempeñados, las instituciones de pertenencia. En un sociedad quebrada pasé del campo de la Universidad nacional y pública, la principal del país, al campo de las instituciones voluntarias y marginales, que mantuvieron con dificultades, aunque con aplomo, el quehacer intelectual de los sectores democráticos que permanecimos en Chile. Para ello fue vital mantener, incluso acrecentar, los vínculos con la academia internacional y sus diversas instituciones, incluyendo los organismos de Naciones Unidas. Y así lo hice desde las tres instituciones que sucesivamente me correspondió dirigir. Una de ellas incluso crear, el Centro de Estudios Sociales (CES), con la personería jurídica de sociedad de profesionales.

El día 13 comenzará una nueva preocupación: las fiestas patrias (18 y 19 de septiembre) que este año vienen con varios días feriados. Ya se calcula que cerca de un millón de santiaguinos abandonarán la capital hacia las provincias y hacia otros países.

Después de los recuerdos y la vigencia de la memoria sobre los dramas colectivos, los arrepentimientos y las promesas hacia el futuro viene el relajo, el desahogo, la distensión de la sociedad. Pasadas las fiestas y las vacaciones adjuntas a ellas, comenzará la campaña presidencial y parlamentaria que culminará con las elecciones del 17 de noviembre.

¿Cómo concentrar la atención en otra cosa que no sea el llamado de lo inmediato, de la coyuntura, del acontecimiento en su plena presentación? ¿Cómo viajar al mundo de los recuerdos si el mundo de lo real presente tiene la fuerza poderosa de su significancia histórica y política? Y todo de un modo apretado en el tiempo y profundo en lo emocional.

Si se cambia de dirección y nos dirigimos hacia el este nos encontramos a la salida de San Felipe con El Almendral, primero, y Santa María, luego. Más allá está el valle de Santa Filomena y subiendo hacia la montaña por un camino curvo y elevado, las Termas de Jahuel. Hoy en día un balneario de montaña moderno, hermosamente arreglado y caro. En todo este sector se pueden comprar productos de la zona: nueces, granadas, duraznos y ciruelas secos, aceitunas, almendras, pasas. Todos productos cultivados por los propietarios de las parcelas. Nosotros somos clientes habituales de tres familias: nuestros caseros.

“Al huerto del nogal descendí por ver los frutos de los valles, y ver si está en cierne la vid, y ver si florecen los granados” Fray Luis de León (traducción); Cantar de Cantares; Buenos Aires: Cruz del Sur; 1947; p.30.
El casero de las granadas es un anciano que cuida sus árboles y su ganado. Cuando lo encontramos en casa él se sube al granado y Emilia le va diciendo cuáles frutas saque. Así juntamos unas treinta granadas abiertas que muestran sus pepas rojas como desafiando al mordisco. Nosotros las traemos a Santiago donde las hacemos jugo para degustarlo con fruición en el living de nuestro departamento. A veces la reja de entrada de su casa está cerrada; el anciano está con sus animales. Alguien avisa a un familiar que en el vecindario charla las noticias del día, el familiar llega pronto y nos atiende. Compramos ciruelas secas; huesillos y una bolsa de almendras. Saludos al abuelo.

Vamos a ver al casero de las aceitunas. Dos toneles descubiertos en una pequeña pieza hacia la entrada a la casa. Afuera un parrón con uva multicolor; un granado aún tierno arbusto, un terreno plantado de olivos. Adentro un dormitorio donde descansa un niño con la TV encendida. A veces está el dueño de casa; a veces la esposa, un típica mujer de campo chilena: morena, baja de estatura, sencilla, amable, trabajadora. Ambos nos atienden de modo generoso. Probamos las aceitunas de un tonel (negras) u otro (verdes). Compramos las menos saladas. Las vaciamos a frascos de vidrio que hemos llevado desde Santiago, ya que nos incluyen líquido en el que yacían las aceitunas esperando nuestra visita. Nuestro primos Lucy y Raúl también compran. Raúl ya no tiene licencia de conducir, tiene sí problemas de vista y oído, de modo que vendieron el último automóvil, entonces aprovechan de nuestros viajes para internarse en el campo.

Las nueces, que están con el tercer casero, se cosechan en abril/mayo y una vez que están preparadas para la venta nos acercamos para abastecernos de ellas para todo el año. Las llamadas mariposas son grandes, de un color rubio suave y sabrosas. Limpias y hermosas. El precio, un tercio del de los supermercados santiaguinos. Aquí tienen también huesillos descarozados, es decir, sin cuescos. Estos caseros son mayoristas, nos venden a nosotros por gentileza.

En este valle de Santa Filomena está la Iglesia con su virgen que recibe, en su día, numerosos peregrinos. Ahora en reparación por los daños infligidos por el terremoto del sábado 27 de febrero de 2010, ocurrido las 03:34:17 hora local. Este sismo es considerado como el segundo más fuerte en la historia del país y uno de los cinco más fuertes registrados por la humanidad. Avanza el trabajo de reparación de la Iglesia. Se aproxima la inauguración de las obras. En este mes de mayo de 2014 repetimos este recorrido y constatamos el avance en la reparación de la iglesia; está quedando hermosa. Será un orgullo para la pequeña aldea.

Emilia y yo tuvimos una amarga vivencia en el sismo del 2010 en nuestro departamento del cuarto piso del edificio donde vivimos en Santiago. El fenómeno telúrico fue sorprendente sobre todo para ella que no tenia una experiencia ni lejanamente parecida. El movimiento era como el de las olas del mar agitado, de modo que sostenerse en pié era más que difícil. Mientras Emilia recitaba rezos en ruso, yo rogaba a la madre tierra (la pachamama) que terminara el espantoso oleaje. Según Emilia yo decía ¡basta! y no decía nada más. Es que tenía la sensación de un nunca acabar. Al ruido de la tierra se sumaba el de los muebles que se venían al suelo y el de la cáscara para la estética del edificio de 14 pisos que se desprendía de sus murallas y caía por montones al pavimento del patio, anunciando, nos parecía su derrumbe total y definitivo. Al cabo de cuatro o cinco minutos la tierra se sosegó y nosotros como todos bajamos a la planta baja. Emilia fue con una frazada plumón y recogió una botella grande de agua mineral que había rodado por el piso. Yo busqué una radio a pilas y una linterna. También el teléfono celular que de nada sirvió ya que todas las comunicaciones se interrumpieron. Lo que restaba de la noche lo pasamos en la calle. Yo hube de bajar al estacionamiento subterráneo, sin saber cómo estaba aquello, y subir el auto para protegernos y descansar dentro de él. También tuve que subir por las escaleras para buscar y bajar el pasaporte de Emilia, su bien más preciado y algunos documentos bancarios, incluyendo las necesarias tarjetas. Rápido y a obscuras para bajar pronto. Todos temíamos a las réplicas del poderoso terremoto. Después nos enteramos de un fatal tsunami.

Subimos más allá de la Iglesia y nos encontramos con los portones que anuncian que toda la extensa falda del cerro es de propiedad privada. Es una lástima toda vez que a pocos metros de estos portones se encuentra un fenómeno que a vista de neófitos es inusitado. Para muchos, increíble. El Hotel Termas de Jahuel es el dueño de estos terrenos. Entonces, desde que se hizo este cierre tan abajo del cerro la empresa hotelera pavimentó todo este camino. Antes era de tierra y el fenómeno que a continuación se describe era menos peligroso de constatar.

Usted va en automóvil por los primeros tramos de la cuesta que lo llevará al Hotel. A la izquierda encuentra, a poco andar, un árbol añoso y junto a él una placa que lo advierte de un fenómeno magnético. En ese lugar usted se encuentra de bajada de modo que el auto al retroceder va de subida. Si usted pone el cambio en neutro sin apagar el motor, el automóvil empezará a moverse hacia atrás, sin que nadie haga nada, y si usted no pone freno incrementará la velocidad a un punto tal que usted puede perder el control. Es increíble, pero es. Los que sabemos repetimos la experiencia varias veces, que siempre es tan emocionante como increíble.

