miércoles, 3 de abril de 2019

Las amistades en la vejez


  Los amigos que tienes y cuya amistad ya has puesto a prueba engánchalos a tu alma con ganchos de acero.

WILLIAM SHAKESPEARE

Mes de febrero del 2016. 

A.- Las amistades y la taza de café
Para combinar entretención y cultivo de la amistad nada mejor que un buen café.
¡Oh! Mi taza de café
recuerdos me trae del ayer
con ánimo de revivir
vivencias que no han de volver.


Aquí en el barrio tenemos varios locales para elegir. Vamos unas tres veces a la semana a tomar un café, hacia el final de la mañana, con dos o más amigos del barrio. Los otros días vamos los dos con Emilia. Nosotros tenemos preferencia por un café al aire libre, si el tiempo lo permite. De éstos, dos son nuestros privilegiados. Uno el “Café +”, al que llamamos el aritmético. Ubicado a una cuadra al poniente de Manquehue y a una cuadra y media al sur de Apoquindo. Aquí tenemos reservada una mesa para no fumadores. Como las sillas son un poco duras a mí, que soy flaco de asentaderas, me tienen guardado un cojín que al divisarme lo van a buscar. A este café llegan muchas mujeres, especialmente de la llamada tercera edad, que vienen de realizar ejercicios gimnásticos. Ellas se instalan en la parte interior, donde no se permite fumar, pero sí hablar en voz alta y al unísono. ¿Cómo se entienden? Es un misterio vigente. Al parecer entablan conversaciones cruzadas varias parejas, las que parlotean en simultáneo. Por eso nosotros nunca ocupamos mesas al interior. Al exterior se instalan las damas que fuman y hablan, en mesas medianamente retiradas de la nuestra. Las mujeres que fuman superan con creces a los varones que lo hacen, según nuestras observaciones en las distintas cafeterías y pastelerías a las que concurrimos, Las mujeres fumadoras superan también a las no fumadoras. Las primeras son de todas las edades incluidas, lastimosamente, muchas jovencitas. ¿Por qué ocurre esto?
 Compartimos por alrededor de una hora charlando de temas baladíes, livianos para reírnos y comentar, con algo de ironía, de lo que ocurre alrededor y más allá. Esta liviandad en el conversar no es fácil ya que el gremio de los adultos mayores siente, en general, un especial atractivo por el “parlar” acerca de enfermedades y sus costos.
Otro es el café “Lo Saldes”, de Avda. Colón, al que concurrimos especialmente sábados y domingos dado que el aritmético no abre esos días. Es nuestro preferido cuando no hemos convenido juntarnos con los amigos. La venta de la tacita de café es, para este negocio, secundaria ya que expenden tortas, pan, pasteles, mermeladas, queques, empanadas y una variedad de productos semejantes. De modo que es necesario tener paciencia para acceder a una taza del solicitado líquido, que la acompañan con un trozo de excelente queque o dos estupendas galletas. Yo soy cliente de dos meseras a las que saludo de beso y me despido de mano, donde incluyo la propina.
¿Cómo está don Manuel? / Bien mijita y a usted ¿cómo le va? / Aquí trabajando como siempre/ ¡Qué bueno que está aquí linda! Estamos afuera, por favor, lo mismo de siempre / Espere un momento, se los llevo pronto / Gracias.
La clientela de este negocio, mayoritariamente femenina, es curiosa. Llegan, hombres y mujeres, conduciendo lujosos automóviles de marcas de prestigio, sedanes de alta gama, caros por supuesto. Otros vienen en unos 4 x 4, todo terreno, que más parecen tanques que vehículos para la ciudad. Portan vestimentas informales, a veces demasiado informales, al punto que algunos señores parecen obreros de la construcción que recién salen del trabajo; otros usan short, como en la playa, aún con tiempo frío. Son nuestros ricos, no sé si se trata sólo de los nuevos o, también, de los antiguos. Hombres y mujeres comparten conversaciones en las que usan palabras groseras (“bad words”) más frecuentemente que lo aconsejable. Años atrás estas groserías sólo las usaban los varones de clase baja. Hoy el lenguaje se ha homogeneizado, el de la clase alta, media y baja. La cultura popular ha triunfado. En materia de lenguaje esa cultura es la dominante. A mí me llama la atención que personas de edad madura utilicen estos vocablos delante de sus parientes mujeres, o amigas, con total naturalidad y en voz alta. Como estas palabrotas (en Chile llamadas garabatos), se usan para significar una variedad enorme de contenidos, el vocabulario se restringe en gran número. La más común de ellas es “weon”, “weona”, deformación lingüística de “huevón”, que quiere decir de grandes testículos. Se supone que quién así los tiene carece de inteligencia, aún en su grado menor. Este significado se ha perdido toda vez que, si así no fuera, no sería pertinente dirigirla a las mujeres. En la entretenida plaza del barrio los jóvenes adolescentes, muchachos y muchachas, la usan una vez cada tres voces del castellano/chilensis. De vez en cuando sueltan la exclamación “concha’e tu madre” sin destinatario fijo. En mis tiempos juveniles, ya lejanos, si esa expresión se le endilgara a uno mismo, había que responder con una trompada. Pero actualmente ha devenido a una simple interjección, es una pérdida de estatus idiomática. Son conversaciones en muy alta voz, quién esté por los alrededores les tienen sin cuidado sean ancianos(as); niños, señoras maduras, etc. Emilia me dice que no se da cuenta de ello ya que desconoce el significa de esas expresiones. Como los jóvenes chilenos, en su mayoría, leen poquísimo usan un vocabulario escaso. ¿Podrá la escuela contrarrestar esta tendencia propia de los tiempos que corren en nuestra sociedad?  No creo, sinceramente. El sistema educacional es, al revés, una víctima más de estas fuerzas subterráneas de la convivencia social. Es así como no pocos profesores son, indoors, víctimas de la violencia, el irrespeto, el lenguaje soez. 
