lunes, 16 de agosto de 2010

Las deslocalizaciones, el nuevo fantasma que recorre Europa. Manuel Barrera

Como en el Siglo XIX un fantasma recorre Europa. No se trata, ahora, de la revolución social sino de una de las expresiones de la nueva revolución capitalista, la del capitalismo global. En efecto, el creciente fenómeno de las deslocalizaciones se cierne amenazante sobre miles de trabajadores europeos y sobre los afanes gubernamentales por bajar las elevadas tasas de desempleo con que funcionan gran número de estas economías.

Aunque el fenómeno de las deslocalizaciones no es nuevo ha llamado la atención poderosamente desde el año 2004 por la extensión que ha alcanzado y por el impacto que ha provocado tanto en los sindicatos como en amplios sectores políticos y en los medios de comunicación. Además, curiosamente, este fenómeno se ha engarzado con el de la jornada laboral de 35 horas, con el cual aparentemente tiene poca relación. Sin embargo, como veremos más adelante, la variación de la jornada se está utilizando para detener la marea de las deslocalizaciones, lo que de hecho plantea una importante reforma de la política laboral. Durante años esta práctica empresarial afectó a los trabajadores de las manufacturas, en tanto que en la actualidad se ha extendido al sector servicios, incluyendo a los trabajadores de mayor calificación. En el sector de las tecnologías de la información, por ejemplo, se globalizó primero la producción de tecnología y, ahora, está ocurriendo lo mismo con los servicios ligados a esa tecnología.

¿Qué se entiende por deslocalización? Para comprender este término basta con imaginar una actividad ubicada espacialmente, es decir, localizada en un punto del espacio geográfico. Deslocalización sería el cambio de la localización de dicha actividad. En un sentido más estricto el organismo ministerial francés para los cambios económicos (MIME) entiende por deslocalización el desplazamiento hacia el exterior de una actividad económica existente en Francia, cuya producción es a continuación importada a Francia. (“Les délocalisations d´entreprises”; Vie-publique.fr - Actualité; 12 de enero de 2004). En la prensa diaria se usa esta expresión con su significado más lato. Comienza a utilizarse en los años sesenta para referirse específicamente al traslado de actividades productivas desde los países industrializados hacia países en desarrollo, vía inversión extranjera directa. Este proceso tuvo una lenta expresión en las décadas de los setenta y ochenta debido al escaso crecimiento de las economías del mundo en desarrollo, unido a la inestabilidad política e institucional de ese mundo. Sin embargo, a partir de los años noventa las deslocalizaciones han resurgido con fuerza en virtud del avance del proceso de globalización de la economía mundial, con lo que ha implicado en la reducción de los costos del transporte y los aduaneros, las facilidades en las comunicaciones gracias al desarrollo tecnológico (las TIC´s), los flujos de capital y la institucionalización de los mercados en grandes áreas del tercer mundo (incluyendo a las ex-economías centralizadas). La deslocalización puede ocurrir en empresas de propiedad de extranjeros afincadas en un país o en empresas de nacionales de ese país, aunque es más frecuente en el caso de las primeras.

Para el resurgimiento de este proceso ha sido de gran importancia el elevado crecimiento económico de países como la China con su enorme mercado real y potencial, Singapur, Tailandia, Malasia y otros asiáticos, a los que en los últimos años se ha unido con fuerza la India. Todos ellos tienen costos laborales muy inferiores a los occidentales. La China posee una fuerza de trabajo abundante y disciplinada. En la India también los salarios son bajos, comparados con los de los Estados Unidos y de Europa Occidental y tiene, además, numerosos y bien preparados profesionales, los que generalmente dominan el idioma inglés. Por su parte, países ex -comunistas del este y del centro de Europa, que tienen costos laborales bastante inferiores a los de Europa Occidental y que poseen, además, una mano de obra bien calificada y disciplinada se han constituido también en países de destino en este proceso. Su calidad de puente entre los mercados occidentales y orientales ejerce un atractivo adicional. Son la República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Polonia, Hungría, Rumania, Bulgaria, las Repúblicas Bálticas.

De modo que dos serían las motivaciones principales para trasladar las actividades económicas desde los países “centrales” a estos en desarrollo: estar presente en un mercado en expansión y ahorrar en los salarios y otras retribuciones a una mano de obra calificada y disciplinada. Aumenta la atracción de un país su buena infraestructura material, especialmente los medios de transporte.

En este artículo nos proponemos mostrar la inquietud que ha surgido en Europa tanto en los medios sindicales como políticos frente a la práctica de las deslocalizaciones desde el año 2004, en especial. Dado que se trata de un fenómeno que está en proceso de desenvolvimiento no utilizamos como fuentes investigaciones con datos cuantitativos confiables o estudios formales que entreguen hipótesis sobre el tema y procuren probarlas científicamente. No existen, por otra parte, estadísticas públicas precisas sobre las deslocalizaciones. Nuestras fuentes son informaciones de prensa que se refieren a los acontecimientos que impactan a la opinión pública en el devenir cotidiano. Estas fuentes tienen los méritos y los defectos propios del relato del acontecer actual, relato que se escribe diariamente. Específicamente, hemos examinado dos diarios de reconocida calidad periodística: el francés Le Monde, sus ediciones de los días martes a sábado, y el español El País, especialmente sus ediciones de los días sábado y domingo. Como es obvio la prensa no utiliza una definición muy acotada sobre el tema, de modo que puede mencionar con este término a un evento que en sentido estricto sea una inversión directa en el extranjero o una externalización. El artículo está limitado a tres países: Alemania, España y Francia y no pretende decir nada definitivo sobre el fenómeno sino sólo llamar la atención sobre una de las prácticas que acompaña a la globalización de la economía y pone en jaque al empleo de muchos trabajadores.

2.- El caso de Alemania

Alemania, que vive una difícil coyuntura económica y política, ha estado tensionada por el masivo desempleo de los territorios de la ex - Alemania del Este, por el estancamiento económico y por la necesidad de implementar reformas en su régimen laboral. Los sindicatos, parte de la opinión pública y la oposición política, por distintas razones, han dificultado tal implementación. Por su parte las empresas afirman encontrarse en inferioridad de condiciones en la competencia internacional por la inflexibilidad del sistema de trabajo, los altos costos salariales y las elevadas aportaciones a la seguridad social.