Años atrás, iniciada ya la democracia, yo dirigía una institución el World University Service (WUS)- Sección chilena que, entre otras funciones, ayudaba con pequeños proyectos a organizaciones sociales de base. También financiábamos a jóvenes profesionales para que asesoraran a autoridades del Estado en provincias. En la de Los Andes fue designado gobernador por el gobierno central el sociólogo Jaime Andrade Guenchocoy que durante varios años de dictadura había sido profesor de cursos sindicales en la ONG de estudios que yo había creado y de la cual era Director, el Centro de Estudios Sociales (CES). Todo ello confluyó para que tuviéramos varios programas en el Valle Santa Filomena y en la gobernación de Los Andes, a la cual le financiábamos tres jóvenes profesionales tiempo completo. Recuerdo esto porque Jaime solía llevar a visitantes interesados por el trabajo de la gobernación a conocer este inusitado fenómeno de magnetismo. Yo fui uno de ellos y desde entonces siempre que visito la zona trato de vivir de nuevo esa curiosa experiencia. A Emilia también le ha fascinado. Después de su exitoso desempeño en la gobernación y, naturalmente, por ser militante de un partido político (PS) Jaime ocupó otros cargos en el Estado, siendo el más relevante el de encargado de la política con los pueblos originarios, la política indígena del Estado chileno. Ayudó a esta designación el que su segundo apellido fuese mapuche. Como muchos militantes políticos de izquierda Jaime derivó, posteriormente, a trabajar en empresas del sector privado en cargos bien remunerados. El se enroló en una empresa minera transnacional de capitales japoneses donde ocupaba, la última vez que lo vi una gerencia de algo así como relaciones con la comunidad.

He mencionado el Hotel Termas de Jahuel. Cuando en los últimos años hemos subido hasta él con Emilia y mis primos sanfelipeños, no puedo dejar de acordarme de Sylva Pavlíkova, académica de la Universidad Carolina de Praga, la más antigua de Europa Central, creada en una fecha tan lejana como el 7 de abril de 1348. Ella vino a Chile en un programa de intercambio con la Universidad de Chile, promovido por el Rector Gómez Millas y el Instituto Chileno Checoslovaco de Cultura, a la sazón presidido por Pablo Neruda. La Universidad de Chile organizaba Escuelas Internacionales de Verano que se realizaban en el hermoso campus de la Universidad Federico Santa María, en Valparaíso. Concurrían tanto profesores como estudiantes de otros países de América Latina y público local. Yo participé en la escuela del año 1963 como profesor de un curso sobre temas sociales del subdesarrollo de América Latina. En esa misma ocasión estuvo el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), quién dio una charla seguida de una discusión. Participé activamente en ella. Obviamente los estudiantes y el público deseaban que el Secretario fuese contradicho con argumentos sólidos sobre el papel de la OEA en la conflictiva situación del continente. Después de este debate me hice muy popular, especialmente entre unas jóvenes argentinas y también con la profesora checa.

Durante el transcurso de la Escuela de Verano tuve varias conversaciones con Sylva de las cuales resultó el compromiso de encontrarnos en Santiago al término de la misma. Así fue como convinimos en realizar un viaje de vacaciones al sur de Chile. Previamente hube de despedirme de una estudiante argentina que había trabado amistad conmigo y que volvía de inmediato a Buenos Aires, después de pernoctar una noche en un céntrico hotel santiaguino. “Princesa guaraní”, la llamaba el historiador de la economía chilena Carlos Fredes, también profesor de la Escuela de Verano. Sólo una vez la volví a ver, en Buenos Aires.

Nos fuimos con Sylva en tren desde Santiago a Puerto Montt. Nos dirigimos de inmediato a Puerto Varas en camino al lago de Todos los Santos o Esmeralda (por el color de sus aguas). Navegamos todo el lago para llegar a Peulla. Allí pernoctamos en piezas separadas.

Después de volver por el fascinante lago con su aguas color esmeralda nos volvimos a Puerto Montt para seguir, otro día, a la isla de Chiloé. En Puerto Montt no encontramos hotel donde alojar por lo que tuvimos que trasladarnos al vecino balneario de Peyuhue donde, milagrosamente, había vacante una sola pieza en un pequeño hotel. No hubo otra salida que compartirla. En una cama ancha, y después de yo mirar triste por la ventana el cielo nocturno, pletórico de estrellas del sur del mundo, se produjo un diálogo quejumbroso de mi parte por la abstinencia imposible de prolongar. Sylva se apiadó con creces esa noche y las que siguieron durante varios viajes y durante cinco meses sedentarios en Santiago, hasta el término de su beca para perfeccionar el español. Al término de las vacaciones de verano fuimos unos días al Hotel Termas de Jahuel. Una gran casona típica del campo chileno con un corredor largo y una piscina por delante. Ahí retomamos matinée, vermú y noche nuestro intercourse. Nos refrescábamos en la piscina. Ni ella ni yo habíamos tenido una experiencia semejante de intensa. Pocas veces tocamos el tema de la vida en su país y nunca se refirió a la vida del ciudadano y su relación con el Estado o con el Partido. Cuando yo la apuraba me decía que todo eso era muy diferente a lo que se vivía en Chile. Se refería, sin duda, a la libertad que se gozaba acá. Su tutor en Chile era el historiador comunista y profesor del Instituto pedagógico de la Universidad de Chile Hernán Ramírez Necochea, quién había escrito libros de historia del movimiento obrero en el S. XIX; sobre el gobierno de José Manuel Balmaceda (1886-1891) y la que llamó la contrarrevolución del 1891, a raíz de la cual se produjo una guerra civil en que las fuerzas gubernamentales fueron derrotadas. Balmaceda, como Salvador Allende, se suicidó. Lo hizo el 19 de septiembre de 1891 en la legación argentina. Yo poseía y había leído esos dos libros. Ambos los perdí a consecuencias del golpe de 1973. El Profesor Ramírez en el exilio enseñó en la Universidad de la Sorbonne. Falleció en París en 1979. Su relación con Sylva era la de solucionar problemas y de consejero amistoso. Ella le tenía gran respeto y me daba la sensación de que no tenía una experiencia parecida en Checoslovaquia. Nuestros amores comenzaron a principios del año y a mediados del mismo ella hubo de retornar a su país y yo tuve que ir a estudiar a los Estados Unidos. Durante mi instancia en Cornell University mantuvimos una continua correspondencia. No terminó el amor con la separación sino que cambió su ejercicio. Ahora, se expresaba literariamente. La idea que fue surgiendo es que yo la visitara en Praga durante mi gira por Europa. En Cornell tuve ocasión de conversar con un estudiante ruso que estaba realizando un postgrado, quién a pesar de ser simpático e inteligente aparecía muy reservado sobre la vida en la Unión Soviética. En la gira por Europa, realizada con mi compañero Gunther, llegamos a Viena en barco por el Danubio, haciendo una entrada espectacular. Ahí él tomaría un avión hacia Israel y yo el tren a Praga. Fui a la estación y realicé una meditación decisiva. Ir a Praga significaba retomar con entusiasmo la relación sentimental, conocer a su familia y llegar a un compromiso mayor: matrimonio y vivir en un país de idioma endiablado para mí, renunciar a una carrera académica que se veía promisoria en Chile, alejarme de mi familia y de mi país. Decidí no ir. Hubo también una experiencia importante durante esta gira, que operó como variable fundamental en esta decisión. Antes de Austria habíamos visitado Alemania, varias ciudades, entre otras Berlín. En ese entonces el conjunto de Berlín era una isla en tierra firme. La ciudad estaba toda enclavada en territorio de la República Democrática Alemana. Para llegar a la parte occidental de ella (administrada por Estados Unidos, Francia e Inglaterra) había que penetrar en tren por una vía alambrada donde a cada tanto había soldados con metralletas prestos a disparar si alguien intentaba descender del tren. Asomarse por las ventanas y ver esos soldados no era grato para jóvenes turistas. Al llegar a Berlín Occidental encontramos una ciudad bullente, llena de vida diurna y nocturna, alegre y desenfadada. Fuimos a Berlín Oriental, por el paso Charlie. Nuestro interés principal era visitar el famoso museo Pérgamo que contiene el Altar de Pérgamo construido más de 2000 años atrás en la ciudad griega del mismo nombre, la puerta del mercado romano de Mileto así como obras del antiguo Oriente Próximo y de la cultura de Mesopotamia. También expone arte islámico y muchas otras maravillas antiguas. Situado en lo que se conoce como “la isla de los museos” en Berlín se le considera, aún actualmente, el más importante de todos de la ciudad capital. Entramos por el paso más famoso de todo el muro: el Checkpoint Charlie, obligatorio para los extranjeros. La visita al museo llenó las expectativas. Nuestra salida coincidió con la de los oficinistas del centro de la ciudad. Eran personas que caminaban rápido a su destino, su hogar. Nosotros fuimos a un restaurante/café en la Karl-Marx-Allee, principal de la ciudad. En el gran espacio sólo otra mesa estaba ocupada. Pronto decidimos regresar al Berlín Occidental vía el Checkpoint Charlie. Para entonces, las calles ya estaban desiertas.