Lo más preocupante es que según la lógica, en tanto disciplina filosófica, enseña que las palabras representan conceptos y éstos son indispensables para enhebrar un pensamiento. De modo que pensamientos sutiles requieren de un vocabulario correspondiente. Y, a contrario sensu, con el uso de pocos vocablos que aludan a multitud de realidades e irrealidades es improbable que se puedan armar pensamientos abstractos. Con solo concreciones pensadas con pocas palabras no hay inteligencia ni medianamente superior.
En efecto, como nos recuerda Giovanni Sartori, la especie humana (el homo sapiens) no posee, fisiológicamente, nada que lo distinga del resto de los primates (el género al cual pertenecemos). “Lo que hace único al homo sapiens es su capacidad simbólica… Y no sólo el comunicar, sino también el pensar y el conocer que caracterizan al hombre como animal simbólico se construyen en el lenguaje y con el lenguaje” Homo videns. La sociedad teledirigida; Madrid: Taurus; 1998; pp. 23-24.
El hombre es un animal parlante. Y lo que vemos en nuestro país es, justamente, la degradación del lenguaje. Con ello queda debilitada la capacidad de abstracción, es decir, la esencia de lo cultural en sus distintas manifestaciones: ciencia, arte, filosofía, religión, tecnología.
En ocasiones se arman conversaciones entre las ocupantes de mesas contiguas. Una innovación es que en esta interacción entre personas desconocidas el trato de tú, antes familiar, ahora es inmediato. Muestra de una mayor flexibilidad de estas relaciones. Estando solo he participado en estos intercambios cuando vecinas me preguntan mi opinión sobre los tópicos que conversan. Por ejemplo, han pedido mi opinión sobre Lima, como ciudad, donde nunca hay sol y, se decía, fea y atrasada. Yo le respondí que el museo antropológico es uno de los mayores de América Latina, solo comparable al mexicano, para relativizar un juicio demasiado extremo. Si quieres comer comida peruana, anda a un restaurante especializado en ella, acá en Santiago, ahorraras plata y desilusiones con la ciudad. Era la recomendación de una dama. También han solicitado mi parecer sobre las deficiencias del trabajo de las empresas chilenas, en especial de las inmobiliarias y las que proveen TV, telefonía e Internet. Una señora, descendiente de italianos y amiga de las extrapolaciones, decía “Chile es un país muy bonito de geografía, agradable de clima, buena fruta y excelentes verduras, pero tiene un grave defecto: está habitado por chilenos”. Juicio contundente seguido por numerosas peripecias sufridas por ella.
Al interior del mall Apumanque existen varios negocios de café. Nuestro amigo Roberto los prefiere porque están cerca de su casa y, también, por costumbre. Como es sabido la costumbre en las personas mayores es como una coraza de cemento, difícil de erradicar, ya que evaden la constante elección, lo que les facilita el diario vivir aunque, también, se lo empobrece. 
 A veces concurrimos con Roberto a un café atendido por colombianos, propiedad de un chileno, también dueño de una peluquería en este mismo recinto. A este café lo llamamos “el rojo” por el mobiliario de ese color. Nada de originalidad. Roberto es el mayor de todos los contertulios, habla en voz baja, apenas audible sobre todo en un ambiente, como el mall, que es bullicioso: música permanente y la nueva costumbre nacional de hablar en voz alta. Incluso con altos decibeles se conversa por los celulares, así se trate de asuntos privados. Es sabido que en Chile existen más celulares habilitados que habitantes en el país. El utilizarlos, en sus diversas funciones, se ha convertido en una actividad omnipresente. Por ejemplo, en la movilización colectiva, (metro, buses) ya no se ven personas leyendo libros sino mirando sus móviles. También, ensimismados, caminando por las calles.