Firmas alemanas han trasladados divisiones financieras y administrativas a la India y la China. Entre otras se pueden mencionar a Lufthansa, Daimler-Chrysler, Deutsche Bank. En diciembre de 2003 el Grupo Industrial SIEMENS anunció el traslado de 10.000 empleos relacionados con el desarrollo de soportes informáticos (software) a Europa del Este para los próximos años. Este Grupo, que cuenta con 30.000 especialistas en esta rama adujo, como principal razón, los costos salariales. Lo mismo hicieron otras empresas, tales como Epcos (componentes electrónicos), Infineon (semiconductores), SAP (soportes informáticos). El consejero de Siemens, Johannes Feldmayer, encargado de la estrategia corporativa declaró: “Al igual que nuestros competidores tenemos que dar cuenta de esta tendencia y trasladar parte de nuestras actividades” (El País, 13 de diciembre de 2003). Agregó que en estos países, (denominados Pecos - países del este y centro de Europa) se encuentra una masa salarial excepcional dotada de una excelente formación. El otro incentivo –aparte de los menores salarios y del trabajo calificado- es su crecimiento económico, más elevado que el de Europa Occidental.

La antigua Alemania del Este, que tiene un desempleo masivo, no se ha beneficiado con esta tendencia toda vez que después de la reunificación se acordó un aumento del 200% de los salarios, por lo que al día de hoy son menos competitivos que los de la República Checa o Polonia, dicen los empresarios. En efecto, el costo promedio por hora trabajada es de cinco euros en los países que han accedido recientemente a la Unión Europea en tanto que dicho costo en Alemania en su conjunto sobrepasa los 25 euros.

En marzo del 2004 el presidente de la Federación Alemana de Cámaras de Comercio y de la Industria (DIHK), Ludwing Georg Braun, ha declarado : “Yo aconsejo a las empresas de no esperar una mejora de las políticas sino de actuar y aprovechar las oportunidades que se presentan con la ampliación de la Unión Europea” (Le Monde, 14 de abril de 2004). Según este responsable empresarial las deslocalizaciones permitirían mejorar la competitividad de las empresas con lo que se podrían salvar los puestos de trabajo en la misma Alemania. El Canciller M. Schröder juzgó estas declaraciones como un “acto antipatriótico” (Ibid.).

La situación es políticamente inquietante toda vez que, según los cálculos de las Cámaras de Comercio, alrededor de 50.000 empleos se restaran cada mes en Alemania a favor de los países con menores salarios, especialmente los del Este europeo. La tendencia a la deslocalización de los puestos de trabajo con fuerte valor agregado está presente en numerosas empresas tecnológicas. La respuesta al Canciller proviene justamente del Jefe de SAP, empresa europea número uno en software. Su argumento es de que si no participan en este movimiento dejarán de ser competitivos, perderán partes del mercado y, luego, una parte de los puestos de trabajo en la misma Alemania lo que ya ha sucedido, en la rama de las tecnologías de la información, con miles de ellos en los últimos años.

En este contexto las empresas presionan para ampliar la jornada de trabajo de 35 horas, en algunos casos, o de 37,5, en la mayoría, a 40 horas semanales sin compensación salarial. En el año 1984 el poderoso sindicato industrial IG Metall, mediante una huelga histórica en la lucha sindical del país, impuso la jornada de trabajo de 35 horas semanales en parte de la industria automovilística y metalúrgica. De ahí para adelante muchos convenios colectivos en diferentes sectores económicos acordaron una jornada de 35 o de 37,5 horas. En los últimos años, sin embargo, silenciosamente, utilizando una amplia gama de modalidades contractuales, muchas empresas han ampliado la jornada, en negociaciones directas con sus sindicatos. No obstante, la polémica sobre la duración de la jornada estalló a fines de junio de este año 2004 cuando se conoció que la multinacional Siemens y el sindicato IG Metall habían acordado ampliar la jornada de 35 horas a 40, sin compensación salarial, en dos fábricas de teléfonos móviles que estaban a punto de ser cerradas y trasladadas a Hungría. El experto Hilmar Schneider, del Instituto para el Futuro del Empleo (IZA) declaró: “Es la primera vez que el IG Metall acepta una ampliación y quizás sea esto lo que haya asustado a la gente” Este experto agrega: “La idea de que la reducción de las jornadas a 35 horas semanales crea empleos definitivamente ha sido desmentida por la realidad. En Francia tampoco ha funcionado. No estamos ante un pastel que se pueda partir en trozos cada vez más pequeños para dar de comer a un mayor número de comensales” (El País; 12 de julio de 2004). Pero no era éste el primer acuerdo entre empresas y sindicatos para la ampliación de la jornada a 39 horas o a 40, sin compensación salarial, a cambio de que la empresa se inhiba de sus proyectos de deslocalización. Ya había ocurrido en 2003 con la fábrica de neumáticos Continental, también con la planta de instrumental médico B. Braun, propiedad del presidente de la Federación Alemana de Cámaras de Comercio (DIHK) y con varias otras. Los empresarios alemanes no hacen ningún misterio de su propósito de rebajar los costos laborales que estiman demasiados elevados para sus posibilidades de éxito en la competencia internacional. Así lo han hecho saber, entre otras, las siguientes empresas. El Grupo Industrial y fabricante de camiones MAN, que pretende ampliar la jornada de 35 a 40 horas, lo que se discute en los respectivos comités de empresa; el Grupo Automovilístico Opel anunció en junio del 2004 que pretende reducir en dos dígitos sus costes laborales en Alemania; DaimlerChrysler pretende hacer lo mismo en su fábrica de Sindelfingen, cerca de Stuttgart, donde están en juego, desde el 12 de julio de 2004, 6.000 puestos de trabajo. Los trabajadores habían conquistado incluso el tener cinco minutos de recreo por cada hora trabajada y muy buenas primas para los turnos de noche. La empresa plantea ahora medidas que le permitan economizar 500 millones de euros, aumentando las horas de trabajo, suprimiendo las primas por el trabajo nocturno y limitando los aumentos salariales. Este ahorro sería condición indispensable para la realización de inversiones suplementarias que permitirían continuar con la plantilla actual sin despedir a los 6.000 trabajadores en cuestión. De no introducirse cambios, dice la empresa, la producción de los nuevos modelos de Mercedes se trasladarán a otras plantas de Alemania y a Suráfrica. (Le Monde; 14 de julio de 2004). La tendencia a deslocalizar puestos de trabajo con fuerte valor agregado atraviesa a numerosas empresas tecnológicas, como se mencionó más arriba. Si los esfuerzos por introducir reformas laborales fracasan esta tendencia podría ampliarse, a menos que las empresas y los sindicatos concuerden rebajar los costes laborales, sea con el expediente de la ampliación de la jornada sin compensación económica, sea con la disminución de otras garantías o una combinación de medidas que podrían incluir menores aportes a la seguridad social, mediante modificación legal.