Pasados los años he estado varias veces en la bellísima Praga con la dirección personal de Sylva en mi libreta y en frente de edificios de la Universidad Carolina, pero nunca intenté verla ni tampoco preguntar por ella. Conservo las fotos que ella tomó con su cámara en el sur de Chile y que me envío en aquellos años. Un rostro típicamente checo: piel clara, pelo rubio suave, cara redondeada.

En este mismo viaje tenía el compromiso de visitar en San José de Puerto Rico a Wanda, que había conocido en Cornell, lo que tampoco hice por razones que explico en el capítulo de mi trayectoria escolar.

Haciendo un paréntesis de este escrito, he dedicado algunos días a escribir un artículo titulado “Las desigualdades, el tema clave del nuevo ciclo político chileno”, que ha publicado la Revista Con Nuestra América que se edita online desde Costa Rica. Esta revista me ha publicado, anteriormente, alrededor de doce artículos en los dos últimos años. El 19 de octubre del 2013 se publicó el artículo mencionado, de 14 páginas. El link es el siguiente: http://connuestraamerica.blogspot.com/2013/10/las-desigualdades-el-tema-clave-del.html. Su eficiente y muy amable editor es Andrés Mora, con quién he devenido en amigo de confianza intelectual. Posteriormente he ampliado este artículo a 19 páginas y con Emilia se lo fuimos a entregar a Angela Jeria, madre de Michelle Bachelet, con quién tuvimos una amable conversación. Con ella fui durante varios años colegas en directorios de varias organizaciones solidarias durante la dictadura militar. Angela me pidió que la llamara para juntarnos después del 11 de marzo, día en que asume su hija la presidencia de Chile.

Quizás lo envíe también, si tengo ánimo y tiempo para resumirlo a tres páginas, al sitio web “elquintopoder”, de la Fundación Democracia y Desarrollo, lo que como es sabido es un trabajo difícil de realizar. Ya lo dijo el filósofo Blaise Pascal “perdona que te escriba tan largo ya que no tengo tiempo para escribir más corto”.

En su versión definitiva el ex Presidente Lagos me expresó sus deseos de publicarlo a través de la Fundación recién citada, que dirige, y con la cual he colaborado con artículos sobre la coyuntura social y política de Chile. Todos estos artículos quedan registrados, además en alguno de los blogs que llevo en mis ratos de ocio: “Biblioteca del taller”; “Chile hacia donde vas” o “Tecnologia y Humanidades”, dependiendo del tema del que se trate. Como es posible imaginar me he incorporado a las TIC’s, las tecnologías de la información y la comunicación. También estoy en redes sociales. Twitter: @Manuelbarrera y Linkedin, aunque sin mucha presencia. De alguna manera, aunque trato de defenderme, soy un hombre consumido por el presente. El artículo sobre las desigualdades, al final, no lo resumí porque como es usual en mí tengo dificultades para hacer ese ejercicio. El contrario, sin embargo, me es más grato: realizar una ampliación de un escrito breve, es decir pasar de la síntesis al análisis. De modo que lo reproduje en mi blog ampliado y corregido. El link es: http://chilehaciadondevas.blogspot.com. Lo publicité en Twitter y lo envié por correo a dirigentes políticos en Chile y a amigos académicos en Boston (USA) Universidad de Harvard; Montreal (Canadá) Universidad de McGill; Roma (Italia) FAO; y amistades diversas. A propósito de envíos de artículos a políticos en el blog recién citado escribí mi experiencia dispar con la comunicación con políticos chilenos y políticos norteamericanos, con ocasión de la primera campaña presidencial del candidato Barack Obama y la campaña presidencial del candidato chileno Eduardo Frei, en competencia con el candidato Sebastián Piñera. El relato de esa experiencia se titula “Carta del Presidente Barack Obama y la actitud de políticos chilenos frente a las TIC's” (poner el cursor sobre el título, hacer click y leer). En resumen, mientras el Presidente norteamericano, a través de sus asociados por supuesto, hasta el día de hoy me hace llegar mails sobre sus iniciativas de gobierno y sus querellas con los republicanos en el Congreso, los políticos chilenos (no sólo Frei) jamás contestan no siquiera acusando recibo. Hubo sí una excepción el año pasado (2013, ahora escribo estas líneas de revisión en enero del 2014), la secretaria del senador Ricardo Lagos Weber, a quién conozco desde pequeño, hijo de Ricardo Lagos Escobar, ex Pressidente; acusó recibo del artículo sobre las desigualdades. Nada más, es lo máximo para un parlamentario chileno.

Esto de haberme incorporado a las TIC’s es algo curioso. Sucedió que estando en Ginebra se realizó la cumbre mundial de la “Sociedad de la Información” de Naciones Unidas a la cual concurrió un gran número de Jefes de Estado y de Gobierno. Diplomáticos que representaban a sus países ante esa organización en Ginebra teníamos la tarea de prepararla. Yo fui encargado por parte de Chile para participar en esa preparación, que incluyó varias asambleas previas con representantes que viajaban desde sus países y numerosísimas reuniones de trabajo. El Presidente de Chile, Ricardo Lagos, no pudo asistir a la Cumbre, desafortunadamente. En su nombre fue el Ministro de Economía Alvaro Díaz, persona que yo mucho conocía ya que habíamos compartido durante años en la “academia informal” que surgió en tiempos del gobierno militar. Así es como hube de involucrarme con las TIC’s y el concepto “sociedad de la información”. Claro que yo había realizado investigaciones y publicado artículos y libros en Chile sobre “tecnología y fuerza de trabajo”, sobre las estrategias de las empresas multinacionales para la introducción de la tecnología computacional en Chile y temas similares. Más adelante, si hay ocasión en este escrito, daré algunas impresiones sobre la artesanal diplomacia chilena ante los organismos internacionales.

Esto de haber dedicado algunos días a escribir ese artículo sobre las desigualdades es una manera de decir ya que las demandas de la vida diaria me ocupan gran parte del tiempo. Son algunas horas de esos días que logro dedicar a la escritura. El 2 de agosto recién pasado Emilia viajó a Praga, la capital de la República Checa. Allá viven sus únicas hija, Yelena, y nieta, Nina. Ella debe permanecer en esa bella ciudad europea algunos meses al año a fin de no perder su derecho a residencia. Llegaron a esa ciudad hace 15 años, cuando dejaron su país natal, Kazajistán. Siendo de nacionalidad (etnia) rusa con la caída de la Unión Soviética la vida se les hizo insoportable al convertirse ese país en uno musulmán. Ellas, como miles de rusos con ancestros judíos, emigraron a distintos destinos. Su madre y hermano viajaron a Israel aprovechando la solidaria acogida de ese país. Además, ella mantiene su seguro de salud estatal en Praga que le provee de médico, exámenes y medicamentos sin pago adicional; sólo con el modesto pago del seguro. Tiene una única enfermedad de alto costo, que en Chile es imposible de financiar para nosotros. El costo del pasaje Praga-Santiago-Praga equivale a tres meses de medicamento y allá lo obtiene para todo el año incluyendo, por tanto, los meses que está en Santiago. Para ello paga el seguro médico por adelantado.

Madre y hermano fallecieron en los últimos dos años. Diez años atrás fuimos con Emilia a verlos desde Ginebra. Volamos primero hasta Viena, donde se hace un estricto chequeo por parte de funcionarios israelíes a cada uno de los pasajeros. Ahí se toma la decisión de quienes son aprobados para seguir viaje a Tel Aviv y quienes no. Nosotros también fuimos sometidos a un interrogatorio a pesar de viajar con pasaportes diplomáticos.