Roberto tenía por costumbre de hablar, repetidamente, de sus logros profesionales. Hasta el cansancio de sus acompañantes. Luego enfermó gravemente su señora y tiene ahora a ese como tema principal, enfermedad y costos. Aunque, en ocasiones, el anterior renace como complemento. No se aleja de su casa, ya que debe estar “a tiro de escopeta” por si su señora necesita algo urgente. Para alivianar la conversación procuramos ir “al rojo” con Roberto y, además, Antonio. Así entre los cuatro los temas varían, lo que es más grato para todos, especialmente para Emilia que, a veces, le cuesta entender el idioma de los chilenos, un castellano mal pronunciado. Lo más notorio: nos “comemos” los finales de las palabras, si terminan en “s” y, a veces, agregamos un poh, innecesario: no poh; si poh.; no distinguimos “ch” de “sh”. Tampoco, la “v” de la “b” ni en el hablar ni en el oír. Una muletilla muy popular es “cachai” para ¿entiendes? Para saludar se dice ¿cómo estai? Para designar personas usamos nombres de animales, tales como “cabro” y “cabra” para chicos y jóvenes; “gallo” y “galla” para personas de cualquier edad.  Otros de los defectos de nuestra habla es lo que los expertos llaman la sinalefa, que consiste en la fusión de la vocal final de una palabra con la vocal inicial de la que sigue. Por ejemplo, “irá a argentina”, se dice: “irágentina”; “ven para acá”, se dice “venpacá”. Y la aféresis, cuando se omite la pronunciación del comienzo de una palabra como “estaba loco”, se dice “tabaloco”. No es extraño, entonces, que, por lo anterior más el hecho de la falta de una modulación correcta, más el hablar rápido y con exceso de garabatos, se afirme que Chile es el peor lugar del mundo para que un extranjero aprenda el español. En Sudamérica los países de mejor español son Perú y Colombia.
El día 12 de octubre 2014 el sacerdote Ignacio Valente, crítico literario, escribió en la sección “Artes y Letras” de El Mercurio la crónica “Pobre castellano criollo” donde asevera que el “deterioro del castellano hablado y escrito en Chile es innegable”. Y se pregunta “¿No constatamos hoy que un número cada vez menor de nuestros hombres públicos es capaz de hablar de corrido con sujeto, verbo y predicado?”
 Ya en una crónica anterior había reflexionado:
“Hans Magnus Enzensberger, gran poeta, a la hora de identificar su genealogía, y pudiendo llamarse hijo de Alemania, o de su tiempo, o de la tierra, se limitaba a decir con orgullo: soy hijo de la lengua alemana. ¡Su madre era su lengua! Me pregunto si sería posible identificarse hoy con orgullo como hijo del sub-dialecto chilensis domesticus. Tal vez equivaldría a mentarse la madre a sí mismo”. El Mercurio; “La pasión del lenguaje”, Artes y Letras; 28/10/2012.
Tiene razón en aquello del maltrato de la lengua por parte de la elite política.  Es así, por ejemplo, que he escuchado reiteradamente por la televisión a un actual senador y ex Ministro de Relaciones Exteriores decir: “Habemos muchos que pensamos…”  Bueno, no es el único…
Otro local al que concurrimos los tres con Antonio es el Bonafide, algo más alejado, aunque no mucho. Tiene un amplio ambiente que permite una visión hacia el exterior, una vereda concurrida, por donde transita harta gente.  Lo hace porque tiene grandes ventanales, sin vidrios en tiempo cálido, con plástico en tiempo frío. Pedimos, como en todas partes, un cortado, mediano de porte. Lo acompañan con unas galletas recubierta con chocolate. Si queremos más nos traen adicionales sin costo. La clientela es mayoritariamente masculina, ya que es parte de un hotel, en un barrio de elegantes oficinas de grandes empresas. Provisto de wi fi muchos de sus clientes usan notebooks y hablan de negocios. Nosotros, los jubilados, conversamos más distendidos del tiempo y de acontecimientos simpáticos, si los hubiese…
La atención, salvo en “el rojo”, es amable y distendida. Siempre dejamos una propina calculada en el diez por ciento del total. La cuenta se divide de modo que cada cual pague su consumo. “Cada uno mata su toro”, según el chilenismo.  O “cada uno mata su chancho”, que también lo usan los campesinos. Ello porque el cerdo es el animal más difícil de matar en casa. Con la misma excepción anterior en todos estos establecimientos se dispone de diarios para leer en el lugar y también de wi fi. Y algo muy importante: no ponen música, de modo que se puede conversar.
Una observación adicional, consecuencia de nuestra experiencia cotidiana, es conseguir la cuenta para pagar, aunque usted no lo crea. Como en Chile, al revés de Argentina, por ejemplo, a los meseros o mozos no se les puede llamar por ese nombre, ni menos en voz alta como en el vecino país, uno trata de hacerles señas con las manos, imitando en el aire la acción de escribir en un recibo o boleta. Pero ello se topa con una dificultad. Estos trabajadores suelen concentrarse en otras cosas y rara vez dan una mirada en 45 grados ni menos en 180 o 360 grados en el entorno para visualizar a los clientes. Entonces la acción de pedir la cuenta requiere de varias acciones y, a veces, consume más tiempo que el imaginado. Conseguido el propósito de ser visto por el/la mesero/a dibujando en el aire hay que esperar el documento con la correspondiente cobranza. El total se prorratea entre los contertulios según lo consumido por cada cual. Reunido lo cobrado es necesario esperar que el/la mesero/a traiga el vuelto. Se deja la propina ya estimada en un 10% y se termina la visita con un adiós y las gracias. Y luego, felices cada uno para su casa.
En primavera, al caminar desde y hacia nuestro departamento disfrutamos en el trayecto de flores y árboles que adornan jardines y veredas. En especial nos alegran los numerosos árboles de flor azul que tiñen el cielo y tapizan el suelo con su intenso color. Se evoca, entonces, la canción de María Elena Walsh:

“El cielo en la vereda está,
con espuma y papel de seda del jacarandá”

Roberto tiene en la vereda frente a su casa uno de los más bellos del sector, haciendo parte de su cuidado antejardín, colmado de flores. Una buganvilla, generosa en flores rojas, se enreda a poca altura con el azulado jacarandá formando la hermandad de la belleza primaveral. El jacarandá, sus azules flores, levantan mi ánimo decaído por la forzada soledad, cuando Emilia viaja a ver su familia. Si vuelvo feliz a casa, ayudado también por el café y la conversación, puedo continuar con mis escritos. Con razón Emilia, cuando está ausente, desde Praga la bellísima, me insta en nuestra conversación matinal a salir en la mañana antes que la temperatura aumente y el calor, que mal le hace a mi piel, apriete. La alergia, en tanto, con calor despierta y se agita, en tanto que yo padezco.

Es una suerte poder disfrutar de esos árboles generosos con su belleza azulada ¡Qué privilegio tener azul en el cielo y azul en el suelo! En cuanto a la buganvilla tengo una en la terraza de mi departamento, modestamente, en un macetero. Yo la encuentro bellísima y junto con otras flores menores disfruto tomándoles fotografías que coloco en mi website, el blog Chile hacia dónde vas.?  Interrogante del cual aún no descubro la exacta respuesta.
¡Oh grano molido! / ¡Oh grano divino! /
Agitas mis neuronas cuando deambulan/ dormilonas por mi sesera, / las muy cabronas.
(“Oda al café”, del grupo de rock argentino Demencia).
Adhieren a esta práctica placentera grupos formados mayoritariamente por mujeres. Sólo ocasionalmente se encuentran más de tres hombres alrededor de una misma mesa, lo que es frecuente en el caso de las féminas. Los hombres o están solos o acompañados por una o dos mujeres. En tanto que grupos de seis o más damas es frecuente. La sociabilidad grupal la ejerce más el género femenino que su opuesto o, mejor dicho, su complementario. En varios estratos de la sociedad (los militares, uno de ellos), o en determinadas familias las esposas suelen ser las responsables de las relaciones sociales. Al ejercer con eficiencia esa tarea ayudan a sus maridos a progresar en sus carreras.
Todos los locales de este rubro en el barrio son relativamente modestos, con un mobiliario utilitario, nada elegante. No resisten una comparación con las cadenas Tavelli o Starbucks de Santiago, así como estos no resisten una comparación con los acogedores locales de Buenos Aires y menos aún con los muy bellos, nobles y solicitados cafés del barrio latino de París, con densa historia intelectual. Aunque el brebaje en Francia es muy inferior al que se consume en Italia, donde se expende el mejor café de Europa. Desafortunadamente para un chileno, el expreso italiano es apenas un suspiro, tan corto es. En Viña del Mar existía el tradicional Café Samoiedo, todo un símbolo de la vida social, cultural y política de la ciudad que, desafortunadamente, cerró años atrás. Procura reemplazarlo, aunque no tiene igual señorío, el “Anayac”. En algunas ciudades de las más importantes provincias chilenas, se encuentran locales agradables. Llama la atención que a pesar de que en América Latina se produce tanto y tan buen café (Brasil, Colombia, Costa Rica y seis países más) en Chile en la mayoría de estos negocios, fuera del radio central de Santiago y del sector oriente, es difícil encontrar donde usen café de grano, el que ha sido reemplazado por el popular y plebeyo nescafé, que abunda también en los hogares. Esta palabra es una compuesta. El “nes” viene de Nestlé. Sólo los suizos son capaces de tal hazaña. Claro que en Chile no la encontraron difícil, dado que por psicología somos proclives al facilismo, más que al buen sabor o al comer sano, si eso implica mayor esfuerzo.
El amigo Luis Rafael Silva me escribe desde Quilpué y apunta: “…la Cafeto filia y la Amistad. Al menos soy uno de ir al Café Mussetti frente a la Municipalidad de Quilpué a tomarme un Goteado, como se le conoce en ese Café, para otros es un manchado, pero lo esencial es la degustación de este líquido extraordinario que nos levanta el ánimo y junto con ello acrecienta el sentido de la Amistad”. Bueno, en Quilpué (la ciudad de la eterna primavera, como la llaman sus habitantes) también se cuecen estas habas.