Al momento los empresarios están presionando por llevar la jornada de trabajo a 40 horas a cambio de no transferir los puesto de trabajo a otras localizaciones. Es el caso de las recientemente iniciadas negociaciones entre Opel Alemania, filial de General Motors de Estados Unidos, y sus trabajadores. La empresa ha propuesto ampliar la semana laboral a 40 horas y pagar sólo 35, la supresión de diversos suplementos salariales y la aceleración del ritmo de producción. El comité de empresa está dispuesto a conceder algunos recortes a las retribuciones de los trabajadores, pero a condición de que se den garantías en cuanto a que se mantenga, a lo menos hasta el 2010, el total de los 32.000 puestos de trabajo en Alemania. Otra negociación que se ha iniciado estos días es la del grupo automovilístico Volkswagen. Se trata de discutir un nuevo convenio que afectaría a sus 103.000 trabajadores en Alemania. La empresa está planteando, desde el inicio, severas reducciones de los costos laborales, incluyendo una reducción del 10 por ciento de los sueldos de sus ejecutivos. Pretende congelar durante dos años los sueldos de sus empleados y reducir otras garantías económicas y laborales del actual convenio. El comité de empresa espera recibir garantías de que los puestos de trabajo se mantendrán en Alemania. Como es habitual la central sindical IG Metall se muestra reticente y el comité de empresa, conciliador (El País; 28 de agosto de 2004).

Por su parte el Canciller G. Schröder, cuyos esfuerzos por reformar aunque sea mínimamente las reglas del juego en el mercado de trabajo alemán duran varios años y concitan la oposición de muchos, ha declarado al respecto: “Lo importante no es fijar un determinado número de horas semanales, sino posibilitar un máximo de flexibilidad para poder reaccionar a los pedidos de los que se dispone. Eso es lo importante” (El País; 12 de julio de 2004). Para el Canciller la deslocalización es, como hemos citado, un “acto antipatriótico”.

3.- El caso de España

El caso de España es de alto interés ya que fue durante varios años un país de destino de las deslocalizaciones de los países más desarrollados al punto de ser aún hoy el primer productor de vehículos industriales de la Unión Europea, el tercer fabricante europeo de automóviles y el sexto del mundo. Firmas francesas, alemanas, estadounidenses, japonesas construyen vehículos en este país. Sin embargo, hoy existe una gran preocupación por las perspectivas a mediano y largo plazo de este sector. Se teme que cuando llegue la hora de renovar los modelos que se fabrican actualmente, los Pecos hayan incrementado su poder adquisitivo y su capacidad de adquirir bienes de consumo durable. Ello junto con sus actuales ventajas (remuneraciones entre cinco y ocho veces inferiores a las españolas) y la mayor facilidad para acceder a los mercados de destino serían factores decisivos para la localización de las nuevas inversiones en ellos.

La actual implantación de las mismas firmas que producen en España en los Pecos y las nuevas decisiones de inversión así lo hacen temer. El grupo francés PSA (Peugeot-Citroen) ha dado a conocer su decisión de instalar en la ciudad de Trnava, Eslovaquia, una nueva fábrica que dará trabajo a 3.500 personas con capacidad para producir 300.00 vehículos anuales a partir desde 2006. Este grupo junto con Volkswagen ya produjeron, en el 2001 en ese país, 181.333 coches turismos. El mismo grupo en conjunto con Toyota empezaron ya a construir una nueva fábrica en la República Checa, para producir turismos utilitarios Citroën C3, que se fabrica en España, y el futuro Peugeot 107. La República Checa produjo, en el año 2001, la cantidad de 456.927 turismos. Por otro lado, Volkswagen ha trasladado, desde España, el 10% de la producción del Seat Ibiza a sus instalaciones en Bratislava, capital de Eslovaquia. El sector automovilístico empleaba en España, en el primer semestre de 2002, un total de 73.959 personas, las que ya empiezan a preocuparse por su empleo futuro (Todas estas cifras tienen como fuente la Sección Automación de Comisiones Obreras -CC OO-, central sindical española).

España ha dejado de ser país de destino de las deslocalizaciones de empresas de países mas industrializados y, ahora, experimenta la situación inversa. Es decir, comienza a ser país de origen de este proceso tanto en cuanto que empresas extranjeras con plantas en España empiezan a localizarse en otras geografías como que empresas españolas están externalizando parte de su proceso productivo en otros países o simplemente se deslocalizan. El principal destino de la externalización en el sector textil y del vestuario es el Norte de África, en especial Marruecos. Otros sectores han instalado fábricas en México, Brasil, Argentina, aunque también están incursionando en la China, Polonia y Rusia.

La famosa Mondragón Corporación Cooperativa (MCC), que para salir al extranjero requiere del acuerdo de la asamblea de trabajadores, tiene una política clara respecto del tema en comento. Ella es interesante ya que se trata de un empresa de la llamada economía social. Según su presidente, Jesús Catania, la implantación exterior del grupo cooperativo es para “ganar cuotas de mercado” y no deslocalizar si esto implica traslado y cierre. Pero reconoce que la estrategia del grupo es llevar fuera la producción que no es rentable en España, para fabricar “en casa” los otros productos (El País; 30 de mayo de 2004). El vicepresidente del grupo, Iñaki Otaño, agrega: “Nuestro compromiso está en mantener un equilibrio entre el movimiento hacia el exterior y la generación de puestos de trabajo aquí”. Otro ejecutivo declara: “Para defender el empleo en casa hay que ir más fuera. Defender la globalización activamente. Aquí hay que sacar los productos más complejos y las instalaciones de fuera se convierten en plataformas de ventas”. Y aún más: “el temor a las deslocalizaciones es una posición muy conservadora, ya que no se puede seguir produciendo siempre con los mismos parámetros. La empresa ha de evolucionar, a medida que evolucionan los salarios, el nivel de vida, las exigencias y la demanda…” (Ibid.).