De modo que durante los meses de su ausencia estoy solo y debo prepararme todos los días el desayuno, servirme el almuerzo, hacer las compras de todo lo necesario para comer, lavar, hacer aseo y, en general, para mantener el departamento limpio y abastecido. Es a lo que corrientemente se alude con la expresión machista “labores del sexo”; del femenino por supuesto. Viene dos veces a la semana por cuatro horas cada vez la señora Juanita, quién me prepara la comida, hace el aseo del departamento y plancha la ropa. Años atrás a las de este oficio en Chile se las llamaba “empleadas”, luego coincidiendo con el gobierno militar, “asesoras” y, actualmente, se les dice “nanas”. En buen romance son “empleadas domésticas”, pero es costumbre nacional designar a oficios no profesionales con una palabra que les eleve de categoría, laboral, social o afectiva. Así a los cuidadores de autos y otras categorías de trabajadores informales se les llama “jefe”. En los restaurantes a los “mozos” no se les llama así sino “señor” o “jefe”.
Lope de Vega poetizó la soledad:

A mis soledades voy/ de mis soledades vengo,/ porque para andar conmigo/ me bastan mis pensamientos.
Que a mi, a veces, más bien me persiguen a pesar de lo cual con ellos debo convivir.
Otra actividad prioritaria que consume muchas energías, tiempo y dinero es la preocupación por mi salud: frecuentes visitas a la farmacia, tomar a la hora las grageas, ponerme gotas en los ojos al despertar y en la lengua al acostarme, tomar baños de tina con sal de mar, beber mucho líquido en las mañanas y poco en las tardes, hacer diarios ejercicios. Y, desde hace ya unos siete años ponerme una crema humectante y otra en las lesiones con la que me castiga en la piel una alergia a los metales (en especial los que están en los alimentos), las fragancias, los ácaros del polvo, los pelos de gatos y perros, los mariscos. En el 1990 fui operado del corazón, me colocaron dos by pass. Nunca tuve infarto ni dolores; antes habían intentado con angioplastia, que funcionó por cuatro meses al cabo de los cuales todo se revino. Entonces, al quirófano y de corazón abierto. Mi hijo Manuel, de 15 años a la sazón, fue a verme al hospital al segundo día de entrar, me preguntó si la operación era peligrosa. Le contesté que no lo era: no volvió más. Desde entonces mi cardiólogo a quién consultaba tres a cuatro veces al año, ahora nunca más de dos, es el Dr. Ramón Corbalán quién ha devenido en una especie de médico generalista y casi un confesor. Hombre bondadoso, lo consulté desde Europa vía correo electrónico y, cuando fue necesario, por correo privado cuando un médico suizo había reservado hora en hospital para hacerme una angioplastia que don Ramón desechó. Pero desde hace algo más de cinco años la enfermedad que más me ha preocupado es la susodicha alergia que se ha manifestado en ronchas, picazón y sequedad de la piel. Molesta tanto de día como de noche. Al ponerme crema en las lesiones del cuerpo, no puedo olvidar la espalda. Con un espejo en la mano y otro de pared hago todo tipo acrobacias para sujetar el tiesto de crema y ponerla donde sea necesario; todo a la vez. Esfuerzos que tienen, obviamente, mediocres resultados.
Luchando contra los sinsabores de la soledad + la alergia salgo, a veces, a tomar un cafecito con algún amigo, que vive cerca. Dos son de amistad nueva y otros dos antiguos colegas de trabajo y de estudio en Cornell University: Adelio Pipino y Roberto Oyaneder. Adelio se integra sólo cuando concertamos previamente una reunión los tres. Es hombre de substanciosos recursos a juzgar por sus frecuentes peregrinajes, tres a cuatro veces al año, a los distintos países europeos adonde concurre con su hija, la que se encarga de los diferentes trámites. Su esposa queda en Santiago. A propósito de estas salidas a disfrutar un café con algún amigo vecino de Las Condes he escrito lo siguiente:

Los jacarandá en el barrio: cuando en esta agradable primavera salgo a caminar por mi barrio en dirección a algún café pasando, previamente, por casa de Roberto Oyaneder disfruto de los numerosos árboles de flor azul que tiñen el cielo y tapizan el suelo con su intenso color. Evoco, entonces, la canción de María Elena Walsh:
“El cielo en la vereda está, con espuma y papel de seda del jacarandá”.
Roberto tiene en la vereda frente a su casa uno de los más bellos del sector, haciendo parte de su cuidado antejardín, colmado de flores. Una buganvilla, generosa en flores rojas, se enreda a poca altura con el azulado jacarandá formando la hermandad de la belleza primaveral. El jacarandá, sus azules flores, levantan mi ánimo decaído por la forzada soledad. Si vuelvo feliz a casa, ayudado también por el café y la conversación, puedo continuar con mis escritos. Con razón Emilia, desde Praga, la bellísima, me insta en nuestra conversación matinal a salir en la mañana antes que la temperatura aumente y el calor, que mal le hace a mi piel, apriete. La alergia, en tanto, con calor despierta y se agita, a la vez que yo padezco. En el camino que recorro de vuelta puedo disfrutar otra vez, paso a paso, de estos árboles generosos con su belleza azulada ¡Qué privilegio tener azul en el cielo y azul en el suelo! En cuanto a la buganvilla tengo una en la terraza de mi departamento, modestamente, en un macetero. Yo la encuentro bellísima y junto con otras flores menores disfruto tomándoles fotografías que coloco en mi website, el blog ¿Chile hacia dónde vas ? Que yo a diez días de la decisión presidencial aún no lo sé.

Como decía me hace la comida, el aseo del departamento, el planchado de la ropa la señora Juanita, una recomendación de mi buen amigo Julio Sáenz. Pero yo lavo la loza que uso en los días en que ella no viene. Es enérgica para limpiar, que es su punto fuerte: desordena todos los lugares a la vez y al final todo se recompone limpio, aunque nada en el lugar en que estaba previamente. Es amable, trabajadora y sacrificada aunque, al parecer, ligera de genio. Popularmente se dice que "tiene malas pulgas" ¡Cuidado!

En los alrededores de San Felipe, a medio camino de la ciudad de Los Andes se encuentra un restaurante con look y nombre campesinos, “La Ruca”. Piso de tierra, ornamentos del campo chileno, cocina a la vista, menú criollo (mucha carne de vacuno y de cerdo, cazuelas, empanadas, ensaladas abundantes, chicha y vino). Animación de guitarras y canciones chilenas con artistas vestidos de “huasos”. El público retribuye con dinero a discreción. Los precios ni muy altos ni baratos. Es una parada habitual de buses con turistas provenientes de Santiago. Al cumplir 80 primaveras invitamos a mis dos primas y sus esposos y fuimos a almorzar a “La Ruca”, con champaña y todo. Yo pedí sopa de pavo nogada: costumbre que adquirí cuando estuve acá, años atrás, acompañado de la historiadora italiana María Rosaria Stabili. “La Ruca” está entre San Felipe y Los Andes, en medio del encantador campo aconcagüino. También visitamos con María Rosaria, hacia en sector norte de la provincia, el antiguo y tradicional poblado Putaendo, donde bebimos chacolí, mistela preparada en aguardiente, con el orujo de la uva. Ella vino a Chile con su esposo, economista, contratado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Se incorporó activamente al movimiento feminista que se organizaba en varias ONG´s en épocas del gobierno del General Pinochet y, luego, fue reconocida por sus investigaciones historiográficas sobre Chile y sus elites. Fue mi amiga y debo agradecerle que fuese muy cariñosa con mi hija Paula.

Una de las primas de San Felipe, Lila, ha estado estos días (septiembre de 2013) hospitalizada en Los Andes luego de una caída en su casa rompiéndose una cadera. Ello ha concitado la preocupación de toda la familia de mi generación, es decir, hermana y primos. Ella ha sido una persona que se ha destacado por su ternura, humildad. sensibilidad y cariño. Nos hemos querido mucho; cuando vamos a San Felipe a casa de su hermana Lucy, pasamos a verla, le llevamos algún regalito. La encontramos siempre preocupada de su cocina y de hacer alguna atención. No hay nadie que la conozca y no la quiera. Tiene ahora tres años más de 90.

Viniendo desde Los Andes por una de las entradas a la ciudad se pasa por la Escuela Agrícola de San Felipe. Es un recinto escolar que cuenta con terrenos adecuados para la práctica de los estudiantes: hortalizas, frutales, gallineros. Es un establecimiento privado. Justo este año entré por vez primera en ella; fui con Emilia y mi prima Lucy. Nos esperaba la Sra. del Director quién nos condujo a su oficina. Un profesor bastante orgulloso del desempeño de esta establecimiento de educación de técnicas agrícolas. La escuela recibe a alumnos internos, hombres y mujeres. Venden algunos productos: huevos de gallinas y de codornices; hortalizas; frutas.

III.- Ay, los hijos

30 de septiembre del 2013. He debido interrumpir por varios días este escrito por razones de salud. Este mes de septiembre ha sido especialmente frío. Han caído algunas heladas en los campos que han quemado los brotes tanto de frutales como de hortalizas. Hay grandes pérdidas entre los agricultores. En Santiago hemos debido soportar noches y días muy helados, sin sol o con él. Mucha gente enferma sobretodo de la tercera edad. Bueno, el jueves recién pasado yo salí a dar un paseo, desde mi departamento al Banco, empujado por primorosos rayos de sol. Iba a pagar la tercera cuota de las contribuciones, que afectan a la propiedad habitacional, con la cual el Estado chileno sigue castigando a los jubilados. A poco andar me dí cuenta que había salido poco abrigado ya que sol no calentaba. A la tarde ya tenía dolor de garganta por un resfrío que me tuvo en cama por tres días. Hoy lunes me he levantado convaleciente. Mi amigo Antonio Dávalos, ingeniero químico, se ofreció a llevarme al supermercado, lo que era imprescindible ya que de tarde viene la Sra. Juanita a prepararme comida para tres días. En cama, pero levantándome para prepararme el desayuno, calentar el almuerzo, tomar los medicamentos, arreglar la cocina algo estrecha. Mi hija Paula llama por teléfono para preguntarme cómo estoy. Amenaza con venir y no lo hace. En ocho años que vivo acá ha venido dos veces, cuando estaba Emilia a quién le pidió que preparara una comida a fin de presentarnos un novio abogado que tenía y ya no tiene.