En el centro de Santiago se puede apreciar, y observar, una innovación nacional: los “cafés con piernas”: chabacanos, pero atractivo para turistas y locales. Las mujeres que sirven el café en la barra, usan permanentemente mini faldas, excesivamente minis. Aún más, había (quizás aún existe) un local, cerca del Teatro Municipal, llamado “el varón rojo”, en el cual a las 11 en punto de la mañana las chicas que atendían descubrían, por pocos segundos, sus pechos. ¡El que pestañea, pierde! Con tal de vender vale, por estos lados, cualquier cosa. A esa hora el local se llenaba; de caballeros, por supuesto. ¿Estará todavía vigente esta singular estrategia de marketing?
¿Será cierto?
La cadena hotelera Le Meridiem, de origen francés, encuestó a 7.455 personas consumidores de café. El 55% de ellas, mujeres, según informa el sitio web “Planeta Joy”. Algunos resultados: el 51% admitió que podría vivir más tiempo sin tener sexo que sin beber café. El 53% elegiría un café caliente antes que una “pareja caliente”. El 78% optaría por dejar el alcohol, las redes sociales y las relaciones sexuales durante un año antes de tener que abandonar el café por esa misma cantidad de tiempo.
Espero que usted estimado(a) lector(a) no sea tan adicto al café como estas buenas personas.
Cuando recién compramos un departamento en este barrio, de vuelta de Suiza, (2005) concurríamos a la Pastelería y Cafetería Alemana. A poco andar nos encontramos con Roberto, como vecino, que vivía a una cuadra y media de ese negocio. Pronto adhirió Adelio, quién vive más retirado, no precisamente en este barrio. Nosotros tres estuvimos, como ya relaté en su lugar, becados en la Universidad de Cornell. En los primeros tiempos de nuestro reencuentro Adelio estaba a medio jubilar y nosotros totalmente. Pero él ya tenía la envidiable costumbre de viajar, de cuando en cuando, a Europa, en son turístico, acompañado de su hija. Años más tarde aumentó la frecuencia de sus viajes a no menos de tres al año, según nuestras cuentas. Esa entretención sólo es posible sobrellevarla si se tiene tiempo, salud y, muy especialmente, “bolsillos profundos”. Es un hombre de fuerte determinación cuando se trata de profundizar en aquello que le interesa, sea importante o no.  Este año 2014 nos hemos juntado con él sólo a comienzos de año, unas dos veces. Pero antes lo hacíamos con más frecuencia. Cuando viene a Chile Gunther, otro ex compañero de Cornell, que actualmente vive en Boston, donde ha jubilado de su trabajo en Harvard, nos juntamos con él. Adelio le tiene gran aprecio y admiración a Gunther, por lo que frecuentemente me pregunta por él ya que yo he retomado esta relación, vía Internet. Estos ex becarios, ahora en edad provecta, nos hemos reencontrado, ya que los acontecimientos dramáticos de la historia del país nos llevaron, a cada cual por sus propios caminos. Es el pasado que nos muestra, desde la penumbra, su rostro. Aquí estamos cada uno con su propia historia que no la comentamos ya que, entre otras razones, esos caminos corrían paralelos: distintos, contrarios, diversos, gozosos, amargos, fáciles, difíciles. Como la suerte misma del país. 
Siempre acudimos cuando viene Adelio, a la Pastelería Alemana, un lugar fácil de encontrar. Con la ventaja, además, de tener estacionamiento en un sector plagado de vehículos. La desventaja es que la máquina que prepara el ilustre brebaje mete un ruido soberbio, que a nadie permite hablar. Posee pocas mesas afuera del local donde suelen ubicarse las damas fumadoras. Es por estas razones que Emilia ya no la frecuenta, aparte de que tiene algunas observaciones sobre la calidad de sus pasteles y tortas, para el nivel de sus precios. De modo que sin Adelio a la vista ya no vamos a este local, que administra su simpática dueña, descendiente de alemanes, frecuente visitante del país de origen de sus ancestros.