Este grupo cooperativo, formado por varias empresas, que ya tiene numerosas plantas en el extranjero se propone, según su Marco Estratégico 2004-2008, instalar en este período 17 nuevas plantas fuera de España, con lo cual llevaría la producción en el exterior al 18% del total, y a la vez pretende que las ventas al exterior lleguen al 60% del total de ventas en vez del 49% actual. Estas 17 nuevas plantas se agregarían a las 38 que ya tiene en 14 países del exterior, con lo cual aumenta significativamente su inversión directa transfronteriza. Su mayor presencia es en la China y, luego, en Brasil, pero piensa en el corto plazo en Rusia y Polonia, y en el mediano en la India. También tienen plantas en la República Checa, Italia y Turquía. “La estrategia, dice el presidente Catania, es dejar en casa los productos de mayor valor añadido, como le ha pasado históricamente a Alemania en relación a España. Por este motivo MCC tiene una clara apuesta por el I + D, por la innovación” (Ibid.). La conclusión de esta experiencia internacional de la cooperativa es que el mayor peligro para los productos españoles que no tienen una supertecnología es la China y no los Pecos. Por otro lado, concluyen que para sobrevivir al cambio que está produciendo la China en los mercados mundiales la gran interrogante para las cooperativas es si tendrán la capacidad de financiación para mantener el ritmo de crecimiento internacional, que lo juzgan condición necesaria.

España es, pues, un país que posee una doble experiencia. Primero fue lugar de destino de plantas o de procesos manufactureros de otros países atraídos por los bajos costos salariales, lo que le permitió elevar su tasa de crecimiento económico y acercarse a los niveles de prosperidad de Europa Occidental. Ahora empieza a experimentar el ser país de origen de deslocalizaciones y externalizaciones, tanto de empresas extranjeras como de las propias empresas españolas, en búsqueda de ventajas que se ofrecen mejores en otros países. Esta es la dinámica de la competencia internacional, de la que no se pueden sustraer ni siquiera los países que actualmente ejercen una elevada atracción. Tal es el caso de la República Checa, destino preferente de muchas de las deslocalizaciones, como se ilustra con el traslado de la empresa estadounidense Flextronics. Esta empresa, fabricante de componentes electrónicos, se había instalado en la segunda más importante ciudad checa, Brno, donde era el principal empleador, luego de obtener generosas facilidades tanto del Estado como de la municipalidad. Sin embargo, a propósito de una reestructuración que siguió a la recesión mundial del sector tecnológico, Flextronics decidió cerrar su planta en Brno y trasladar maquinarias y producción a Hungría y a sus usinas asiáticas. El Primer Ministro checo Vladimir Spidla declaró “El Estado y la municipalidad han tenido un mala experiencia con esta firma” (Le Monde; 12 de octubre 2002). Fue la primera vez que en este país se experimentaba una deslocalización.

A pesar que está claro que las deslocalizaciones forman parte de la lógica misma del actual proceso de globalización de la producción y el empleo, los dirigentes políticos de los Estados y de los actores sociales no se resignan a la pérdida de empleo que, en lo inmediato, acarrea. Diversas iniciativas han esbozado varios gobiernos y sindicatos europeos destinadas, se dice, a frenar las deslocalizaciones.

En España el Ministro de Industria, Comercio y Turismo, José Montilla, ha enunciado una nueva política industrial. El Ministro afirma que los problemas se abordarán sector por sector con el ánimo de desarrollar grupos (“clusters”) empresariales, en los cuales la clave será el desarrollo tecnológico, “el que tiene base sectorial”. Se consideran sectores estratégicos al farmacéutico, la biotecnología, la aeronáutica, las telecomunicaciones y la nanotecnología. Sector por sector el gobierno se propone estructurar un Pacto Industrial con las comunidades autónomas, sindicatos y organizaciones empresariales para mejorar la competitividad de las empresas y de la economía en general. Se pedirá a los trabajadores moderación salarial a cambio de que las empresas inviertan en formación e innovación, la “vacuna” contra las deslocalizaciones. El plan pretende recuperar las zonas deprimidas y distritos urbanos degradados, utilizando como germen de la recuperación a la innovación tecnológica. Se llamarán “zonas arroba@”. El secretario general de la central sindical UGT, Cándido Méndez, destacó la necesidad “urgente de recuperar la política industrial” y advirtió que la inquietud de España en relación a la ampliación de la Unión Europea no debe ser la diferencia de salarios sino el nivel de I + D tecnológico de los países recién incorporados y la mejora del sistema educativo español” (El País; 19 de junio de 2004).

Las eventuales externalizaciones y deslocalizaciones desde España en esta etapa pueden favorecer a América Latina. En su primera época este fenómeno afectó a las actividades manufactureras, especialmente a aquéllas intensivas en mano de obra de baja calificación. Estas actividades no hacen requerimientos lingüísticos, en tanto que actualmente estos procesos afectan a servicios, como los centros de asistencia telefónica a clientes y las actividades informáticas de soporte, las que sí exigen que las personas que las llevan a cabo en los países de destino hablen el mismo idioma que las de los países de origen.

4.- El caso de Francia

En Francia la polémica es mayor. Desde luego empresas alemanas instaladas en este país están presionando a sus trabajadores para renunciar a las 35 horas, sin compensación, y salvar así su empleo al evitar su deslocalización. La actitud sindical en muchos casos está dividida. Los comités de empresa están disponibles a discutir el aumento de la jornada más allá de las 35 horas. Tienen la experiencia de la paulatina reducción de los puestos de trabajo acontecida en los últimos años. Quizás por ello prefieren trabajar más ante la posibilidad de perder su empleo. La central sindical CGT, por su parte, afirma que esta propuesta, realizada por ejemplo por la empresa Bosch, constituye un “chantaje inaceptable” (Le Monde; 14 de julio de 2004). Por su parte el Ministro de Economía y Finanzas, Nicolás Sarkozy, ha dicho que no cederá al “chantaje” que supone el acuerdo a que ha llegado el Grupo Siemens para prolongar la jornada laboral sin compensación, a fin de evitar la deslocalización (El País; 12 de julio de 2004). Sin embargo, después del abandono de las 35 horas por Siemens y Daimler-Benz en Alemania, los casos de empresas que han hecho lo mismo en Francia a fin de sustraerse de la deslocalización, se han multiplicado: Bosch, Doux, Seb, Ronzat, Sediver, Timing, entre otras. (Le Monde; 27 de agosto de 2004).