Debo agregar, sin embargo, que después de varios años se ha producido en las últimas semanas (octubre del 2013) un acercamiento con Paula. Nos hemos reunido ya tres veces en distintos cafés y hemos charlado acerca de la actualidad nacional, acerca de los niños y sobre sus eternos y renovados sueños de viaje, que es al tema que más le agrada. De martes a viernes llama por teléfono y dice que vendrá a verme el fin de semana. Llegado el fin de semana deja de llamar porque no se decide a venir prefiriendo quedarse en cama hasta tarde. Tomar movilización colectiva desde Ñuñoa a Las Condes le es muy difícil. Paula no maneja auto a pesar que en distintos momentos de su vida ha sido dueña de tres. Dos regalados por mí y otro comprado por ella a medias con el novio abogado que tuvo. Los autos por mi regalados fueron con curso de manejo incluidos y aprobados; de modo que en ambas ocasiones obtuvo licencia de conducir, lo que nunca hizo. Ambos los vendió. El primero (un Lada 125) con un pérdida leve de mi parte, naturalmente. Este auto venido desde Rusia se lo compré a mi amiga Patricia Ramírez que lo tenía detenido, especialmente para Paula que había empezado a trabajar como vendedora de seguros de vida, después de renunciar al ejercicio de su profesión, “educadora diferencial”, estudiada en el Instituto Blas Cañas, de la Iglesia Católica, hoy Universidad Cardenal Silva Henríquez. Lo adquirí por 1.800.000 pesos. Estuvo detenido sin uso dos meses en el jardín de mi casa donde también vivían Paula y su hijo Sergio, recién separada del padre de mi nieto. Entonces, le dije que si no lo usaba era mejor que lo vendiésemos. Habló con un compañero de oficina quién se interesó. Yo le dije a mi hija: ofrécelo a $ 1.800.000, pero en la negociación no te bajes de $ 1.700.000. Llegó el comprador, se interesó en comprarlo, preguntó por el precio y Paula le respondió, sorprendentemente: lo vendo en $ 1.800.000, pero no me bajo de $ 1.700.000. Así fue como en dos meses perdí $100.000.

El segundo, un OPEL Vectra (alemán), tuvo peor suerte. Fue vendido con una pérdida considerable ya que lo tuvo detenido a la intemperie, invierno y verano, sin protección durante cuatro años. Se lo regalé antes de irme a trabajar a Europa por varios años. Curiosamente su pareja, Alejandro Cerna, padre de su hija Catalina, con quién vivía, tenía auto propio. Conocía, por tanto, cómo debía cuidarse un automóvil y cuál era el momento de venderlo si no se usaba. Gonzalo Rivas, medio hermano de Paula por lado de madre, fue el único que lo utilizó, aunque tan solo durante seis meses, según información de Paula. Al parecer la introducción de este vehículo en la familia nuclear de Paula y Alejandro causó más discordias que beneficios. Mis buenas intenciones y mi generosidad devinieron en resultados negativos. El auto avaluado en 8 millones cuando se lo regalé fui vendido deteriorado en 2 milones. Una pareja que no se consolidó y terminó en una escisión: cada cual para su lado. Yo desde Europa seguía, en la parte que Paula me contaba, los acontecimientos familiares vía telefónica. La llamaba semanalmente y hablábamos durante una hora sobre ellos y temas de mutuo interés, ocasión que aprovechaba para saludar a mis nietos, Catalina Cerna y Sergio Fernández. Así podía ayudar con mis consejos, aparte del estipendio mensual que le tenía asignado y que se pagaba con vale vistas emitidos por el Banco Santander. También mi hijo Manuel tenía asignada una mensualidad por este canal. Por algunos meses, al comienzo de este siglo, estuvo Manuel viviendo en Barcelona junto con Astrid, su pareja, con la cual al día de hoy (3 de diciembre, 2013) tiene dos hijos, Mateo y Borja. Ni Paula y Manuel se casaron con sus parejas con las cuales procrearon descendientes. Actualmente ella vive sola con sus hijos y Manuel lo hace con Astrid.
Ya al cumplir Manuel quince años le organicé un viaje a Europa aprovechando que estaba allá su amigo Sebastián Silva Costa, hijo de Carmen Gloria y del ex embajador de Chile Sergio Silva. Sebastián, nacido en Osaka, Japón, y criado en Ginebra, Suiza, vivió varios años en Chile. La idea era que se reunieran antes de Pascua en Madrid, donde Sebastián lo esperaría en Barajas, el aeropuerto. Luego harían una gira por algunos países para terminar, Manuel, a fines de febrero en Barcelona, en casa de familiares de un compañero del colegio “Francisco de Miranda” donde estudiaba, previamente contactados. Para financiar esto contaría con dólares en efectivo, cheque dólares de American Express y una tarjeta de crédito dorada. ¿Por qué lo hice? para evitar que en las vacaciones de verano partiera a Tongoy, a juntarse con amigos y compañeros de colegio, todos con gran entusiasmo por la droga (marihuana y otras más pesadas). Tongoy al norte de Los Vilos, al sur de Coquimbo es un afamado y pintoresco balneario todo el año. En verano es, además, peligroso para adolescentes que aspiran a ser hombres machos, muy machos; alcohol, marihuana y otras mediante.

Los planes fallaron en dos aspectos relevantes. Uno, Sebastián dos días antes del vuelo de Manuel me llama por teléfono desde Madrid y me comunica que él está viajando a Santiago (no te fíes de ellos que parecen grandes pero siguen siendo chicos). Agrega que unos amigos suyos esperarán a Manuel en Madrid. Dos, Manuel llega a Barcelona antes del 15 de febrero a la casa convenida, está tres días y vuelve a Santiago, para dirigirse dos días después a Tongoy. Ahí se reúne con Sebastián. Fracaso de planes y tragedia prevista.
Yo sobre mi hijo tenía una tuición incierta. El vivía con su madre que se había vuelto a casar, esta vez con un médico de una familia bien instalada en la sociedad santiaguina, lo que ella buscaba desde siempre. Francisco Mardones Restat, bastante mayor que ella. El viaje a Europa lo financiaba solamente yo, mía fue la idea. La madre, Gloria Jones, lo aprobó sin convicción.

Nunca supe el detalle del periplo. Sólo que llegó a Madrid justo antes de Pascua y se vino de Barcelona, el 15 de febrero. Me dijo que había hecho una gira. Que en Madrid le aportó a los amigos de Sebastián una botella de whisky comprada en el “duty free” de Buenos Aires con la tarjeta de crédito que, obviamente, hube de pagar yo; que en Madrid extravió los cheques viajeros y que, más tarde, los recuperó; que no hizo mayores gastos con la tarjeta. En suma, fue un viaje en que yo arriesgaba mucho dinero, pero que al fin de cuentas me resultó menos caro que lo que yo preveía. ¿Por qué se vino antes de lo convenido? Sus ganas imparables de pasar parte del verano meridional en Tongoy, con sus amigos.

Y sí fue. Viajó a la playa, se encontró en ella con Sebastián Silva (actualmente funcionario de la Cruz Roja internacional, con sede en Ginebra ciudad en que él, su hermana y su madre han vivido por varios años. Su trabajo lo ha llevado a la Franja de Gaza, a Afganistán, a la selva colombiana, a las áreas sensible de México) y a la tercera noche ambos participan en una pelea en la cual Sebastián al defender a Manuel recibe un golpe, cae al suelo, es pateado en la cara por un joven malvado, hijo de médico, que usa zapatos con punta metálica y le revienta un ojo. Carmen Gloria, su madre, viaja de Santiago a la Serena a cuyo hospital fue trasladado y comienza un calvario, cuya última etapa fue la de ajustarle bien un ojo de vidrio, lo que sólo se consiguió, años más tarde, en la ciudad francesa de Lyon, la tercera más poblada de Francia, después de París y Marsella, y la segunda más numerosa en estudiantes universitarios. Manuel y Sebastián volvieron a verse en Santiago, pero su amistad nunca volvió a ser la misma de antes de este doloroso episodio. Sebastián tomó un rumbo internacional, poseedor de la ciudadanía suiza, viene de vez en cuando a Chile donde reside actualmente su madre a orillas del océano Pacífico, en los aires de Mirasol.