El año 2008 comenzó la crisis financiera en Estados Unidos. En Chile, no percibimos la magnitud de la misma y al comienzo ni siquiera su existencia. Muy pocos, si lo hicieron. Uno de ellos fue, justamente, nuestro amigo Adelio. Con Roberto tuvimos ocasión los tres de conversar al respecto, aunque sin darle a la conversación mucha trascendencia, a pesar de los argumentos técnico que daba Adelio. Todo mientras degustábamos, cada uno, su café cortado; es decir, alivianado con leche. Yo tenía mis ahorros que me permitían vivir holgadamente en Fondos Mutuos accionarios. En esos días mis ahorros habían descendido en 5 millones de pesos. Lo hice presente. Entonces, Adelio me dijo tajantemente “haz la pérdida”. Y ¿qué hago? pregunto. “Ponlo en renta fija”. Nos separamos y, como siempre, Adelio sube a su auto y nosotros vamos caminando hacia la casa de Roberto, primero, y después yo hacia la mía. En el camino comentamos la conversación. Ninguno de los dos estaba muy convencido. Roberto dijo que tenía sus ahorros en una modalidad en que los cambios los hacía el equipo del Banco, en tanto que yo debía tomar por mí mismo cualquier decisión. Decidí esperar a recuperar los 5 millones de pérdida y, luego, estudiar qué hacer. La espera fue fatal. La pérdida se fue incrementando y en la AFP Habitat, en que estaba el depósito, los expertos no tenían claridad sobre lo que acontecía. Yo estaba, con el transcurrir de las semanas y el agravamiento de la crisis, muy nervioso y, de noche, insomne. Cuando la pérdida llegó al 40% de los ahorros retiré el total y me salí del fondo accionario. Eso me produjo un desastre financiero que hasta el día de hoy perdura. Fue una pérdida definitiva que ha afectado mis oportunidades de vida y la del matrimonio. Después de este traspiés he apreciado más esta estrofa del famoso poema de Francisco de Quevedo:
“Pues al natural destierra/ Y hace propio al forastero/ Poderoso caballero/ Es don Dinero”.
Si eso fue cierto en el Siglo XVI cuanto más veraz lo es en el XXI.
Un tema de conversación en estos encuentros amistosos ha sido, en los últimos meses, el trámite que venimos haciendo desde enero del 2014, ante el Estado chileno, para obtener la nacionalidad chilena para Emilia. Debido a las increíbles arbitrariedades que el consulado de Kazajstán en Praga le impuso para renovar su pasaporte, ella no pudo hacerlo. Viajó a Chile con él y acá el documento cumplió su fecha de vencimiento. De modo que la mayor parte de este año no ha tenido pasaporte hábil. Por razones de salud y de vigencia de su permanencia en la República Checa, donde viven sus únicas hija y nieta, ella debía volver en octubre. Es chilena desde el 10 de septiembre del 2014, fecha del correspondiente decreto. Obtuvo, luego, cédula de identidad como chilena lo mismo que pasaporte. El 12 de octubre vuela a París para seguir, enseguida, a Praga. Mañana 7 de octubre haremos una pequeña recepción celebrando su nueva nacionalidad. (Nos ayudó en este empeño nuestra querida amiga Angélica Alzamora y la Sra. Myriam Oyarzún Barría, lamentablemente fallecida el 12 de mayo de 2015. (Agrego esta mención de agradecimientos en 2016)
Yo me quedaré solo por cuatro meses, pero cuento con los amigos para disfrutar de un buen café varios días a la semana y comentar lo que se nos venga en mente. Trataré de recorrer el camino que permite alcanzar objetivos difíciles, tal como el filósofo Ernst Bloch recomienda: “con el paso erguido del hombre”.
Espero que se reintegre a estos corrillos el buen amigo Julio quién, debido a razones de fuerza mayor, se ha ausentado en los últimos meses de esta tan saludable entretención. Ello agregaría cuotas de sano entretenimiento ya que Julio tiene especial dinamismo para hacer preguntas y, a la vez, adelantar las repuestas a esas mismas preguntas. De modo que el interlocutor tendría media tarea ya realizada, antes de empezar su propia respuesta. ¡Tómela o déjela! Lo esperamos con un café servido.
Tengo tú mismo color
Y tú misma procedencia,
Somos aroma y esencia
Y amargo es nuestro sabor...