En este mes de agosto se produjo un dramático episodio en una planta propiedad de la empresa Snappon GDX Automotive, que decidió su traslado a la República Checa para evitar lo cual los obreros se habían encadenados a la maquinaria. El tribunal competente ordenó la expulsión de los trabajadores de la usina a nombre del derecho de propiedad y la libertad de comercio e industria y bajo pena del recurso a la fuerza pública. Con la protección de la citada fuerza la maquinaria fue sacada de la planta y partió en dirección a su nuevo destino, donde espera reducir sus costos de producción. Otra táctica empresarial extrema ha sido conocida últimamente. Se trata de la fábrica Sediver, propiedad del grupo italiano Vetroarredo, cuyos directivos han planteado a sus 294 trabajadores que renuncien del 25 al 30 por ciento de sus salarios a fin de mantener la usina en Francia. Se han declarado prestos a cerrar la planta y trasladar la producción a sus filiales brasileña y china. Aducen que estos asalariados son los mejor pagados de la localidad (Saint-Yorre) y solicitan una ayuda pública de seis millones de euros. Una autoridad local ha preguntado el Ministro de Economía “¿Vamos a aceptar en nuestro país la regla siguiente: o los asalariados se conforman con la reducción de sus salarios o las empresas cierran y se deslocalizan?” (Le Monde; 28 de agosto de 2004).

El cierre de fábricas ha afectado a numerosas regiones de Francia, pero algunas han sido más castigadas que otras. Así, por ejemplo, en Alsacia el tejido industrial se degradó desde 2001 a una tasa superior a la tasa nacional. Este proceso culminó en los años 2002 y 2003 con el cierre de las últimas plantas textiles. Más de 10.000 empleos industriales desaparecieron en esos años, los que no se compensaron con la creación de empleos un el sector terciario, llegando la tasa de desempleo al 11.9 por ciento (cifra de julio de 2003). Por desgracia el proceso ha continuado. Es así como recientemente, el 30 de agosto de 2004, una fábrica de componentes electrónicos del grupo norteamericano Vishay General Semiconductor anunció su cierre. Desaparecen con él 292 empleos a fin de año. La producción será transferida en un 80 por ciento a la China y el resto a Hungría. Las razones esgrimidas por la empresa son la disminución del crecimiento esperado a partir del 2005 para sus productos (diodos), la caída de los precios de venta y el desplazamiento masivo de la producción de esos componentes a países de más bajo costo, especialmente Asia. Agrega el vocero de la empresa: la fábrica Vishay de Shanghai produce los mismos diodos a un costo 60 por ciento inferior al de este fábrica de Colmar (Alsacia). Esta empresa ya había suprimido 160 empleos a fines del 2001. Dos otros cierres han sido anunciados en agosto en esta región. La empresa Emtec (107 asalariados) no producirá más cassetes de video y audio en Obenheim, en tanto que la óptica Bourgeois (50 asalariados) importará desde la China los lentes que fabricaba en Illkirch (Alsacia). Un trabajador alsaciano decía al corresponsal del diario: “Se trabaja ocho horas cinco días a la semana, de noche, los fines de semana. Pero el costo es demasiado alto. ¿Qué se puede hacer? ¿Ir a trabajar a la China?” (Todas las informaciones de este párrafo están tomadas de Le Monde; 2 de septiembre de 2004)

En el sector servicios también se está haciendo realidad esta práctica sin la visibilidad pública que tiene el esfuerzo empresarial por ampliar la jornada laboral. En efecto, se informa que diversas empresas han desplazado ya 8.000 empleos a Marruecos y Túnez de sus centros de llamadas telefónicas. Orange, Bouygues Telecom, Tele2, Wanadoo, AOL, Tiscali, Noos, La Poste, Dell, Fréquence Plus, entre ellas. Las trabajadoras contratadas en estos países hablan un francés perfecto y responden su consulta amablemente sin que usted sepa que su llamada realizada en París, desde su celular o desde su teléfono fijo ha sido atendida desde África (“Délocalisation après les usines, les services?”; Le Nouvel Observateur; No. 2048; 5 de febrero de 2004).

La discusión sobre las deslocalizaciones en Francia se da en un contexto en el cual el tema de mayor visibilidad pública y política es el de las 35 horas. Francia es el país de Europa que tiene la jornada laboral semanal más corta. Esta jornada se empezó a aplicar desde 1997, a partir de la ley que fue propuesta por la Ministra de Asuntos Sociales Martine Aubry (la “dama de las 35 horas”), del gobierno del Primer Ministro Lionel Jospin. Ley válida para todas las empresas de más de 20 trabajadores. El proceso de aplicación de la ley empezó por las empresas de más de 200 trabajadores. Se calcula que actualmente (agosto de 2004) un 90% de ellas ha organizado los ritmos de trabajo con la norma de las 35 horas. En cuanto a las pequeñas y medianas empresas su aplicación es bastante menor. Esta ley, muy discutida tanto por el empresariado como por la derecha política, que ganó las elecciones presidenciales y legislativas de 2002, fue objeto de una primera reforma que flexibilizó algunos de sus aspectos: aplazó su aplicación en las pequeñas empresas y autorizó un bloque anual de 180 horas extraordinarias para todas, aunque sin tocar la jornada básica de 35 horas. El Presidente Jacques Chirac, su Primer Ministro Jean-Pierre Raffarin, el Ministro de Asuntos Sociales, Francois Fillon, el Ministro de Economía y Finanzas Nicolás Sarkozy, todos han declarado en varias ocasiones la necesidad de flexibilizar las 35 horas, de realizar una reforma profunda a las 35 horas o simplemente de revisar la ley de las 35 horas. Sin embargo, al día de hoy (primera semana de septiembre de 2004) el gobierno no ha presentado una propuesta legislativa tendiente a variar en profundidad dicha ley. Por su parte las asociaciones empresariales ejercen una presión constante por flexibilizar al nivel legal esta jornada o por aumentar, en negociaciones directas con los comités de empresas, el cupo anual de horas suplementarias no pagadas.

Esta presión se ve favorecida por el elevado desempleo del país. En efecto, según la Dirección de Estudios y Estadísticas del Ministerio del Trabajo en el tercer trimestre del 2003 hubo una pérdida neta de 20.000 empleos. La creación de 10.000 empleos en el sector terciario no compensó la pérdida de 30.000 empleos en el sector industrial. La tasa de desempleo alcanzó al 9.7 por ciento (“Les délocalisations d´entreprises”; op.cit.).

La discusión sobre la duración de la jornada se realiza en medio de despidos colectivos, cierres de empresas (algunas debido a las deslocalizaciones) y falta de contrataciones, todo lo cual eleva la tasa de paro. En este clima agitado el Primer Ministro ha anunciado que se propondrán importantes iniciativas en contra de las deslocalizaciones y a favor del empleo (Le Monde; 13 de agosto de 2004). Ya antes este gobernante había declarado “Lo que deseamos es que se construya una verdadera política industrial europea, en la que Francia pueda jugar un papel fuerte, de manera que podamos luchar contra las deslocalizaciones que amenazan terriblemente las economías por toda Europa” (El País; 2 de mayo de 2004).

