
Una institución distinta de esos centros sería de
utilidad si estuviese capacitada para relacionar los diversos resultados
emanados de ellos en un nivel de amplitud mayor
Vías diferentes son las que instituciones educativas
debieran establecer con empresas públicas y privadas a los fines de una mayor
interacción para los efectos de la formación de los recursos humanos en los
distintos niveles de calificación.
El país debiera ya estar alerta acerca de lo que los expertos en el tema de la innovación tecnológica vaticinan para un futuro próximo. Es lo que se ha dado en llamar la cuarta revolución industrial, cuyos artífices serían: las nanotecnologías, las neurotecnologías, los robots, la inteligencia artificial (AI), la biotecnología, los sistemas de almacenamiento de energía, los drones y las impresoras 3D. Vaticinios que en algunos países ya se trabaja para concretarlos. Ejemplos de lo anterior es el desarrollo de los robots en Japón, de los drones en Estados Unidos y otros países, el despliegue de la utilización de las impresoras 3D, los proyectos fabriles de alta tecnología en que se trabaja en Alemania, entre otros. En el ámbito industrial se trata de la automatización total de la manufactura. Las fábricas serían verdaderamente inteligentes. En un sector tan alejado del industrial como el legal estas tecnologías están penetrando. Véase al respecto el artículo “Inteligencia Artificial y Big Data cobran fuerza en estudios de abogados internacionales” (Diario Financiero, versión Online, 5 de octubre 2017) Y, claro, los drones ya están participando en labores de vigilancia en Santiago detectando el micro tráfico de drogas en las comunas del sector oriente de la ciudad. Lo dramático es lo que en el Foro Económico Mundial se ha señalado. Estos cambios que se avecinan significarían la pérdida de cinco millones de empleos en los quince países más industrializados. Es un ejemplo de los riesgos que acarrean los cambios mayores para sociedades e individuos. Y de los desafíos que implican. ¿Cuántos empleos se perderán con la introducción de los vehículos autónomos, sin conductor, por ejemplo? En el artículo citado del Diario Financiero se informa que a nivel global las nuevas tecnologías impactarán al 15% de la empleabilidad del sector legal.
El país debiera ya estar alerta acerca de lo que los expertos en el tema de la innovación tecnológica vaticinan para un futuro próximo. Es lo que se ha dado en llamar la cuarta revolución industrial, cuyos artífices serían: las nanotecnologías, las neurotecnologías, los robots, la inteligencia artificial (AI), la biotecnología, los sistemas de almacenamiento de energía, los drones y las impresoras 3D. Vaticinios que en algunos países ya se trabaja para concretarlos. Ejemplos de lo anterior es el desarrollo de los robots en Japón, de los drones en Estados Unidos y otros países, el despliegue de la utilización de las impresoras 3D, los proyectos fabriles de alta tecnología en que se trabaja en Alemania, entre otros. En el ámbito industrial se trata de la automatización total de la manufactura. Las fábricas serían verdaderamente inteligentes. En un sector tan alejado del industrial como el legal estas tecnologías están penetrando. Véase al respecto el artículo “Inteligencia Artificial y Big Data cobran fuerza en estudios de abogados internacionales” (Diario Financiero, versión Online, 5 de octubre 2017) Y, claro, los drones ya están participando en labores de vigilancia en Santiago detectando el micro tráfico de drogas en las comunas del sector oriente de la ciudad. Lo dramático es lo que en el Foro Económico Mundial se ha señalado. Estos cambios que se avecinan significarían la pérdida de cinco millones de empleos en los quince países más industrializados. Es un ejemplo de los riesgos que acarrean los cambios mayores para sociedades e individuos. Y de los desafíos que implican. ¿Cuántos empleos se perderán con la introducción de los vehículos autónomos, sin conductor, por ejemplo? En el artículo citado del Diario Financiero se informa que a nivel global las nuevas tecnologías impactarán al 15% de la empleabilidad del sector legal.
Frente a estos desafíos los países deben estar
preparados. Los emergentes en Asia ya comienzan a hacerlo, no así en América
Latina. Sólo los países capaces de innovar y adaptarse podrán aprovechar los
beneficios que esta revolución tecnológica traerá consigo. Ello hará necesario
realizar cambios no sólo en la producción sino también en la sociedad a fin de
incluir al conjunto de la población en un nuevo orden económico y social. Este
nuevo orden requerirá otros servicios y otras habilidades. La sana recreación,
las actividades artísticas y la infraestructura para ellas, las necesidades de
la tercera edad, la educación tanto formal como informal sin límites de edad
serán demandadas en los países con políticas públicas que estimulen la
innovación y premien la imaginación. Ello tenderá a mejorar la calidad de vida
de las todos, la habitabilidad y belleza de las ciudades, la inclusión social.
De modo que el desempleo no es una consecuencia necesaria del cambio
tecnológico.
El statu quo no es de esta época y
tampoco lo será del futuro. De lo contrario las actuales desigualdades se llevarán a un extremo. La
tarea es, como dice Klaus Schwab, fomentar “un futuro que funcione para todos
al poner a la gente primero, potenciándola y recordando constantemente que
todas estas nuevas tecnologías son, ante todo, herramientas hechas por las
personas y para las personas” (La cuarta
revolución industrial; Barcelona: Penguin Random House Grupo Editorial;
2016; pág.143).
El empleo del
futuro será en trabajos que actualmente no conocemos, en fábricas que no
existen, donde la maquinaria será coordinada con los procesos digitales, de modo independiente de
la mano de obra. Carlos Marx lo enfatizó en el S.XIX: son los medios de
producción, la base material de la sociedad, los que determinan la
superestructura social, cultural y política de ella. Dado que el capitalismo
del S.XX ha demostrado la verdad de este aserto, debemos atender cuidadosamente
a este cambio que surge en la producción material de la sociedad, gestado en lo
esencial por la innovación tecnológica. Este desarrollo podría prescindir de
una gran proporción de la mano de obra actualmente existente. ¿Cómo se
organizará la sociedad si no hay trabajo para todos?; ¿Cómo subsistirán
aquellos que no tengan empleo?; ¿Habrá realmente un grupo numeroso totalmente
superfluo?; ¿Qué habilidades laborales se demandarán?; ¿Qué oficios y
profesiones se estiman desde ya que desaparecerán en el futuro próximo?
Respecto de
la formación para el trabajo en Chile estamos al debe. Así lo ha declarado el
presidente de la Comisión Nacional de Productividad. “El sistema de formación
profesional en Chile no satisface las necesidades actuales ni futuras del
país…tenemos que educar para la tecnología del futuro. No solo hay que asegurar
que todos sean alfabetos funcionales, sino que tienen que ser alfabetos
digitales” (Joseph Ramos; El Mercurio;
24 de septiembre de 2017: pág. C 6).
Preocupaciones
similares a las anteriores ha manifestado Eduardo Bitran, Vicepresidente
Ejecutivo de CORFO cuando escribe: “La emergencia de tecnologías disruptivas
amenaza con dejar obsoletas las formas de trabajo y de producción que
conocemos” Y luego se interroga: “¿Cómo enfrentamos la revolución digital y su
impacto en la producción y los servicios?; ¿Cómo nos subimos a las nuevas
tendencias tecnológicas asociadas al desafío de la sustentabilidad y el cambio
climático, y permitimos a su vez generar nuevas actividades económicas con un
mayor componente de servicios sofisticados?” (Columna “Estado y la
transformación productiva”; La Tercera;
23 de septiembre de 2017, pág.10).
Escrito por Manuel Barrera Romero
Octubre de 2017. Las Condes, Santiago
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