¡Vamos hermanos, valor,
El café nos pide fe;
Y Changó y Ochún y Agué
Piden un grito que vibre
Por nuestra América Libre,
¡Libre como su café!

(Estrofa del poema “El Café” de Nicomedes Santa Cruz)

Una información en febrero del 2019. De los amigos mencionados lamentamos en fallecimiento de Roberto Oyaneder en el mes de diciembre de año recién pasado. Días antes había fallecido Yolanda, su esposa. Por otro lado, Adelio Pipino ya no nos acompaña a nuestras libaciones de café. La última noticia que tuve de él es que sufre de demencia senil. Su señora, quizás muy afectada, no ha contestado ni siquiera el mail en que le comuniqué el fallecimiento de Roberto. Por otro lado, Julio Saénz ha emigrado a Reñaca, cerca del mar pacífico. Cuando vamos con Emilia a Viña del Mar o a Cochoa nos juntamos con él. 

Lo anterior fue escrito en febrero de 2016.
Retomo este capítulo en febrero del 2019.

Dado que el 20 de febrero del 2018 mi hermana María Eliana está en una Casa de Reposo en Viña del Mar con diagnóstico de Alzheimer he entrado en contacto con cuatro de sus amigas viñamarinas más solidarias, Carmen Carvajal, Sylvia Neira, Sedy Mena y Celia Munchmeyer.  A raíz de ello hemos intercambiado mensajes relacionados con la situación de mi hermana y, en ocasiones, sobre alguna ayuda específica. He devenido en amigo con una de ellas, que vive actualmente en Santiago, Celia. Nuestra amistad gira alrededor de esta conmovedora situación. La actitud de estas cuatro personas cobra para mí una tremenda importancia dado que María Eliana es soltera sin hijos y sin otro hermano/a. De hecho, yo estoy solo enfrentando esta compleja circunstancia sin ningún otro familiar que ayude en nada. Ni económicamente, ni en los trámites, remedios, visitas, etc. Mi hija (53 años) que solía ir de paseo a Viña y se alojaba en su departamento ha desaparecido del radar familiar. Mi hijo (44 años) simplemente ignora la situación. Los primos de San Felipe están viejos y enfermos. Bueno, yo también.