Vale la pena mencionar al pasar que el tema de las deslocalizaciones ha llegado con fuerza a la campaña presidencial en los Estados Unidos. En efecto, el candidato John Kerry ha acusado al Presidente George Bush de la pérdida de millones de empleos por no tener una política en contra de las deslocalizaciones. Un gobernador de la Reserva Federal ha replicado que no tienen pruebas de que este fenómeno sea causante de pérdida de empleos. Añade que empresas extranjeras han creados empleos en los Estados Unidos: 1,2 millones entre 1997 y 2001. La polémica ha sido animada por varias otras intervenciones. Por su parte el Senado adoptó en marzo de 2004 un proyecto de ley que prohibe subcontratar fuera de los Estados Unidos contratos financiados con fondos federales. En diferentes estados han sido presentados unos 80 proyectos de ley antideslocalización, informa la prensa. Por su parte el empresariado se opone a todos estos proyectos y se ha planteado luchar contra el “aislacionismo” (Le Monde; 14 de abril de 2004).

5.- Discusión general

La globalización de la economía, es decir el proceso de constitución de un mercado mundial, es la nueva revolución capitalista que está trastocando profundamente a las economías nacionales y a sus realidades laborales. En efecto, en la medida que se profundiza la globalización van surgiendo nuevos procesos que se imponen a los usos anteriores y dejan a veces perplejos a gobiernos, actores sociales y a la sociedad en general. Las fusiones y adquisiciones de empresas, las privatizaciones, la desregulación, la liberalización, la flexibilización, la externalización y la deslocalización están entre estos fenómenos que ponen en jaque a las grandes construcciones de sistemas laborales y sociales anteriores. Eso está sucediendo, por ejemplo, con el Estado de Bienestar europeo que se fue construyendo a lo largo de muchos años de avances sociales y políticos realizados, en ocasiones, después de dolorosas batallas sindicales. Algunas de esas conquistas, conseguidas primero en un país, están en entredicho justamente cuando se habían extendido a varios otros países porque se consideraban un notable avance social, propio de naciones democráticas desarrolladas. La más relevante de ellas es la jornada laboral de 35 horas que hoy está en cuestión en Francia, Alemania, Bélgica, Holanda. Junto a ella varias otras garantías están siendo reformadas, flexibilizadas o simplemente suprimidas en medio de arduas discusiones, manifestaciones y agitación social y política.

La nueva revolución capitalista, al parecer, arrastra tras sí a todos. La noción de competitividad está omnipresente en los mercados nacionales, regionales y mundial. A ella se sacrifican trabajadores, empresas, procesos, producciones, sistemas laborales. Como dice Klaus Zwickel, Presidente del Sindicato Alemán de la Metalurgia (IG Metall), las empresas multinacionales, actores privilegiados de la globalización, “se dedican a jugar al Monopoly a una escala mundial. Se fusionan, se compran o se absorben indiscriminadamente” (El País; 28 de octubre de 2001). Aunque no fuese tan indiscriminadamente lo cierto es que las fusiones y adquisiciones de empresas, la externalización de la producción, los cambios en la propiedad y en la localización de las empresas tienen serias repercusiones para las economías nacionales o locales y, mayormente, para los trabajadores. La competitividad obliga a todos los jugadores de la economía mundial a ingresar al torbellino que significan cada una de estas prácticas empresariales bajo pena de disminución de ganancias o, al extremo, de abandonar la cancha. Como ejemplo del impacto cuantitativo de una de ellas, las fusiones y adquisiciones, sobre el empleo, es decir sobre personas asalariadas, se puede citar lo siguiente: “los cálculos más conservadores indican que han desaparecido por lo menos 130.000 empleos en el sector financiero de Europa occidental como resultado de las F&A que han tenido lugar en el decenio de l990” (OIT; La incidencia en el empleo de las fusiones y adquisiciones en el sector de los servicios financieros y de la banca; Ginebra:2001; p.136).

¿Regirán la competitividad y la ganancia secuencial toda la vida económica? Si la respuesta fuese positiva estaríamos en presencia de un fenómeno ciego, obligatorio, que se impone desde fuera a la sociedad. Al parecer la libre operación de los mercados conlleva un funcionamiento de la economía dirigido por leyes ineluctables. Si la economía se independiza de la sociedad el destino de las personas quedará entregado al albur de su comportamiento regido por tales leyes. Así ni las personas ni la sociedad tendrán capacidad para guiar su propio destino. La globalización de la economía, orientada por una concepción liberal extrema y regida por leyes económicas automáticas, puede provocar daños mayores a muchos millones de personas o a países enteros, sobretodo a las personas y sectores sociales más necesitados.

Respecto de las deslocalizaciones se afirma que en el balance total traerían mayor eficiencia a la economía globalizada ya que con menores costos los precios bajarían; con la conquista de nuevos mercados las empresas verían aumentadas sus ganancias con lo cual podrían invertir en sus países de origen en la producción de bienes de mayor valor y usar tecnologías más avanzadas. Con todo lo cual podrían crear más y mejores empleos. Este proceso puede durar años y no es seguro que al final se creen los suficientes empleos para todos los que los necesiten. Es cierto que el desempleo en España, Francia o Alemania puede significar más empleos en la China o en Hungría, pero ¿que sucede entretanto con los trabajadores cesantes en España, Francia o Alemania? ¿Qué sucede con las comunidades que quedan despobladas de industrias?

Para algunos analistas el movimiento actual de la economía constituye una etapa de la división mundial del trabajo, en la cual cada país se especializa en aquél dominio en que tiene ventajas comparativas, al modo como lo previó el economista británico Ricardo (1772-1823) dos siglos atrás. Para ellos el fenómeno de las deslocalizaciones es marginal. Lo importante es la conquista de nuevos mercados y la transformación de una economía que suprime empleos en la industria y que crea otros en los servicios. Según ellos no son las deslocalizaciones las que destruyen empleos sino las ganancias en la productividad, mayores que el crecimiento, emanadas del progreso técnico. Este destruye más empleos que la demanda de empleos que genera.