Doce años atrás invité a mis dos hijos y a mis dos nietos, ambos hijos de Paula, a Ginebra en tiempos en que Carmen Gloria e hijo vivían allí. Recuerdo que Sebastián invitó a Manuel a tomar cerveza. Supongo que habrán repasado su amistad santiaguina obviando, quizás, Tongoy, su playa y el verano fatal.
Gloria, la mamá de Manuel, aprovechó la ocasión del incidente para reprocharme la iniciativa del viaje a Europa. Como no había lógica en ello, le respondí: si en dos o tres días que estuvieron en Tongoy sucedió aquello te imaginas qué podría haber pasado si hubiesen estado dos meses ahí?

El amor de pareja, el paternal, la amistad se expresan en la mayor solidaridad y respeto, en la evitación del daño, en la simpatía máxima. Yo no quiero experimentar a vivir otro tipo de relación. Para mí no tiene interés otra experiencia humana que no sea la de la máxima humanidad. Amor y amistad. Esta es la vida de relación que querría tener con mis hijos, pero la realidad, que es más fuerte que las íntimas convicciones, no lo ha hecho posible. Lo que explicaré en otro lugar.

III.- Dejo pasar al presente mismo

Ayer 5 de diciembre de 2013 tuvimos la triste noticia de la muerte de Nelson Mandela. En la TV estuve mirando el canal de la BBC y el CNN que se extendieron en largos relatos acerca de la vida y la obra política y moral del ilustre occiso.

Hoy 6 de diciembre se ha conocido la noticia del fallecimiento del Padre Alfonso Baeza, sacerdote reconocido defensor de los trabajadores chilenos, de los sindicalistas y, en su tiempo, de los perseguidos por la dictadura. En esa época el Arzobispado de Santiago, siendo titular Monseñor Silva Henríquez, creó la Vicaría de Pastoral Obrera. El Padre Alfonso Baeza fue el vicario. Yo participé durante varios años en un seminario sobre la situación del movimiento sindical chileno en la época, que se reunía una vez a la semana por dos horas en el local en que funcionaba la Vicaría, en Alameda Bernardo O’Higgins cercana a la Estación Alameda, desde donde salen los trenes hacia el sur del país. Además de ello durante un año (1982), con medio tiempo diario, fui asesor del ilustre sacerdote. Hoy lo recuerdo, le rindo un homenaje, lo lloro. En tal calidad organicé conferencias para los sindicalistas de todos los niveles y tendencias sindicales y políticas. A través de estas charlas participativas traté de vincular al liderazgo político de oposición al gobierno de Pinochet con el mundo sindical. Es así como realizaron exposiciones el futuro Ministro de Estado y senador Edgardo Boeninger, figura de gran importancia en el proceso de transición. También el futuro Presidente de Chile Ricardo Lagos Escobar que, en esa época éramos amigos cercanos, en tanto que ahora somos amigos lejanos. Ambas cosas por las circunstancias de la inserción de cada cual en la vida política y social del país. El acercamiento del liderazgo político opositor con el movimiento sindical fue fundamental para el deterioro de la imagen de poder incontrarrestable que tenía la dictadura. De ese vínculo salieron las protestas callejeras. También cuando visitaban el país destacados académicos europeos interesados en Chile organicé encuentros similares. Así fue con el afamado sociólogo francés Alain Touraine y con mi amigo y colega el Profesor de Oxford Alan Angell, autor de un clásico sobre sindicalismo chileno: Politics and Labour Movement in Chile; Oxford: Royal Institute of International Affairs; 1972.

Esta labor ayudó a recobrar el trabajo intelectual de los sectores democráticos en el Chile de Pinochet. Por cierto, estas iniciativas se enlazaron con otras y así fue como renació el pensamiento progresista que empezó a caracterizar la sociedad que surgía de las políticas ultra neoliberales del gobierno dictatorial. Ya en 1978 asumí como Director Ejecutivo del Centro de Estudios Económicos y Sociales VECTOR, primer centro de estudio con predominio izquierdista y presencia de la Democracia Cristiana. Presidente del directorio era Ricardo Lagos Escobar y los integrantes destacados políticos opositores a las políticas del gobierno militar. Nada de ello hubiese sido posible sin la ayuda financiera de las democracias occidentales.

Hoy 28 de octubre 2013 retomo este intento de escritura, después de haber despachado el largo artículo sobre las desigualdades. Y después de vencer la resistencia a reanudar esta tarea. He preferido leer la prensa online, revisar y corregir, en parte, mis blogs, ver televisión, leer la prensa de papel. Claro que también debo atender las labores domésticas ya mencionadas y cuidar mi molesta alergia que ha impactado mi piel de mala manera. Baños de tina con sal de mar, cremas, grageas, gotas sobre la lengua (vacuna). Muchos viajes a la farmacia, otros a la feria y supermercado, mantener ordenado el departamento, echarle una mirada al auto, hablar por “Skipe” con Emilia cuidando que no “vea” mi estado frecuentemente depresivo, procurando mantener una esporádica relación con los parientes en de San Felipe y Viña del Mar y con tres amigos, adultos mayores, de Las Condes.

De jubilado tengo tantas o más tareas que de trabajador activo, dado que casi todas mis actuales obligaciones son indelegables. Sucede también que el ritmo de los Adultos Mayores es lento, demoroso, frecuentemente algo se olvida, hay que volver atrás a repetir lo que se hizo mal o incompleto. Al salir es necesario chequear si se lleva el móvil, o celular, como le llamamos en Chile. ¿Quedó cortado el gas? Abrir de nuevo la puerta recién cerrada con llave y ver. Si, está OK, ahora vamos tranquilo.

Sólo delego las tareas señaladas, a la Sra. Juanita. Aparte de las obligaciones me entretengo, quizás en demasía, con el computador mirando la prensa online, nacional e internacional, revisando el correo y, con algún exceso, leyendo y escribiendo en Twitter: (@Manuelbarrera), donde uno a uno tengo algo más de 215 seguidores, algunos de los cuales frecuentemente “retwittean” (RT) mis mensajes. Además, actualizo, corrijo, suprimo entradas en mi blog principal que suelen repercutir en los dos adicionales. En TV, aparte de ver parte de los noticieros veo, en ocasiones, partidos de football de buenos equipos europeos y también de la selección chilena; y también a veces a los mejores tenistas de circuito mundial. Para ello me paseo por los canales deportivos que están uno al lado del otro, del 45 al 49 en el servidor VTR. La TV abierta chilena es detestable, aunque veo parte de sus noticias. Mis canales preferidos son el Film&Arts sobre todo sus reportajes de arte y algunas series inglesas, el alemán Deustche Welle, el español, el CNN en español, el BBC de Londres y, a veces, el francés TV5Monde. Tanto para la TV cable como para Internet y el teléfono fijo tengo contrato obligado con la empresa VTR a pesar de que, en teoría, los chilenos podríamos contratar estos servicios libremente con cualquiera empresa de los cuatro o cinco que los ofrecen. Sin embargo, ello es imposible en este edificio dado que está “cableado” por VTR. Si yo quisiera contratar mi teléfono con otra empresa tendría que pagar la instalación del cable correspondiente. Es el negocio de la inmobiliaria con esta empresa en particular, lo que acostumbran hacer todas las inmobiliarias. Los 56 departamentos del edificio estamos en las mismas condiciones. La libre elección es meramente teórica, como muchas cosas en Chile, donde la realidad se impone sobre la ley. Es lo que los movimientos sociales en activa agitación desde el 2011 han llamado el abuso de las grandes empresas.

Esta escritura me sabe como al trabajo de un carpintero que se esfuerza para que la silla que está haciendo le salga lo mejor posible a diferencia que todavía no imagino cómo ha de ser la silla terminada. Tengo, paralelamente a este capítulo inicial (quizás), ya escrito y revisado mi trayectoria escolar (sesenta páginas y algo más); avanzo lentamente en el capítulo sobre mi trayectoria profesional, además ha empezado un párrafo, por ahora independiente, con reflexiones acerca de mi vocación; guardo, en otro lado, cartas de mis hijos que no les respondí y que planeo hacerlo por este medio. Nunca les respondí cartas ofensivas, claramente agresivas hacia mí o Emilia e, incluso, hacia mi hermana Eliana que vive en Viña y a la cual no ven desde hace muchos años. Sin embargo, me propongo responderlas en este escrito.