De los amigos de juventud tengo especial recuerdo de Emerson Roach, compañero del liceo del cual ya me he referido en otro capítulo. No tengo noticias de él y familia desde hace muchos años. Supe que trabajaba en la ciudad de Valencia, Venezuela, como docente y según rumores también como autor de libros didácticos. Saber algo de ellos en medio de la crisis de ese país es imposible.  

De los amigos del Instituto Pedagógico destaco a estas alturas de la vida a Jorge Teillier, gran poeta; al matrimonio de Pedro Mira y Patricia Bonzi, ambos filósofos; Jaime Oxley, psicólogo; Nicha Bronfman, profesora y escritora. Pedro Godoy, profesor de Historia y apicultor. De ellos solo viven Patricia y Pedro.

Tuve amigos en la Universidad de Chile a colegas académicos, aparte de los que compartimos en estos últimos años alguna taza de café, a Jorge Barría, historiador del movimiento obrero y a Ivo Babarovic, ingeniero civil experto en desarrollo regional y notable pintor. Ambos fallecidos.

También en la Universidad de Chile conocí a Ricardo Lagos Escobar del cual he sido amigo cercano antes y lejano ahora. Me unen a él también el hecho de que dos de mis nietos sean primos de tres de los suyos. Hicimos trabajo conjunto de tipo político intelectual a fines de la década de los 70´s.   

En los tiempos difíciles de la dictadura también compartimos relaciones de amistad con la Dra. Eliana Corona, quien reunía en su casa regularmente a un grupo de profesionales. Entre otras concurrían Verónica Salas y Lucy Bianchi. En casa de Verónica hice amistad con Fabiola Letelier. Eliana y Lucy viven actualmente en una Casa de Reposo, en Santiago bien atendidas y protegidas. Hasta el año 2017 nos juntábamos en el departamento de Lucy en Providencia a almorzar Emilia, Eliana y alguna otra amiga. En Chile o en Ginebra, en la buena y en la mala, por escrito o por hablado, siempre he contado con la cálida amistad de Carmen Gloria Costa.
Una gran amistad fuera de Las Condes surgida en los últimos años es la de un matrimonio peculiar aunque con ciertos rasgos similares a los nuestros. El más obvio de esos rasgos es el de las nacionalidades. Ambos varones somos chilenos, ambas mujeres son rusas. Con ello se deriva el hecho de que ambas se entienden a las maravillas porque, entre otras razones, están deseosas de hablar en su lengua natal.
La peculiaridad del matrimonio de Olga y Helios dice relación con la vocación de vida de cada uno de ellos. Ella es pintora, tiene un taller propio. El es científico. Ambos trabajaron en Toronto, Canadá, donde viven aún hoy parte del año, ciudad en que ambos tienen hijos y nietos de matrimonios anteriores. Destacan, además, por ser ultra trabajadores no solo en relación a su vocación profesional sino también en varios otros ámbitos. Ella, por ejemplo, va al bosque que rodea su vivienda, corta ramas con un machete, recoge frutas, alimenta a gatos y perros cuando andan cerca. Además, cocina para el matrimonio y las visitas que llegan desde sus familias de Chile o de Canadá.
Helios es sin duda un hombre notable. Profesor en la Universidad de Toronto en biología molecular, es novelista, escribe columnas, es experto carpintero con un gran taller en casa. Ésta, donde estamos en estos momentos con Emilia, fue diseñada por él y construida en sus detalles de madera (puertas, ventanas, vigas, etc.) por él. También entre ambos construyen una casa de dos pisos en Toronto donde viven parte importante del año. Ha logrado instalar en la montaña conexiones para internet. Ha creado una reserva de flora y fauna alejada de todo poblado en muchos kilómetros a la redonda. Recuerda procesos y cifras de las cuestiones más inusitadas. Ha logrado cimentar, además, una fortuna no despreciable.
Pero, sobre todo, son de una gran generosidad. Junto a Antonio Dávalos son una amistad que la vida me ha regalado en estos años finales.        

Dejo afuera de este recuento a las amistades femeninas con las que mantuve relaciones sentimentales en los largos años que viví en calidad de separado. A ellas y a sus familiares con los que nos relacionábamos amistosamente. De todas las cuales guardo gratos recuerdos.

Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices
por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino.
Algunas recorren el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar,
mas otras apenas vemos entre un paso y otro.
A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos. 
Estrofa del poema “El árbol de los amigos”, de Jorge Luis Borges

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