Otros analistas, sobretodo políticos, son menos optimistas. La emergencia de países del peso de la China y la India en la producción y el comercio mundiales han puesto en cuestión el equilibrio existente. Son países que cuentan con profesionales tan calificados como los ingenieros occidentales, pero con salarios muy inferiores. Dadas las nuevas tecnologías de la información y comunicación es impensable que los países desarrollados puedan especializarse en los productos de mayor nivel tecnológico que aporten más valor agregado, y los nuevos llegados se queden a cargo de los productos de menor contenido cognitivo. Esta lógica podría aplicarse a ciertos países por un tiempo limitado, pero es difícil que se pueda aplicar por un largo período a gigantes como la India y la China. Irlanda ha demostrado, por su parte, que si se toman las medidas adecuadas hasta un país chico (cuatro millones de habitantes) puede tener éxito en el desarrollo apoyándose en la economía del conocimiento y en las actividades de alto valor añadido. Lo ha demostrado en relativamente poco tiempo. Las inversiones transfronterizas realizadas en Irlanda ejercieron un efecto positivo en el crecimiento y el empleo debido a la presencia de empresas locales capaces de adoptar las nuevas tecnologías y de responder a las nuevas demandas, comenta el Informe de la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización, comisión patrocinada por la OIT. De especial importancia fueron también las políticas de educación y formación; así como la colaboración que las Universidades y la Administración ofrecen a las empresas (OIT; Por una globalización justa. Crear oportunidades para todos; Ginebra: 2004; pp. 42-43).

Ya sea que la economía globalizada se esté estructurando según el principio de las ventajes comparativas y que las actividades productivas de bienes y servicios intensivas en mano de obra de poca o baja calificación tiendan a localizarse en los países en desarrollo y que los países desarrollados se especialicen en sectores, productos o procesos de alto nivel tecnológico, más elevado precio y mayor valor agregado. O que los gigantes emergentes del Asia estén cambiando el equilibrio mundial del comercio y la producción, y que ellos en el mediano o largo plazo sean también competitivos en ese mismo tipo de sectores, productos y procesos. De todos modos, cualquiera sea la explicación correcta, las deslocalizaciones y las externalizaciones son prácticas empresariales inquietantes para los trabajadores que pierden su trabajo y para las comunidades de donde desaparecen las plantas. Más inquietante aún sería el hecho (si existiese) de que las empresas utilicen el temor que estas prácticas introducen entre los trabajadores, sindicatos y autoridades para lograr rebajas en las retribuciones a los trabajadores y la eliminación de garantías laborales blandiendo la amenaza de la deslocalización, auque ésta no figure realmente en sus planes.

Es evidente que el tema de nuestro interés tiene un significado distinto para el país de origen, según sean las características de la deslocalización. Si se trata de una empresa que termina sus actividades y cierra a fin de trasladarse a otro país crea un problema inmediato a los trabajadores que empleaba. También puede causar un severo daño a la comunidad donde estaba instalada, dependiendo del tamaño de la planta, del tamaño de la comunidad, de la importancia económica de la empresa y de su incidencia en cuanto el empleo en esa localidad. En el caso citado de la primera deslocalización de la República Checa, desde la ciudad de Brno, la empresa era el mayor empleador de la ciudad y había obtenido importantes beneficios tanto del Estado como del gobierno municipal. El daño en este caso fue muy importante. También la acumulación de empresas medianas que se trasladen de localización tiene un efecto social y político significativo, así estén ubicadas en una gran ciudad o dispersas en varias. Es lo que sucede hoy en día en Francia. Este tipo de deslocalización ocurre con más frecuencia en relación a empresas extranjeras sitas en el país de origen de la misma.

Otra situación es la de las empresas que trasladan parte de su producción y dejan en el país sede la producción de más alta tecnología y de mayor valor añadido. Algunos trabajadores serán afectados si no se logra reubicarlos a todos ellos, lo que depende muchas veces de las calificaciones de los mismos. Obviamente, los menos calificados tendrán mayores probabilidades de quedar cesantes. Si la empresa hace este traslado a una nueva planta que instala en otro país se trata de una deslocalización, pero si traslada esa producción a una empresa, independiente de ella, entonces, se trata de una externalización. En ambos casos la empresa puede disminuir costos laborales y, por tanto, aumentar sus ganancias, puede ampliar su mercado y fortalecer su capacidad para hacer mayores inversiones en su país de origen y, por ese concepto, ampliar en él el empleo o mantener a firme el que tiene. Es el argumento empresarial cuando defienden esta práctica. Este tipo de deslocalización ocurre con más frecuencia en empresas nacionales del país de origen de la misma.

En el caso de la creación de empresas o plantas en el exterior que no signifiquen modificación significativa de empleos en el país de origen se está en presencia de una inversión extranjera directa y no de una deslocalización propiamente tal. Es el caso de las nuevas plantas que proyecta crear en el extranjero la cooperativa española Mondragón. Las grandes transnacionales poseen, bajo diversas modalidades jurídicas, plantas o fábricas tanto en países desarrollados como en los emergentes. Ello sucede desde hace bastante tiempo, no es un fenómeno nuevo.

Las deslocalizaciones tienen un significado diferente, obviamente, para el país de destino de la misma. Implica posibilidades de mayor empleo directo, desarrollo tecnológico, empleos indirectos, mayor poder comprador en la comunidad, etc. Países como los del Este de Europa o como la China y la India se juegan la posibilidad de su desarrollo con ellas, junto con las externalizaciones y las inversiones extranjeras directas. La desindustrialización de unos significa la industrialización de otros. Como hemos visto en el caso de España, un país que ha sido destino de deslocalizaciones, externalizaciones e inversiones transfronterizas directas puede –en la misma medida de su éxito económico- dejar de serlo y transformarse en país de origen de esos fenómenos. En cuanto a los bajos costos laborales motivo que aducen los empresarios en Europa para justificar los traslados de plantas es conveniente señalar que en la medida que el país receptor se desarrolle esos costes aumentarán. Por supuesto que es posible que existan, en ese entonces, otros destinos más pobres que tengan costes laborales más bajos y así sucesivamente. Se dice de la China que la modernización está recién penetrando en su territorio de modo que hay mucho espacio y población interiores que conquistar aún. Este razonamiento vale sólo para la producción industrial de bajo valor agregado y no para la producción de alta tecnología o para los servicios asociados a la sociedad de la información, ya que los bajos costes laborales sin personal calificado pierden, en esa circunstancia, gran parte de su importancia.