30 de octubre 2013. De tarde recibo un llamado telefónico de mi nieto mayor Sergio Manuel (llamado “Coco”). Lo noto muy angustiado. Estudia Administración de Empresas en la Universidad Técnica Federico Santa María, sede Santiago. Quedamos de conversar.

Hoy 11 de diciembre 2013 he recibido un llamado de Patricia Bonzi, importante filósofa chilena, esposa del también filósofo Pedro Miras, ambos mis amigos por años, ex compañeros de estudio en el Instituto Pedagógica de la Universidad de Chile. La noticia es triste, Pedro está en un hospital muy grave. Tiene más años que yo. Se espera lo peor, la muerte, el término de la existencia, la vida se extingue. De ahí en más sólo queda para los que continuamos existentes los recuerdos, la memoria. En años de juventud cuando yo empecé a trabajar en Valparaíso le tomé una foto, que conservo, a orillas del muelle de ese puerto. Tiene una mirada nostálgica, siempre la tuvo, a pesar de su alegría de vivir, su afán de pensar y conocer, y sus dotes expresivos. Pedro sobrevivió a esta emergencia.

Han sido días de malas noticias este mes de diciembre. La muerte de Nelson Mandela, el día 5, que nos afectó a todos los que fuimos perjudicados por la dictadura en Chile. El día 6 conocimos el fallecimiento del Padre Alfonso Baeza. El día 8 tuve una discusión con mi hija Paula por la forma insolente y agresiva en que se refirió a Emilia en una conversación que, hasta es momento, era sobre asuntos diarios, normales. El día 10 recibo no menos de cinco mails de Paula repitiendo y agravando sus ofensas a mi esposa y ahora extendiéndola a mí. En estos mensajes surge una causa por tanta inquina contra una persona que nunca hizo nada contra ella, la atendió en casa, le regaló ropa y zapatos europeos, etc. Que yo estaría gastando mucho en mi esposa y ella tendría derechos. Al comunicarme con mi nieto Sergio, su hijo, me dice que deje de intentar tener un trato familiar normal y respetuoso con Paula porque eso, a su entender, es imposible. Que él estudia intensamente para ganar dinero lo más pronto posible como profesional, irse de la casa y no ver más a “esta señora”, todo lo cual me deja más triste. Ello me lleva a comunicarme, por Skipe, con mi hermana quién sostiene lo mismo que Sergio, aunque con juicio más severos. Ella cree que lo más conveniente para mí es prescindir de todo contacto con Paula porque es, simplemente, una persona mala. Dado todo lo anterior quedo muy angustiado y escribo lo que escribo para ver si amaina la angustia, como amainó el temporal cuando nos dirigíamos, con Yolanda, a la isla Robinson Crusoe en la goleta langostera y el capitán modificó el curso, en vez de enfrentar la ola enfiló hacia el norte.

Todo esto es muy penoso para mí porque a esta altura de la vida adhiero con convicción profunda a la idea de que el amor de pareja, el paternal, la amistad se expresan en la mayor solidaridad y respeto, en la evitación del daño, en la simpatía máxima. Yo no quiero experimentar a vivir otro tipo de relación. Para mí no tiene interés otra experiencia humana que no sea la de la máxima humanidad. Amor y amistad. Y el amor se expresa cotidianamente en palabras y acciones. Mis dos hijos están, obsesionados desde hace años por la herencia que les pueda dejar. Según mi nieto a su madre lo único que le interesa es la plata. En cuanto a mi hijo ya hace tiempo que me presiona por un testamento que le favorezca, más allá de lo obligado legalmente. Y lo hace con argumentos escritos. Homo sapiens-demens. La definición del hombre como homo sapiens es incompleta, se queda corta. Por lo demás mucho se ha dicho que el problema de la maldad humana es que verdaderamente existe. Y, para peor, como dice Javier Marías “Uno de los problemas de la maldad humana es que suele ser producto de la estupidez”. Por lo demás, una de mis inhabilidades mayores fue la torpeza para acumular bienes materiales o líquidos y ahora me angustio pensado que, de vivir cinco o más años, no tendría dinero suficiente para financiarlos.

Por ello actualmente debo llegar una vida modesta para tener dinero antes las naturales enfermedades que depara el futuro y no depender de otros en esas circunstancias. Claro que no veo de quién, mi esposa no tiene bienes de fortuna, los parientes de mi generación son aún más viejos que yo y cargan cada uno con sus propios achaques, salvo mi hermana tres años menor, pero también con presupuesto ajustado.

Cuando vuelvo al presente en esta escritura ocurre que, en ocasiones, el instante se transforma en doloroso. En tanto que los recuerdos me permiten habitar un mundo que puedo sentir más amable. Aún si se tratara de episodios que fueron conflictivos. Tiene razón una autora inglesa, que he leído recientemente, cuando dice: “Sí, el pasado es otro país, un país que podemos visitar y una vez allí podemos llevarnos las cosas que necesitamos” Jeannette Winterson; ¿Porqué ser feliz cuando puedes ser normal?; Buenos Aires: Random House Mondadori S.A.; 2012; p.157.

El día 11 de marzo de 2014 se produjo en una ceremonia solemne, breve, republicana y sencilla el cambio de mando en el país. El Presidente Sebastián Piñera terminó su periodo de cuatro años y asumió como Presidenta, por segunda vez, Michelle Bachelet Jeria. Comprenderán que este tiempo ha estado cargado de política y más política.

Hoy 17 de marzo de 2014 he llamado a casa de Pedro Miras y hablado, primero, con su esposa Patricia. Desgraciadamente la conversación con Pedro es muy dificultosa por el estado de su salud, aunque superó el mal que lo tenía hospitalizado. Lo llamé porque hace dos semanas falleció nuestro común profesor de Filosofía de las Ciencias Félix Schwartzmann, reputado pensador chileno, autor de libros sobre temas variados. Como apunta su colega Carla Cordua: “Fue notable por su mucho saber, por su dedicación, por la energía que ponía en aprender cosas nuevas, en eso era poco chileno”. Llegó a los más altos niveles intelectuales, lo que es muy atípico ya que fue un autodidacta, que no realizó estudios formales en Universidad alguna. De joven aprendió el oficio de linotipista y trabajó en distintas empresas siendo, además, dirigente sindical. Por su méritos académicos obtuvo el Premio Nacional de Humanidades.

Hoy, como prácticamente todos los días, vamos con Emilia, de tarde, a la plaza llamada Del Inca, ubicada en el cruce de la calle de similar nombre con La Capitanía, vía que está a 20 metros del edificio en que vivimos. La plaza se ubica a dos cuadras de distancia. Cuando Emilia está en Santiago tenemos esa costumbre. Si estoy solo dejo de ir, salvo cuando viene mi hijo con los nietos pequeños que aman y añoran los juegos de la plaza que disfrutan al extremo.

Esta plaza es el principal sitio público de este barrio, que arbitrariamente lo delimito aquí: por el sur, Latadía; por el norte, el Parque Arauco; por el oriente, la Casa de la Cultura de Las Condes; por el poniente, Alcántara. Todo dentro de la comuna de Las Condes. Este es el barrio que habito, del cual rara vez salgo fuera de sus límites. Santiago, la gran ciudad, existe para mí de modo más virtual que real. Por la plaza transita mucha gente, una buena cantidad de la cual va a la Iglesia que se ubica en uno de sus rincones. Se trata de la Parroquia de Santo Toribio, muy concurrida por feligreses católicos de clase alta, en especial. En los días de verano llama la atención la vestimenta de algunos hombres y mujeres. Van vestidos muy, pero muy informales. Damas con pantaloncito breve, polera escasa de género, en los pies sandalias mínimas. Varones de short, polera y sandalias. Tal como en la playa, hacia adonde se irán pronto o de la cual han recién vuelto. Pero las actividades que se realizan en la plaza son heterogéneas, van desde unas muy sanas, como los ejercicios gimnásticos y el yoga, hasta otras cargadas a lo amatorio erótico.

Durante todo el año en la plaza convive el género humano desde las edades más tempranas hasta las más tardías. Señoras embarazadas, bebés recién asomados a este mundo, niños pequeños que empiezan a caminar, otros algo mayores que intenta domar una bicicleta elemental, jóvenes que se ejercitan en equilibrio en una cuerda, otros en la conversación de vocabulario escasísimo plagado de voces soeces, ancianos que toman el sol, adultos mayores que realizan diariamente ejercicios en aparatos ad hoc. Personajes no humanos tienen un lugar de privilegio en esta jungla. Son los perros. Aquí yo he aprendido que el hombre/la mujer es el mejor amigo del perro. Perros de todas las razas, tamaños y colores corren, saltan, juegan, ladran, mean, cagan, etc. Todo bajo el cuidado atento de sus amos hacia los cuales vuelven cada tanto después del mucho jugueteo por los amplios prados de la plaza. Los grupos de jóvenes (machos y hembras) que se reúnen a conversar platican a voz en cuello los tres o cuatro garabatos (“bad words”) que constituían el vocabulario elemental del chileno popular, pero que hoy se ha convertido en hegemónico, es decir, en transversal, en el habla de todas las clases sociales a esta edad y también en edades mayores, arrasando con las diferencias pudorosas entre sexos. Estos jóvenes son alumnos de los colegios privados más emblemáticos de la clase alta y media alta chilenas, de congregaciones religiosas o de nomenclatura europea. Al atardecer, cuando el astro rey se esconde, Emilia mi esposa, me dice vamos que no soporto el olor a marihuana.

Otra actividad que se practica en esta plaza son los juegos infantiles en artefactos especiales. Columpios, balancines, toboganes y otros, todos muy entretenidos y utilizados por los niños. Dos años atrás la Municipalidad instaló, para los mayores, aparatos para hacer ejercicios que se pensaban solo para adultos, aunque los niños pequeños son atraídos por ellos y, algunos, practican con gran habilidad. En torno de estos aparatos un grupo de adultos mayores nos hemos reunido yendo habitualmente a ejercitarnos al atardecer. Poco a poco nos hemos conocido, nos saludamos, tenemos breves conversaciones, nos ayudamos en esta actividad. Uno de ellos ha hecho de líder, Salvador Muñoz, un atleta de 82 años, fanático de los ejercicios. Competidor en campeonatos internacionales en gran parte de su vida. Actualmente compite en la categoría 80-85 años. El anima y enseña. Organiza y promueve, se comunica con la municipalidad. Se acerca a toda persona mayor que ve que se interesa por la ejercitación. La primera vez que habló conmigo se acercó y me dijo “señor, lo felicito por los abdominales que está haciendo”. Luego conversamos cada vez que nos encontramos y me sugiere más y más actividades, a veces, demasiadas para mí. Me regaló una tira de neumático para estirarla con las manos o pies. Es así como se ha formado un pequeño círculo social.

En el caminar entre el edificio en que vivo y la plaza he observado que los transeúntes que se cruzan en las veredas tienen reacciones diferentes según la edad. Los bebés que van en sus coches conducidos, diariamente, por sus “nanas” suelen mirarme sonrientes, amistosos, humanos; los adolescentes varones pasan displicentes; las jovencitas si van solas dirigen su mirada al suelo; los adultos van educadamente preocupados de lo suyo; las damas de setenta o más años, lo miran a uno serias a los ojos tan fijamente como permita el ritmo del caminar. Es lo más cercano a lo que hacían las adolescentes cuando uno también lo era. El viejo simpatiza con el bebé y éste con aquél. ¿Por qué? Quizás porque ambos están próximos a la nada. Desde allá vino recientemente el bebé y para allá va pronto el viejo.

Por último, se divisan otros actores y otras acciones en los prados. Son los jóvenes que de manera incansable entrecruzan sus cuerpos, se besan, masajean, se ponen una vez arriba y otra vez abajo, durante horas y horas, sin preocuparse del público circundante, de los niños, de los perros, de los atletas, que ni los miran. Ellos estirados sobre el pasto se encojen y recogen, sin que se note que hablen, hacen todo lo que puede hacerse vestidos en honda amatoria que, en otros tiempos, sólo se hacía en recintos privados. ¿Cómo pueden soportar tanto? ¿Irán, luego, a finiquitar lo empezado? ¿Los padres no sabrán que sus hijas/os están haciendo en público lo que las buenas costumbres recomiendan que se haga en privado? ¿O es que la “sociedad del espectáculo”, de la que habla Vargas Llosa, incluye las actividades cuasi eróticas en lugares públicos? Yo, al recordar mis experiencias juveniles, no concibo que esto pueda hacerse sin incluir el coito realizado como Dios manda. Porque aquí, en la plaza, no se ha sabido que esto haya ocurrido, a lo menos, a la luz del día. La verdad es que estos jóvenes se retiran antes del oscurecer, quizás por temor a algún grupo que pueda cometer una violación, a uno de ellos o a ambos.

Cuando uno se encamina hacia el final no sólo se le presenta la necesidad de ensayar una reflexión acerca de su paso por el variado, rico y fantástico fenómeno de la vida sino, además, necesita examinar si su propia vida constituyó un aporte positivo o un fracaso tanto respecto de la sociedad en la que le tocó vivir como frente a los valores, sentimientos, ideales, desafíos, deberes que constituyeron el yo personal.

La autobiografía es una forma de afirmar que el yo importa. No todo es sociedad, no todo es historia, no todo es naturaleza física y biológica. No todo es nosotros. El yo importa, pasa durante un instante por la historia de una sociedad, habita en una realidad social que no puede controlar, que lo trasciende en mucho, comparte con la naturaleza un minuto de su perennidad, pero tiene conciencia de todo ello. Aunque su vida es acotada puede pensar en su situación, puede imaginarse otros mundos, se proyecta biológicamente en hijos, nietos y los descendientes de ellos. Puede que una mirada suya haya sido única, sin par. O, quizás, el modo en que vivió la experiencia amorosa o la estética.
Ratifico lo anterior con la siguiente cita, tomada de S.E. Luria:

“Como afirma el filósofo inglés Jacob Bronowski (1965), cada ser humano es un “yo”, un ente personal y distinto, no sólo por sus marcas bioquímicas de individualidad, sino por ser el depositario de una serie única de experiencias y estar así dotado de una serie única de opciones”. S.E. Luria; La vida, experimento inacabado; Madrid: Alianza Editorial, 1975; p. 166.

Incluso en la cultura del espectáculo, que estamos actualmente sufriendo, ha aparecido recientemente el selfie, el autorretrato digital que está convirtiendo al mismísimo yo, representado por el rostro, en un espectáculo.
He revisado este capítulo y llegado a la conclusión de terminarlo con estas líneas. La fecha de hoy es 6 de abril de 2014. Mi estado de ánimo, de varios días a la fecha, es depresivo. Al despertar me cuesta decidirme a vivir un nuevo día, me cuesta aceptar la idea de hacerlo. Pienso de noche que he llegado a la vejez y que la muerte está pronta. Mal que mal el 25 de marzo, recién pasado, cumplí 82 años de mi estar en este mundo. ¿Qué debo dejar terminado? Desde luego, me propongo juntar fuerzas para terminar este intento de autobiografía, lo veo como un deber, sin estar seguro del por qué. ¿Cómo han de quedar las cosas antes de partir? Enumero algunas, pero no tomo la decisión de actuar, porque me convenzo a mi mismo que ya no tengo las fuerzas necesarias para hacer más arreglos finales que los pocos que he hecho. Uno de ellos lo hice años atrás, la adquisición de una sepultura de tres cavidades en un cementerio privado de Santiago, que compré luego de la operación al corazón para que mis hijos no tuvieran esa responsabilidad. Hoy casado pienso que tengo obligaciones con mi esposa que se ha venido a vivir conmigo desde Europa. ¿Qué hacer con mis papeles, mis escritos: libros, artículos en revistas, columnas en diarios que he recortado, materiales para discusión, publicaciones precarias, etc.? Le pediré a Sergio que asuma el compromiso de conservarlos. Del resto de mi biblioteca no hay nadie en esta familia que pueda tener interés en su lectura o cuidado. Libros de filosofía, sociología, poesía, obras literarias, teoría política. Mucho libros que dan cuenta de investigaciones en materia de empleo, situación laboral en Chile y América Latina. Libros de sociología en inglés, libros de arte, de viajes, etc.
En este marco me apresto a continuar con mi escrito, para lo cual procuraré con esfuerzo volver al pasado dado que los acontecimientos de la realidad me retienen en el hoy.
Retomaré el capítulo sobre mi trayectoria laboral, aunque no descarto de avanzar paralelamente con lo que he llamado “temas vocacionales” y, de paso, “el accidente del nieto mayor”.

Capitulo segundo
Mi trayectoria escolar: desde la escuela rural adelante.

Hace ya algunas semanas terminé de revisar este relato y lo publiqué completo en uno de mis blogs. El enlace es el siguiente: http://bibliotecamanuel.blogspot.com/2013/03/mi-trayectoria-escolar-desde-la-escuela.html

Capítulo tercero
Mi trayectoria profesional

Capítulo cuarto
Temas vocacionales

Capítulo quinto
El accidente del nieto mayor

Capítulo sexto
a) La familia : esposas, hijos, hijastros, nietos.
b) Contesto algunas cartas

Epílogo
































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