Otro factor a considerar se refiere a la comprobada explotación de la mano de obra no calificada de ciertos sectores económicos en algunos países de destino. Ha sido denunciado reiteradamente, desde hace varios lustros, tanto por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) como por diversas ONG´s, que el traslado de la producción a países empobrecidos por parte de firmas de la moda, de los grandes almacenes, de las marcas de ropa deportiva y de los supermercados significa en esos países el pago de salarios ínfimos, horas extras obligatorias de trabajo sin pago, prohibición de sindicatos, trabajo infantil, ambiente de trabajo insalubre, ausencia de cobertura por maternidad o enfermedad. Esta explotación afecta principalmente a la mujer trabajadora. Ella explicaría en buena parte la posibilidad que tienen estas empresas de reducir sus precios al consumidor y de permanecer en el mercado como firmas competitivas. Estos abusos extremos no tienen justificación alguna. Es lógico que cuando se afirma que en otros países los costes laborales son muy inferiores a los de Europa Occidental se está aseverando que los salarios son más bajos, las condiciones de trabajo son inferiores, la carga horaria es mayor, la organización sindical es inexistente o débil y que la negociación colectiva o el diálogo social están poco desarrollados.

En todo caso es cierto que las deslocalizaciones y la externalización hacia los países de bajos costes laborales ayudan a crear empleos en estos países y, de paso, limitan en parte la migración hacia Europa Occidental desde los nuevos socios de la Unión Europea, desde el Norte de África y desde algunos asiáticos. Y ello es muy importante dada la enorme presión migratoria que se ejerce sobre este continente.

¿Cuáles son las ideas que comúnmente se enuncian en Europa, de cara a estos fenómenos, para defender el empleo y para preservar la fortaleza de su economía? Varios países han explicitado, como lo ha hecho la misma Comisión Europea, la necesidad de realizar un esfuerzo conjunto público y privado en investigación, formación, innovación y desarrollo tecnológico de productos y procesos. Mayor nivel educacional para la población en general, mejores posibilidades de formación para la fuerza de trabajo. Se busca que la economía se sustente en productos y procesos de alta tecnología.

Tanto en España como en Alemania y Francia los gobiernos apuestan a favor de la ciencia, la técnica, la innovación, la creatividad y la curiosidad científica. La ingeniería genética, la biotecnología, la nanotecnología, los programas informáticos inteligentes son estimulados o se proponen hacerlo. También se toman medidas a fin de fortalecer toda la cadena de formación de la fuerza de trabajo; lo mismo respecto de otorgar mayores facilidades para la creación de empresas, especialmente de las innovadoras; se disminuyen, por otra parte, los cargos sobre los salarios. Una preocupación mayor es la de aumentar la cobertura de Internet y del teléfono móvil en las áreas rurales y asegurar un acceso de calidad a Internet extensivo a las comunidades aisladas de los países. La Unión Europea, por su lado, se ha propuesto crear el “Espacio Europeo Único de Educación Superior” con un sistema flexible de titulaciones, comprensible y comparable, a fin de fortalecer la cooperación y el intercambio.

De los tres países mencionados Alemania es el que está más adelantado en estas políticas. El Canciller Schröder presentó en 2004 su plan de incremento de la inversión en materia de investigación, educación y formación. El presupuesto de investigación alcanza actualmente al 2.5 del PIB y se propone su crecimiento al 3 por ciento para el año 2010. Se ha creado un fondo de capital de riesgo para nuevas empresas innovadoras. Una comisión de expertos, integrada por políticos, empresarios y científicos se reúne cada año para identificar los futuros mercados claves, lo que orienta la política gubernamental. El Canciller ha desplegado toda una ofensiva para la promoción de la innovación. Iniciativas en otros terrenos confluyen en el apoyo a la ciencia. Es así como Alemania ha aprobado una nueva ley de inmigración, que entrará en vigor a principios de 2005. Esta ley permite a los extranjeros altamente cualificados obtener de inmediato autorización de residencia en el país por tiempo ilimitado. Permite a los estudiantes extranjeros trabajar en Alemania al término de sus estudios, para lo cual les otorga inicialmente residencia durante un año a fin de buscar un empleo. El empresario que invierte a lo menos un millón de euros o que cree un mínimo de diez puestos de trabajo puede contar de inmediato con el status de inmigrante (Todas estas informaciones sobre Alemania tienen su fuente en la revista Deutschland, foro de política, cultura y economía; Berlín; agosto/septiembre de 2004).

Se trata, en todas partes, de aumentar la atractividad del país para las inversiones, para las personas de alta calificación, para la realización de innovaciones, sea un nuevo material, una nueva técnica o una nueva utilización de un producto. Los centros de investigación de las empresas y de las universidades, así como las bondades de la formación profesional y científica que en ellas se realice, son factores importantes cuando de elevar la atractividad de un país se trata. También sus redes de comunicación, sus servicios sanitarios, sus medios de transporte, la seguridad de las personas, la ausencia de corrupción y el eficaz funcionamiento de la justicia.

Ninguna de estas medidas va a detener de por sí las deslocalizaciones, pero se cree que el conjunto de ellas puede permitir avanzar hacia una economía de una jerarquía superior que compense la pérdida de empleos de inferior nivel de calificación y de valor añadido.

En todo caso el tema que hemos tratado en este artículo – junto con los temas de las fusiones y adquisiciones, de la externalización, de las desregulaciones, de la flexibilización y otros- sugiere que la globalización y los sistemas laborales elaborados en los últimos decenios no son compatibles. Estos sistemas otorgaban contratos de trabajo de duración indefinida que suponían una cierta seguridad en el empleo y un seguro de desempleo adecuado; promovían la organización sindical y la negociación colectiva; se preocupaban de la seguridad y la salud laborales; confiaban en los salarios y otras retribuciones laborales como eficientes y justos distribuidores del ingreso nacional; creían en la satisfacción de los trabajadores con su tarea. Estos sistemas, entre los cuales el que emanaba del Estado de Bienestar Europeo era uno ejemplar, luchan hoy día por preservar algunas de sus características ya que están siendo horadados por las prácticas empresariales señaladas que se consideran indispensables para mantener la competitividad de las empresas en la economía globalizada.

Lo anterior sugiere que, a menos que se tomen medidas para encarar seriamente el tema de la gobernanza de la globalización, esta nueva revolución, la del capitalismo global, traerá la mortandad para muchos empleos en el mundo desarrollado, para muchas esperanzas de una vida mejor en el mundo en desarrollo y el olvido de las certezas acerca de lo justo y humano en el ámbito del trabajo. La globalización es sobretodo riesgos, que si no se controlan se convierten en serios peligros para las personas, las comunidades locales y los países.


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